No sólo España, sino el mundo entero tiene los ojos puestos en las acampadas de jóvenes españoles rebeldes. En el extranjero le llaman la "Spanish Revolution" y ya están sentados en sus butacas para asistir al espectáculo de la demolición de nuestra democracia fracasada. Todos hemos soñado con un despertar de la España somnolienta y cobarde que soportaba sin rechistar los desmanes de Zapatero, el dominio injusto y sucio de partidos políticos abusivos, dueños de un poder desmedido, la visión cobarde de una oposición lamentable, que se limitaba a esperar la derrota del contrario, el avance hacia el desempleo y la pobreza, bajo el socialismo trasnochado del PSOE y el desmontaje de los estados de bienestar y de derecho. Pero nadie consigue ver claro porque el movimiento juvenil todavía está poco definido y porque los agentes y agitadores de los partidos políticos luchan con todas sus fuerzas por mediatizar, prostituir y envenenar ese movimiento libertario y rebelde.
Los mensajes son confusos. Los más limpios e independientes piden cambios en la injusta Ley Electoral, el fin de los partidos políticos actuales, demasiado impunes y corruptos, y más democracia auténtica, pero los agentes infiltrados piden algo tan insólito y caduco como "más Estado", lo que equivale a menos libertad y a más indecencia y abuso. La última petición, forjada ayer, jueves, fue la de una "Tercera República".
Ese fue al menos el grito dominante que lanzaron los acampados en la madrileña Puerta del Sol, crecidos tal vez porque la prensa internacional les concedía sus portadas y la BBC, despistada como casi siempre, consideraba la acampada de Madrid como la "nueva plaza Tahrir" (la plaza de El Cairo donde se fraguó el fin de Hosni Mubarak).
¿Que habrá dicho el rey Borbón desde sus apartados cuarteles de la Zarzuela? ¿Tendrá él información privilegiada sobre el movimiento de los jóvenes? ¿Confía en que su admirado Zapatero le preserve la Corona?
¿Que está haciendo el PP ante el fenómeno de las manifestaciones juveniles? Parece que no hace nada, lo que responde a su espíritu siempre acojonado ante la izquierda. Deberían saber que la calle es de quien la toma y que quien se quede en su sede elaborando teorías conspiratorias puede perder la partida, una vez más.
¿Se disolverán los jóvenes, como ha ordenado la justa electoral, para respetar la jornada de reflexión? ¿Les disolverá el gobierno, como es su deber, cumpliendo así el mandato de la ley? ¿Permanecerá la policía frenada por el PSOE, un partido ya derrotado que cree que puede ganar votos con la revuelta?
Hay demasiadas incognitas, sospechas, indefiniciones y canallas actuando en la trastienda.
Los demócratas españoles deberían estar entusiasmados, pero están confundidos y con el miedo en el cuerpo. Esperaban que los jóvenes, víctimas del desempleo y sin futuro, se revolvieran contra Zapatero, el que les ha empujado hacia la desesperación y la pobreza, el gran culpable del drama de España, pero muchos de ellos (los agentes de la izquierda) gritan más fuerte contra la oposición del PP. Esperaban también que exigieran más democracia y una sociedad libre y con oportunidades, pero algunos muchachos han pedido un Estado más fuerte y más presencia de lo público en la sociedad, una ruta que estaba de moda en los tiempos de Stalin, pero que, posteriormente, fue derrotada por la Historia, tras el fracaso de la URSS, el Estado más asesino de la historia de la Humanidad con su propio pueblo.
Muchos demócratas españoles, aterrorizados por lo que está pasando en las calles y plazas, temen que la más certera versión sobre lo que está ocurriendo sea la del American Chronicle que no sólo aplaude a los manifestantes sino que anticipa la III República y tal vez un nuevo baño de sangre, como el que hundió a este país entre 1936 y 1939. Dice el "Chronicle": "España finalmente vuelve a abrazar su pasado radical, sus movimientos populares, sus tradiciones anarco-sindicalistas y sus sueños republicanos".
¿Qué III República piden los jóvenes del movimiento 15 M, la nueva, limpia, democrática, libre y occidental que soñamos los demócratas, o una reedición de aquella desgraciada II República derrotada por el general Franco, que quizás sea la que sueñen Zapatero y sus colaboradores?
España entera esta confundida ante el fenómeno de las acampadas, que está afectando emocionalmente a la ciudadanía en vísperas de la cita electoral del 22 de mayo, en la que el socialismo iba a ser masivamente derrotado en las urnas. Curiosamente, otro fenómeno capaz de alterar las conciencias y los votos, como aquel otro que elevó a Zapatero hasta el poder, contra pronóstico, cuando los trenes volaron por los aires en Madrid, en marzo de 2004, víctimas de bombas que, según dicen, pusieron unos aprendices de terroristas islamistas.
Algunos españoles crédulos y de buena fe exclaman: "Se cumple nuestro sueño. La gente ya está en la calle". Pero la clave es saber para qué esta la gente en la calle. Hay demasiadas incógnitas y sospechas: detrás del movimiento, al que cada día se suman más españoles frustrados por el gobierno y damnificados por el desempleo y la pobreza, hay agitadores profesionales de la izquierda y, curiosamente, toda la prensa amiga de los socialistas apoya a los manifestantes, mientras que los medios de comunicación que más han luchado por la libertad, son agredidos por los jóvenes rebeldes.
Otros advierten que nos quitemos la venda de los ojos y que miremos bien y veamos que detrás del movimiento están de nuevo socialistas y comunistas intentando torcer el sentido del voto, violando el espíritu de reflexión y calma que debe preceder siempre a la apertura de las urnas.
Nosotros, en Voto en Blanco, creemos que en el movimiento de los jóvenes españoles hay de todo, desde gente de buena voluntad a muchos que reclaman venganza contra los partidos políticos, gente hambrienta de democracia, gente desempleada por la crisis, jóvenes frustrados, damnificados de Zapatero y una masa enorme de profesionales de la mentira y de la manipulación, entrenados como agitadores de masas y manipuladores de conciencias débiles en universidades, asociaciones vecinales y otros espacios donde la izquierda entrena a sus cachorros.
¿Qué saldrá de todo esto? Nos tememos que dentro del movimiento conviven demasiadas fuerzas y que todo está por definirse. Si se imponen los canallas, este es sólo el primer intento y que después, si la derecha gana las elecciones de 2012 y consigue arrebatar el poder a los socialistas, esos movimientos, en teoría populares y democráticos, convertirán la vida política y social española en un infierno, sin otro fin que desgastar a los que gobiernan y devolver el poder a la izquierda.
Pero existe también otra posibilidad, ésta ilusionante y esperanzadora, aunque difícilmente creíble, conociendo la calaña del poder político, Consistiría en que los auténticos jóvenes rebeldes, los que se han alzado contra el mundo injusto que les ha creado el gobierno de Zapatero, plagado de corrupción, despilfarro público, desempleo, desconfianza y desesperación, consigan imponerse sobre la marea de canallas que quiere manipularlos en las calles y plazas. Ojalá lo consigan y entonces España tendrá una oportunidad para resurgir, libre de su peor enemigo y de su más letal obstáculo: los grandes partidos políticos, que han olvidado la democracia, relegado el concepto de bien común y abandonado toda ideología, valor o principio que no sea el poder mismo y sus disfrutes.
El sueño de los españoles honrados y demócratas es que los jóvenes rebeldes se impongan a los canallas que pretenden infiltrarlos y consigan, finalmente, poder de rodillas a esos grandes partidos políticos españoles y a otros poderes blindados, agazapados tras la falsa democracia, que son los culpables de la postración del país, del asesinato de la esperanza, de la prostitución de la democracia y de la felicidad de todo un pueblo. Esos partidos y poderes, a juzgar por lo que han logrado, merecen ser borrados del mapa, como si sólo hubieran sido una pesadilla.
Y a partir de ahí, a construir un verdadero Estado de hombres y mujeres libres y responsables, de gente justa y reflexiva que no sea subyugada por la marea de ineptos, cínicos, corruptos y avarientos que han ocupado el poder para beneficio propio y de sus agrupaciones, que han relegado el bien común en aras del privilegio y que han instaurado en España un sistema inicuo disfrazado de democracia.
Los mensajes son confusos. Los más limpios e independientes piden cambios en la injusta Ley Electoral, el fin de los partidos políticos actuales, demasiado impunes y corruptos, y más democracia auténtica, pero los agentes infiltrados piden algo tan insólito y caduco como "más Estado", lo que equivale a menos libertad y a más indecencia y abuso. La última petición, forjada ayer, jueves, fue la de una "Tercera República".
Ese fue al menos el grito dominante que lanzaron los acampados en la madrileña Puerta del Sol, crecidos tal vez porque la prensa internacional les concedía sus portadas y la BBC, despistada como casi siempre, consideraba la acampada de Madrid como la "nueva plaza Tahrir" (la plaza de El Cairo donde se fraguó el fin de Hosni Mubarak).
¿Que habrá dicho el rey Borbón desde sus apartados cuarteles de la Zarzuela? ¿Tendrá él información privilegiada sobre el movimiento de los jóvenes? ¿Confía en que su admirado Zapatero le preserve la Corona?
¿Que está haciendo el PP ante el fenómeno de las manifestaciones juveniles? Parece que no hace nada, lo que responde a su espíritu siempre acojonado ante la izquierda. Deberían saber que la calle es de quien la toma y que quien se quede en su sede elaborando teorías conspiratorias puede perder la partida, una vez más.
¿Se disolverán los jóvenes, como ha ordenado la justa electoral, para respetar la jornada de reflexión? ¿Les disolverá el gobierno, como es su deber, cumpliendo así el mandato de la ley? ¿Permanecerá la policía frenada por el PSOE, un partido ya derrotado que cree que puede ganar votos con la revuelta?
Hay demasiadas incognitas, sospechas, indefiniciones y canallas actuando en la trastienda.
Los demócratas españoles deberían estar entusiasmados, pero están confundidos y con el miedo en el cuerpo. Esperaban que los jóvenes, víctimas del desempleo y sin futuro, se revolvieran contra Zapatero, el que les ha empujado hacia la desesperación y la pobreza, el gran culpable del drama de España, pero muchos de ellos (los agentes de la izquierda) gritan más fuerte contra la oposición del PP. Esperaban también que exigieran más democracia y una sociedad libre y con oportunidades, pero algunos muchachos han pedido un Estado más fuerte y más presencia de lo público en la sociedad, una ruta que estaba de moda en los tiempos de Stalin, pero que, posteriormente, fue derrotada por la Historia, tras el fracaso de la URSS, el Estado más asesino de la historia de la Humanidad con su propio pueblo.
Muchos demócratas españoles, aterrorizados por lo que está pasando en las calles y plazas, temen que la más certera versión sobre lo que está ocurriendo sea la del American Chronicle que no sólo aplaude a los manifestantes sino que anticipa la III República y tal vez un nuevo baño de sangre, como el que hundió a este país entre 1936 y 1939. Dice el "Chronicle": "España finalmente vuelve a abrazar su pasado radical, sus movimientos populares, sus tradiciones anarco-sindicalistas y sus sueños republicanos".
¿Qué III República piden los jóvenes del movimiento 15 M, la nueva, limpia, democrática, libre y occidental que soñamos los demócratas, o una reedición de aquella desgraciada II República derrotada por el general Franco, que quizás sea la que sueñen Zapatero y sus colaboradores?
España entera esta confundida ante el fenómeno de las acampadas, que está afectando emocionalmente a la ciudadanía en vísperas de la cita electoral del 22 de mayo, en la que el socialismo iba a ser masivamente derrotado en las urnas. Curiosamente, otro fenómeno capaz de alterar las conciencias y los votos, como aquel otro que elevó a Zapatero hasta el poder, contra pronóstico, cuando los trenes volaron por los aires en Madrid, en marzo de 2004, víctimas de bombas que, según dicen, pusieron unos aprendices de terroristas islamistas.
Algunos españoles crédulos y de buena fe exclaman: "Se cumple nuestro sueño. La gente ya está en la calle". Pero la clave es saber para qué esta la gente en la calle. Hay demasiadas incógnitas y sospechas: detrás del movimiento, al que cada día se suman más españoles frustrados por el gobierno y damnificados por el desempleo y la pobreza, hay agitadores profesionales de la izquierda y, curiosamente, toda la prensa amiga de los socialistas apoya a los manifestantes, mientras que los medios de comunicación que más han luchado por la libertad, son agredidos por los jóvenes rebeldes.
Otros advierten que nos quitemos la venda de los ojos y que miremos bien y veamos que detrás del movimiento están de nuevo socialistas y comunistas intentando torcer el sentido del voto, violando el espíritu de reflexión y calma que debe preceder siempre a la apertura de las urnas.
Nosotros, en Voto en Blanco, creemos que en el movimiento de los jóvenes españoles hay de todo, desde gente de buena voluntad a muchos que reclaman venganza contra los partidos políticos, gente hambrienta de democracia, gente desempleada por la crisis, jóvenes frustrados, damnificados de Zapatero y una masa enorme de profesionales de la mentira y de la manipulación, entrenados como agitadores de masas y manipuladores de conciencias débiles en universidades, asociaciones vecinales y otros espacios donde la izquierda entrena a sus cachorros.
¿Qué saldrá de todo esto? Nos tememos que dentro del movimiento conviven demasiadas fuerzas y que todo está por definirse. Si se imponen los canallas, este es sólo el primer intento y que después, si la derecha gana las elecciones de 2012 y consigue arrebatar el poder a los socialistas, esos movimientos, en teoría populares y democráticos, convertirán la vida política y social española en un infierno, sin otro fin que desgastar a los que gobiernan y devolver el poder a la izquierda.
Pero existe también otra posibilidad, ésta ilusionante y esperanzadora, aunque difícilmente creíble, conociendo la calaña del poder político, Consistiría en que los auténticos jóvenes rebeldes, los que se han alzado contra el mundo injusto que les ha creado el gobierno de Zapatero, plagado de corrupción, despilfarro público, desempleo, desconfianza y desesperación, consigan imponerse sobre la marea de canallas que quiere manipularlos en las calles y plazas. Ojalá lo consigan y entonces España tendrá una oportunidad para resurgir, libre de su peor enemigo y de su más letal obstáculo: los grandes partidos políticos, que han olvidado la democracia, relegado el concepto de bien común y abandonado toda ideología, valor o principio que no sea el poder mismo y sus disfrutes.
El sueño de los españoles honrados y demócratas es que los jóvenes rebeldes se impongan a los canallas que pretenden infiltrarlos y consigan, finalmente, poder de rodillas a esos grandes partidos políticos españoles y a otros poderes blindados, agazapados tras la falsa democracia, que son los culpables de la postración del país, del asesinato de la esperanza, de la prostitución de la democracia y de la felicidad de todo un pueblo. Esos partidos y poderes, a juzgar por lo que han logrado, merecen ser borrados del mapa, como si sólo hubieran sido una pesadilla.
Y a partir de ahí, a construir un verdadero Estado de hombres y mujeres libres y responsables, de gente justa y reflexiva que no sea subyugada por la marea de ineptos, cínicos, corruptos y avarientos que han ocupado el poder para beneficio propio y de sus agrupaciones, que han relegado el bien común en aras del privilegio y que han instaurado en España un sistema inicuo disfrazado de democracia.