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La rebelión de los precarios conmoverá el mundo y no ha hecho más que empezar



Meten en la cárcel a un delincuente medio imbécil y arden las calles. Nadie entiende por qué miles de jóvenes violentos se lanzan tan fácilmente a destruir las ciudades y a enfrentase con la policía. Cualquier excusa sirve porque el deseo de violencia y de enfrentamiento está a flor de piel. La única explicación lógica es que la presión, dentro de la olla, es enorme.

Muchos se sorprenden de que estallen conflictos callejeros tan violentos. En España porque un rapero delincuente, deslenguado y enemigo de la Constitución haya sido detenido. La revuelta no solo ha estallado en las tierras catalanas, infectadas por el odio que ha vertido el independentismo, sino también en cuidadas tan aparentemente tranquilas y pacíficas como Madrid y Granada, donde ya basta cualquier excusa para que estalle el tumulto y ardan las calles.

¿Qué está pasando? ¿Qué drama sociológico, moral y vital se esconde detrás de esa violencia callejera?

Aunque muchos no sean capaces de verlo, estamos en vísperas de una nueva gran revolución, esta vez la de las masas precarias, que acumulan tanta frustración y odio como los hambrientos parisinos que protagonizaron la Revolución Francesa y los obreros y campesinos que desataron la revolución rusa. Los precarios son similares en marginación y sufrimiento a los radicales de la clase baja (sans-culottes) de la Revolución Francesa y a los proletarios explotados de hace siglo y medio.

Estamos en la antesala de la revolución del precariado, un acontecimiento violento y brutal que marcará a sangre y fuego la historia de este Siglo XXI.

Como siempre, detrás de las masas frustradas hay un partido sin escrúpulos dispuesto a controlar el movimiento y ganar poder. En Rusia fueron los bolcheviques, profesionales del oportunismo, y ahora, en España, son los neo bolcheviques de Podemos, que han visto claro que la inmensa frustración de los precarios puede conducirlos hasta el poder.
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La furia de los precarios, conducida por profesionales de la guerrilla, quema las calles y persigue a la policía
Los precarios son gente abandonada por el sistema y sin futuro. Son jóvenes que no tienen trabajo, ni pueden aspirar a formar una familia al viejo estilo, ni les sirven para nada los estudios y que odian al sistema que los margina y los convierte en parias. Ni siquiera pueden aspirar a que les concedan una hipoteca y a jubilarse con una pensión digna. No tienen nada que perder y están dispuestos a destrozar el mundo que habitan porque lo consideran injusto y cruel. Están cansados de contemplar en la televisión los lujos, riquezas y ostentaciones de los que gobiernan, mientras que ellos no tienen ni un trabajo mal pagado. Están cargados de odio y envidia insana y se consideran con la razón de su parte porque no es justo que algunos se revuelquen el los privilegios y la ostentación, mientras ellos se pudren en la miseria y la desesperación. Aunque nada justifica su violencia ciega, tienen parte de razón porque el mundo que han construido nuestras clases dirigentes no es para ellos sino para los ricos, los triunfadores y los políticos.

Nos guste o no, hemos convertido a los precarios en los parias de la civilización y están tan desesperados y angustiados en sus guettos y barrios marginales de nuestras ciudades, plagados de desempleados, inmigrantes y delincuentes, que cada día le temen menos a la muerte cuando se enfrentan a una policía no demasiado motivada, envuelta en la duda de si están defendiendo a la nación o a los privilegiados.

Siempre ha habido en la historia políticos sin escrúpulos se aprovechan de la desesperación y angustia para conquistar el poder. Sus agentes son los que suelen convocar y organizar las protestas que terminan en guerrillas urbanas.

Las actuales democracias están amenazadas y la española mucho más que las restantes, pero no solo por los precarios. El peor enemigo lo tenemos dentro y tanto el independentismo violento como la devastación callejera están aquí gracias a la complicidad del PP y del PSOE, dos partidos que no son constitucionalistas porque no respetan la Carta Magna.

Al igual que los comunistas de principios del siglo XX, los bolcheviques, lucharon y lograron por hacerse con el control del proletariado, los comunistas de hoy, podemitas bolivarianos, pretenden controlar la revolución de los precarios, también en beneficio propio, como ocurrió antes.

Pero los precarios son difíciles de controlar y no se fían de nadie, ni de los líderes políticos que les apoyan, a los que identifican con las elites ricas y poderosas. El ejemplo de Pablo Iglesias, que se ha hecho un rico ostentoso gracias a la política, en poco más de tres años, es todo un ejemplo.

El futuro del mundo es amenazador. En los próximos años se perderán cientos de millones de puestos de trabajo con la irrupción de la inteligencia artificial y los robots, capaces ya de sustituir al hombre en muchas tareas sin cobrar salarios y sin exigir sanidad, educación y pensiones. Los desplazados sin trabajo y sin esperanza forman un caldo de cultivo óptimo para la sangre y el fuego.

Cuando estalle, la revolución de los precarios será extremadamente violenta e incontrolable. Los que no tienen nada que perder porque nada poseen pensarán que su única salida es conquistar el mundo y se lanzarán contra la policía y los palacios del poder con toda su furia ciega, liderados por neo bolcheviques carentes de ética y escrúpulos.

Los multimillonarios que mueven los hilos en las sombras, los mismos que controlan la política y las finanzas, saben lo que se les viene encima y por eso tienen tanta prisa en consolidar el Nuevo Orden Mundial, una tiranía férrea mundial con capacidad para domesticar o aniquilar a las masas precarias enloquecidas, cuando se rebelen, algo que, según ellos, las democracias actuales nunca podrían lograr.

Francisco Rubiales


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Viernes, 19 de Febrero 2021
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