Resistir te hace grande y te asemeja a Dios. Los de Voto en Blanco estamos en el 20 por ciento de la población que se enfrenta a la maldad
Se cumplen hoy 20 años del peor atentado de la Historia, el que derribó las dos torres gemelas de Nueva York, un acontecimiento que cambió la Historia y abrió las puertas a una tiranía universal que desde entonces no para de crecer. Los grandes poderes que gobiernan el mundo, comandados por los que mueven los hilos desde las sombras, no quieren un mundo regido por la democracia, demasiado débil según ellos, y expuesto a vaivenes y catástrofes como la del 11 de septiembre de 2001. Por eso, el mundo es empujado hoy hacia una tiranía universal, sin elecciones, sin libertades y derechos garantizados, regido por un Estado fuerte e invencible, capaz de garantizar lo que para ellos son los valores máximos: el orden y la estabilidad.
Pero ese viaje hacia la tiranía despierta recelos y provoca resistencia en millones de seres humanos con capacidad crítica, conscientes de que el mayor de los valores de la Humanidad no es el orden, ni la estabilidad, sino la libertad.
A 20 años de distancia del atentado de Nueva York, nuestro mundo no es mejor que el de entonces y está envuelto en un conflicto que enfrenta a la libertad con la tiranía, las dos opciones que se han enfrentado a lo largo de los tiempos y que son las protagonistas del desarrollo humano.
En estos 20 años, las democracias han perecido y han sido sustituidas por unos sistemas degradados y vacíos de grandeza, verdad y honor, que podemos denominar como "democracias degradadas", que no garantizan en modo alguno la justicia, la libertad y grandes valores como la limpieza y la dignidad. Se trata de un sistema dominado no por el pueblo, que ha sido expulsado del poder, sino por fuerzas como los políticos comprados, las mafias corruptas y las grandes entidades y empresas, todos bajo el control férreo de un sanedrín oculto que es el que realmente mueve los hilos con inusitada crueldad.
Algún día no muy lejano, los que resisten y se enfrentan a las actuales democracias degradadas serán considerados héroes, como lo fueron aquellos que plantaron cara al comunismo o al nazismo.
La sociedad actual, cobarde y poco exigente, soporta con normalidad la actual democracia representativa, a pesar de que viola los grandes valores democráticos, es contraria a las leyes de la verdadera democracia y ha protagonizado la ignominia de enviar al ciudadano al exilio, pero un día no muy lejano esta falsa democracia será condenada y denostada por la Historia por haber dado cobijo a la corrupción, a la ineficacia y al abuso de poder y a poderes bastardos que anteponen sus propios intereses al bien común.
Existen muchas formas de resistencia pacífica frente a la vergonzosa degradación actual de la democracia, desde la denuncia de las carencias y vilezas que encierra el sistema hasta el apoyo a partidos políticos emergentes y dignos, sin olvidar la práctica de formas claras de protesta y rechazo. Que nadie dude que algún día los que hoy se resisten al abuso de los partidos políticos y a la degeneración de un sistema democrático que, a traición, ha sido transformado en una oligocracia sin decencia, serán cubiertos de honor en el futuro, mientras que sobre los que defienden esta falsa democracia y participan en la "gran estafa" recibirán oprobio y olvido.
El actual sistema degradado no ganará la guerra y terminará siendo abolido, tras una profunda reforma del Estado que se llevará consigo a las peores columnas del presente: los partidos políticos.
No falta demasiado tiempo para que las futuras generaciones se sorprendan ante el gran envilecimiento que llegaron a soportar los ciudadanos en nuestra época y ante el poder desproporcionado y abusivo que lograron acaparar los partidos políticos y sus dirigentes, tan grande que transformaron la democracia en una estafa y se sometieron a fuerzas ocultas esclavizantes y realmente degradantes y perversas.
En esos días hermosos del futuro, cuando sean reconocidos y valorados los sufrimientos de los verdaderos demócratas de hoy, que son marginados por el poder, mermados en sus oportunidades, privados de ayudas estatales, señalados como enemigos del sistema y, en algunos casos, hasta perseguidos y doblegados por medio de la violencia, descubriremos hasta que punto era falso, truculento e indigno el concepto de "representatividad", esgrimido por los políticos para exiliar a los ciudadanos y controlar en exclusiva el poder y los recursos del Estado sin tener que sufrir controles ciudadanos y sin rendir cuentas a nadie. Lo que hoy parece normal a muchos, entonces será considerado como una estafa y como un abuso insoportable por parte de los poderosos.
Nadie podrá entender entonces como hoy soportamos un sistema político que no respeta ni una sóla de sus grandes leyes: la separación de poderes no existe; el sufragio libre y universal ha sido sustituido por una pantomima en la que son los partidos los que realmente eligen al elaborar las listas de candidatos y en la que los aparatos de propaganda manipulan, engañan y coaccionan la libertad de votar; la ley no es igual para todos; la sociedad civil, contrapeso necesario al poder del Estado, ha sido ocupada y maniatada por los partidos políticos, que controlan hasta los santuarios más sagrados del poder civil, desde las universidades a los sindicatos, sin olvidar a cientos de miles de instituciones, entidades financieras, asociaciones y hasta empresas cuya independencia y libertad deberían ser garantizadas por la democracia.
Pero las tropelías del actual sistema "representativo" no se detienen ahí: la libertad de los periodistas ha sido masivamente comprada por el poder, hasta el punto de que apenas subsisten algunos medios y algunos cientos de profesionales con capacidad de ejercer la independencia y la crítica, imprescindibles para que el ciudadano disponga de información precisa y veraz y para que el poder sea controlado.
Sin embargo, el mayor oprobio de la democracia actual es el desarme moral y el exilio forzoso al que ha sido condenado el ciudadano, que es, por definición, el soberano del sistema, al que ya no le queda otros poderes que los de resistir y el que ejerce en el instante de depositar su voto.
Es correcto pensar que algún día, los que hoy presionamos a los políticos para que sean mejores, criticamos sus abusos y votamos contra ellos, seremos honrados como "resistentes" por unas generaciones futuras a las que resultarán incomprensibles no sólo el grado de suciedad que llegó a acumular la llamada "democracia" en esta época, sino también la cobardía de unos ciudadanos que se dejaron arrebatar la igualdad, que permitieron la manipulación y que asistieron impasibles y sin grandeza al festival de los rufianes, corruptos y sinvergüenzas controlando el poder.
Francisco Rubiales
Pero ese viaje hacia la tiranía despierta recelos y provoca resistencia en millones de seres humanos con capacidad crítica, conscientes de que el mayor de los valores de la Humanidad no es el orden, ni la estabilidad, sino la libertad.
A 20 años de distancia del atentado de Nueva York, nuestro mundo no es mejor que el de entonces y está envuelto en un conflicto que enfrenta a la libertad con la tiranía, las dos opciones que se han enfrentado a lo largo de los tiempos y que son las protagonistas del desarrollo humano.
En estos 20 años, las democracias han perecido y han sido sustituidas por unos sistemas degradados y vacíos de grandeza, verdad y honor, que podemos denominar como "democracias degradadas", que no garantizan en modo alguno la justicia, la libertad y grandes valores como la limpieza y la dignidad. Se trata de un sistema dominado no por el pueblo, que ha sido expulsado del poder, sino por fuerzas como los políticos comprados, las mafias corruptas y las grandes entidades y empresas, todos bajo el control férreo de un sanedrín oculto que es el que realmente mueve los hilos con inusitada crueldad.
Algún día no muy lejano, los que resisten y se enfrentan a las actuales democracias degradadas serán considerados héroes, como lo fueron aquellos que plantaron cara al comunismo o al nazismo.
La sociedad actual, cobarde y poco exigente, soporta con normalidad la actual democracia representativa, a pesar de que viola los grandes valores democráticos, es contraria a las leyes de la verdadera democracia y ha protagonizado la ignominia de enviar al ciudadano al exilio, pero un día no muy lejano esta falsa democracia será condenada y denostada por la Historia por haber dado cobijo a la corrupción, a la ineficacia y al abuso de poder y a poderes bastardos que anteponen sus propios intereses al bien común.
Existen muchas formas de resistencia pacífica frente a la vergonzosa degradación actual de la democracia, desde la denuncia de las carencias y vilezas que encierra el sistema hasta el apoyo a partidos políticos emergentes y dignos, sin olvidar la práctica de formas claras de protesta y rechazo. Que nadie dude que algún día los que hoy se resisten al abuso de los partidos políticos y a la degeneración de un sistema democrático que, a traición, ha sido transformado en una oligocracia sin decencia, serán cubiertos de honor en el futuro, mientras que sobre los que defienden esta falsa democracia y participan en la "gran estafa" recibirán oprobio y olvido.
El actual sistema degradado no ganará la guerra y terminará siendo abolido, tras una profunda reforma del Estado que se llevará consigo a las peores columnas del presente: los partidos políticos.
No falta demasiado tiempo para que las futuras generaciones se sorprendan ante el gran envilecimiento que llegaron a soportar los ciudadanos en nuestra época y ante el poder desproporcionado y abusivo que lograron acaparar los partidos políticos y sus dirigentes, tan grande que transformaron la democracia en una estafa y se sometieron a fuerzas ocultas esclavizantes y realmente degradantes y perversas.
En esos días hermosos del futuro, cuando sean reconocidos y valorados los sufrimientos de los verdaderos demócratas de hoy, que son marginados por el poder, mermados en sus oportunidades, privados de ayudas estatales, señalados como enemigos del sistema y, en algunos casos, hasta perseguidos y doblegados por medio de la violencia, descubriremos hasta que punto era falso, truculento e indigno el concepto de "representatividad", esgrimido por los políticos para exiliar a los ciudadanos y controlar en exclusiva el poder y los recursos del Estado sin tener que sufrir controles ciudadanos y sin rendir cuentas a nadie. Lo que hoy parece normal a muchos, entonces será considerado como una estafa y como un abuso insoportable por parte de los poderosos.
Nadie podrá entender entonces como hoy soportamos un sistema político que no respeta ni una sóla de sus grandes leyes: la separación de poderes no existe; el sufragio libre y universal ha sido sustituido por una pantomima en la que son los partidos los que realmente eligen al elaborar las listas de candidatos y en la que los aparatos de propaganda manipulan, engañan y coaccionan la libertad de votar; la ley no es igual para todos; la sociedad civil, contrapeso necesario al poder del Estado, ha sido ocupada y maniatada por los partidos políticos, que controlan hasta los santuarios más sagrados del poder civil, desde las universidades a los sindicatos, sin olvidar a cientos de miles de instituciones, entidades financieras, asociaciones y hasta empresas cuya independencia y libertad deberían ser garantizadas por la democracia.
Pero las tropelías del actual sistema "representativo" no se detienen ahí: la libertad de los periodistas ha sido masivamente comprada por el poder, hasta el punto de que apenas subsisten algunos medios y algunos cientos de profesionales con capacidad de ejercer la independencia y la crítica, imprescindibles para que el ciudadano disponga de información precisa y veraz y para que el poder sea controlado.
Sin embargo, el mayor oprobio de la democracia actual es el desarme moral y el exilio forzoso al que ha sido condenado el ciudadano, que es, por definición, el soberano del sistema, al que ya no le queda otros poderes que los de resistir y el que ejerce en el instante de depositar su voto.
Es correcto pensar que algún día, los que hoy presionamos a los políticos para que sean mejores, criticamos sus abusos y votamos contra ellos, seremos honrados como "resistentes" por unas generaciones futuras a las que resultarán incomprensibles no sólo el grado de suciedad que llegó a acumular la llamada "democracia" en esta época, sino también la cobardía de unos ciudadanos que se dejaron arrebatar la igualdad, que permitieron la manipulación y que asistieron impasibles y sin grandeza al festival de los rufianes, corruptos y sinvergüenzas controlando el poder.
Francisco Rubiales