Sanchez y Marlaska, los dos máximos responsables, junto con Puigdemont y Torra, del actual drama catalán y de la postración de España
Los políticos españoles que han tenido responsabilidades de gobierno desde la muerte de Franco no merecen hoy desempeñar poder alguno. Han fracasado individual y colectivamente, más que cualquier otra clase política en Europa y han creado en Cataluña, con su incompetencia y comportamiento vil, el mayor conflicto desestabilizador de Europa desde la guerra de los Balcanes.
Esos energúmenos torpes y desalmados que gobiernan sin tino ni decencia han convertido la España unida, pacificada y próspera que heredaron de Franco en el país más dividido, problemático y conflictivo de la Unión Europea y probablemente también en el más endeudado y en mayor peligro de romperse y fracasar como nación.
Cuando murió el general Franco, en 1975, el nacionalismo catalán ni siquiera alcanzaba el uno por ciento, pero hoy la mitad de los catalanes están fanatizados, llenos de odio y se están jugando la seguridad y hasta la vida para romper la nación y lograr la independencia. Sus dirigentes son lo más parecido a terroristas camuflados que ríen y disfrutan cuando la violencia antiespañola se desata. Todo lo que ocurre en Cataluña no es fruto de la casualidad, ni del devenir histórico, sino la consecuencia de cobardías, renuncias y decisiones alocadas y suicidas, como haber entregado el control de la policía, la educación y otros muchos poderes y servicios básicos a políticos nacionalistas, corruptos y llenos de odio, cuyo objetivo siempre fue romper con España y destruir la nación española.
La clase política española, en especial sus dos grandes partidos, PSOE y PP, han cometido en Cataluña un rosario de errores y vilezas que nos han conducido a la actual rebelión masiva de los ciudadanos catalanes, que exigen con violencia la independencia y emplean métodos de brutalidad tan extrema que parecen el inevitable preludio de una guerra civil.
La «nueva hornada» de jóvenes políticos españoles, representada por Pedro Sánchez y su gobierno, en lugar de remediar las carencias y errores dramáticos de sus predecesores, está optando por cerrar los ojos ante la realidad y dedicar el grueso de su esfuerzo a ganar votos, convirtiendo la política en un despliegue de propaganda, un juego de palabras en los mítines y en una irresponsable y alocada carrera electoral a la caza del poder.
Ignoran conscientemente que la política es algo mucho más serio que cuando se realiza de manera frívola, egoísta y torpe, produce consecuencias como las que se están viendo en Barcelona, una de las ciudades más bellas de Europa, arruinada y casi destruida por la violencia de los nazis catalanes, creados y formados en las escuelas e institutos por los políticos más incompetentes y fracasados del continente europeo.
La historia de la política española en las últimos cuatro décadas es un desastre dramático. Franco nos dejó en herencia un país el crecimiento continuo que era el menos endeudado de Europa, junto con Luxemburgo, y que ocupaba el noveno puesto entre los países más industrializados del mundo. Era aquel un país en paz y unido, lleno de vitalidad, que abrazó la democracia con una esperanzada ilusión y que entregó a sus políticos, con estúpida inocencia, todo el poder y el control de la nación y de sus vidas, un error a juzgar por lo que aquellos desalmados y fracasados han hecho con España, convertida hoy en un manojo de nervios y un pozo de problemas, injusticias, tensiones, fracasos y miedos.
La España que han construido el PP y el PSOE, con la ayuda de los nacionalistas vascos y catalanes, todos integrados en una banda de fracasados ineptos y miserables, está apunto de romperse, llena de delincuentes que inundan sus calles y plazas con sus abusos y crímenes, con una juventud sin esperanza a la que han formado en la desesperación y el rencor, un país exportador de licenciados que se dispersan por Europa limpiando suelos o despachando hamburguesas, una nación que acoge y premia a políticos nacionalistas que esparcen el odio y denigran a España por el extranjero, creando una democracia tan inepta como pervertida, que respeta como ninguna otra la libertad de expresión, pero que saquea bancos, aplasta a sus ciudadanos con impuestos injustos y abusivos y que no sabe respetar ni la voluntad popular, ni la separación de poderes ni la limpieza del liderazgo, una nación dominada por corruptos ineptos e irresponsables que ponen todo su esfuerzo político en conquistar y controlar el poder y sus privilegios, olvidándose del pueblo y del futuro de la nación.
Mientras esa casta miserable siga gobernando, España seguirá siendo un infierno, como lo es hoy Cataluña, la obra más sofisticada y magistral de la política española del presente.
El fracaso de los políticos ha sido tan rotundo que el país, si quiere salvarse, tendrá que echarlos a todos y resetear a los partidos que han acumulado responsabilidades y culpas en el desastre de España, sustituyendo a esa banda de fracasados por partidos nuevos sin responsabilidades de gobierno y personas diferentes, ajenas a la podredumbre de los viejos partidos políticos, preparadas, generosas y con deseos de servir a la nación y al pueblo, sin egoísmos, sin bajeza y sin anteponer, como hacen estos miserables, sus propios intereses al bien común.
Francisco Rubiales
Esos energúmenos torpes y desalmados que gobiernan sin tino ni decencia han convertido la España unida, pacificada y próspera que heredaron de Franco en el país más dividido, problemático y conflictivo de la Unión Europea y probablemente también en el más endeudado y en mayor peligro de romperse y fracasar como nación.
Cuando murió el general Franco, en 1975, el nacionalismo catalán ni siquiera alcanzaba el uno por ciento, pero hoy la mitad de los catalanes están fanatizados, llenos de odio y se están jugando la seguridad y hasta la vida para romper la nación y lograr la independencia. Sus dirigentes son lo más parecido a terroristas camuflados que ríen y disfrutan cuando la violencia antiespañola se desata. Todo lo que ocurre en Cataluña no es fruto de la casualidad, ni del devenir histórico, sino la consecuencia de cobardías, renuncias y decisiones alocadas y suicidas, como haber entregado el control de la policía, la educación y otros muchos poderes y servicios básicos a políticos nacionalistas, corruptos y llenos de odio, cuyo objetivo siempre fue romper con España y destruir la nación española.
La clase política española, en especial sus dos grandes partidos, PSOE y PP, han cometido en Cataluña un rosario de errores y vilezas que nos han conducido a la actual rebelión masiva de los ciudadanos catalanes, que exigen con violencia la independencia y emplean métodos de brutalidad tan extrema que parecen el inevitable preludio de una guerra civil.
La «nueva hornada» de jóvenes políticos españoles, representada por Pedro Sánchez y su gobierno, en lugar de remediar las carencias y errores dramáticos de sus predecesores, está optando por cerrar los ojos ante la realidad y dedicar el grueso de su esfuerzo a ganar votos, convirtiendo la política en un despliegue de propaganda, un juego de palabras en los mítines y en una irresponsable y alocada carrera electoral a la caza del poder.
Ignoran conscientemente que la política es algo mucho más serio que cuando se realiza de manera frívola, egoísta y torpe, produce consecuencias como las que se están viendo en Barcelona, una de las ciudades más bellas de Europa, arruinada y casi destruida por la violencia de los nazis catalanes, creados y formados en las escuelas e institutos por los políticos más incompetentes y fracasados del continente europeo.
La historia de la política española en las últimos cuatro décadas es un desastre dramático. Franco nos dejó en herencia un país el crecimiento continuo que era el menos endeudado de Europa, junto con Luxemburgo, y que ocupaba el noveno puesto entre los países más industrializados del mundo. Era aquel un país en paz y unido, lleno de vitalidad, que abrazó la democracia con una esperanzada ilusión y que entregó a sus políticos, con estúpida inocencia, todo el poder y el control de la nación y de sus vidas, un error a juzgar por lo que aquellos desalmados y fracasados han hecho con España, convertida hoy en un manojo de nervios y un pozo de problemas, injusticias, tensiones, fracasos y miedos.
La España que han construido el PP y el PSOE, con la ayuda de los nacionalistas vascos y catalanes, todos integrados en una banda de fracasados ineptos y miserables, está apunto de romperse, llena de delincuentes que inundan sus calles y plazas con sus abusos y crímenes, con una juventud sin esperanza a la que han formado en la desesperación y el rencor, un país exportador de licenciados que se dispersan por Europa limpiando suelos o despachando hamburguesas, una nación que acoge y premia a políticos nacionalistas que esparcen el odio y denigran a España por el extranjero, creando una democracia tan inepta como pervertida, que respeta como ninguna otra la libertad de expresión, pero que saquea bancos, aplasta a sus ciudadanos con impuestos injustos y abusivos y que no sabe respetar ni la voluntad popular, ni la separación de poderes ni la limpieza del liderazgo, una nación dominada por corruptos ineptos e irresponsables que ponen todo su esfuerzo político en conquistar y controlar el poder y sus privilegios, olvidándose del pueblo y del futuro de la nación.
Mientras esa casta miserable siga gobernando, España seguirá siendo un infierno, como lo es hoy Cataluña, la obra más sofisticada y magistral de la política española del presente.
El fracaso de los políticos ha sido tan rotundo que el país, si quiere salvarse, tendrá que echarlos a todos y resetear a los partidos que han acumulado responsabilidades y culpas en el desastre de España, sustituyendo a esa banda de fracasados por partidos nuevos sin responsabilidades de gobierno y personas diferentes, ajenas a la podredumbre de los viejos partidos políticos, preparadas, generosas y con deseos de servir a la nación y al pueblo, sin egoísmos, sin bajeza y sin anteponer, como hacen estos miserables, sus propios intereses al bien común.
Francisco Rubiales