Zapatero calienta los motores para presidir Europa durante los próximos seis meses. Antes sentía escaso interés por los asuntos europeos, pero ahora, políticamente acosado y inmerso en el fracaso como dirigente, mira hacia Europa esperando el "milagro" de que el brillo de la presidencia le haga recuperar popularidad y aceptación en una España que cada día le rechaza con más intensidad.
Los que conocen bien a José Luis Rodríguez Zapatero afirman que el rasgo más sorprendente de su concepción de la política y del gobierno no es su obsesión por acosar y aislar al PP a toda costa, incluso pactando con el nacionalismo más antiespañol, a pesar del enorme desgaste que esas actuaciones le ocasionan, sino su desinterés por la Unión Europea, un desinterés que hasta puede considerarse rechazo.
Ese desconocido rasgo del pensamiento político de Zapatero explica su fría relación con Alemania y su alejamiento de Francia, los dos países que constituyen el eje natural de Europa y que son los motores del proceso de integración política. También explica la extraña alianza que Zapatero mantuvo en Europa con el británico Tony Blair, toda una "bestia negra" del socialismo español por su amistad con José María Aznar y su pertenencia al odiado "Trio de las Azores" con George W. Bush. La alianza de Zapatero con Blair responde a que ambos comparten una misma concepción de Europa, de la que les interesan sus aspectos mercantiles, pero no los políticos.
A Zapatero le da miedo una Europa que le imponga ser demócrata, que le reste poder, que le obligue a respetar normas y reglas que él prefiere saltarse porque posee una concepción casi ilimitada y sin restricciones de su poder personal como jefe del gobierno de España, como demostró con su intervenciones irregulares en la OPA a ENDESA y en su hostigamiento a la empresa alemana Eon, realizados desde su propia oficina económica, en contra de las normas europeas y de las costumbres internacionales del libre mercado.
Él y Blair, partidarios de una Europa que no reste poder a los gobiernos nacionales, apoyaron la incorporación de los nuevos países del Este de Europa, incluso de Turquia, a pesar de que esa ruta de ampliación entorpece y casi cierra el camino a la cada día más difícil integración política de Europa, impulsada por Alemania y Francia.
Conozco a un amigo de Zapatero que cree que "al presidente le estorba Europa", entre otras razones porque "el proceso de integración europeo le resta poder". Pero los que conocen bien al presidente creen que las verdaderas razones de su rechazo a Europa son otras. La primera es que Zapatero cree que la integración se está haciendo con una óptica ideológica de derecha liberal y no desde una óptica de izquierda, y la segunda es que, en realidad, Zapatero desconoce la política exterior y, sobre todo, es un verdadero ignorante en política europea. Un tercer factor, quizás menos importante y más difuso, es que Zapatero tiende a relacionarse bien con países y dirigentes a los que él considera inferiores y se siente mal y acomplejado con los que son más poderosos y ricos que España, rasgo este último que explicaría perfectamente sus extrañas relaciones amistosas con Cuba, Venezuela, Bolivia, Siria, Irán y otros países menos desarrollados y ricos que España.
Zapatero, marcado por la imagen del fracaso, tendrá que demostrar pronto su verdadera concepción de Europa, ahora que asume la presidencia, aunque la suya será, inevitablemente, una presidencia devaluada por tres factores importantes: el primero la existencia de Herman Van Rompuy, presidente institucional del Consejo Europeo, elegido democráticamente en noviembre de 2009, hecho que oscurece el brillo de la tradicional presidencia rotatoria; el segundo es su fracasada gestión de la crisis económica, que ha convertido a España en el país más problemático y enfermo de Europa y en la patria del desempleo, del déficit público galopante y del avance de la pobreza; el tercero es su escaso prestigio internacional, acentuado en esta etapa por su declive político en España, donde las encuestas reflejan que, con toda probabilidad, será derrotado en las próximas elecciones.
Los que conocen bien a José Luis Rodríguez Zapatero afirman que el rasgo más sorprendente de su concepción de la política y del gobierno no es su obsesión por acosar y aislar al PP a toda costa, incluso pactando con el nacionalismo más antiespañol, a pesar del enorme desgaste que esas actuaciones le ocasionan, sino su desinterés por la Unión Europea, un desinterés que hasta puede considerarse rechazo.
Ese desconocido rasgo del pensamiento político de Zapatero explica su fría relación con Alemania y su alejamiento de Francia, los dos países que constituyen el eje natural de Europa y que son los motores del proceso de integración política. También explica la extraña alianza que Zapatero mantuvo en Europa con el británico Tony Blair, toda una "bestia negra" del socialismo español por su amistad con José María Aznar y su pertenencia al odiado "Trio de las Azores" con George W. Bush. La alianza de Zapatero con Blair responde a que ambos comparten una misma concepción de Europa, de la que les interesan sus aspectos mercantiles, pero no los políticos.
A Zapatero le da miedo una Europa que le imponga ser demócrata, que le reste poder, que le obligue a respetar normas y reglas que él prefiere saltarse porque posee una concepción casi ilimitada y sin restricciones de su poder personal como jefe del gobierno de España, como demostró con su intervenciones irregulares en la OPA a ENDESA y en su hostigamiento a la empresa alemana Eon, realizados desde su propia oficina económica, en contra de las normas europeas y de las costumbres internacionales del libre mercado.
Él y Blair, partidarios de una Europa que no reste poder a los gobiernos nacionales, apoyaron la incorporación de los nuevos países del Este de Europa, incluso de Turquia, a pesar de que esa ruta de ampliación entorpece y casi cierra el camino a la cada día más difícil integración política de Europa, impulsada por Alemania y Francia.
Conozco a un amigo de Zapatero que cree que "al presidente le estorba Europa", entre otras razones porque "el proceso de integración europeo le resta poder". Pero los que conocen bien al presidente creen que las verdaderas razones de su rechazo a Europa son otras. La primera es que Zapatero cree que la integración se está haciendo con una óptica ideológica de derecha liberal y no desde una óptica de izquierda, y la segunda es que, en realidad, Zapatero desconoce la política exterior y, sobre todo, es un verdadero ignorante en política europea. Un tercer factor, quizás menos importante y más difuso, es que Zapatero tiende a relacionarse bien con países y dirigentes a los que él considera inferiores y se siente mal y acomplejado con los que son más poderosos y ricos que España, rasgo este último que explicaría perfectamente sus extrañas relaciones amistosas con Cuba, Venezuela, Bolivia, Siria, Irán y otros países menos desarrollados y ricos que España.
Zapatero, marcado por la imagen del fracaso, tendrá que demostrar pronto su verdadera concepción de Europa, ahora que asume la presidencia, aunque la suya será, inevitablemente, una presidencia devaluada por tres factores importantes: el primero la existencia de Herman Van Rompuy, presidente institucional del Consejo Europeo, elegido democráticamente en noviembre de 2009, hecho que oscurece el brillo de la tradicional presidencia rotatoria; el segundo es su fracasada gestión de la crisis económica, que ha convertido a España en el país más problemático y enfermo de Europa y en la patria del desempleo, del déficit público galopante y del avance de la pobreza; el tercero es su escaso prestigio internacional, acentuado en esta etapa por su declive político en España, donde las encuestas reflejan que, con toda probabilidad, será derrotado en las próximas elecciones.