El PSOE de Sánchez responde a sus tremendos escándalos de corrupción esparciendo porquería falsa hacia sus adversarios, Los delitos no son comparables porque los socialistas son reales y bochornosos y los que se atribuyen a la derecha son inventados o ligeros. Ante las sólidas acusaciones a la esposa de Pedro Sánchez, el socialismo responde con acusaciones falsas a la esposa de Feijóo. A la abrumadora montaña de mierda que representa el caso ´"Abalos-Koldo", que afecta a varios ministerios y a la misma esposa del presidente, el sanchismo responde acusando a la presidenta de Madrid de posibles irregularidades fiscales que cometió su novio antes de que Ayuso y él se conocieran.
Han llegado a llamar a la presidenta de Madrid, a la que odian porque ha expulsado a la izquierda madrileña del poder derrotándola en las urnas, "novio de la muerte". El objetivo es derrotarla bajo una lluvia de acusaciones falsas, ya que no pueden hacerlo con votos democráticos.
Un paródico como La Voz de Murcia describe así lo ocurrido ayer en la cochinera del Congreso: "Los instintos más básicos y primarios siguen floreciendo en la Carrera de San Jerónimo, las vísceras han ¡okupado! la razón, y los insultos han suplantado a la decencia".
No hay proporcionalidad, ni equiparación, sino venganza rabiosa y reacciones mafiosas. Por su parte, el PP, que también tiene su mochila llena de corrupción, aunque menos que el PSOE, ha optado por la guerra total y, sin miedo, se está lanzando contra el punto más débil de Sánchez, que es la posible corrupción de su esposa Begoña.
El resultado de todo esto es una trifulca miserable y una pelea de niñatos que denigra a España y la hace aparecer ante sus aliados y el resto del mundo como un país podrido y en manos de políticos mafiosos.
El rey tiene que intervenir y poder orden. Es cierto que el monarca no tiene poder ejecutivo, pero tiene todo el poder moral del mundo, otorgado por la Constitución, que lo designa como gran árbitro y gran defensor de la nación. Cuando España estuvo en peligro por causa de la rebelión catalana, el Rey intervino con éxito y frenó el golpe del independentismo delincuente. Ahora, con la política convertida en una pocilga donde se revuelcan los cochinos, existen peligros mayores que entonces para España, pero el Rey no se atreve a intervenir.
Los políticos han olvidado que el liderazgo exige ejemplaridad. Ellos, al ejercer el poder, están obligados a ser ejemplares y a enaltecer a los ciudadanos con su ejemplo, no a avergonzarlos y llenarlos de vómitos y de asco, como está ocurriendo en esta España donde el pueblo está siendo enterrado bajo montañas de excrementos políticos.
La política, cuando se convierte en carroña, no es política sino delincuencia institucional y oficial y requiere cirugía agresiva.
Francisco Rubiales
Han llegado a llamar a la presidenta de Madrid, a la que odian porque ha expulsado a la izquierda madrileña del poder derrotándola en las urnas, "novio de la muerte". El objetivo es derrotarla bajo una lluvia de acusaciones falsas, ya que no pueden hacerlo con votos democráticos.
Un paródico como La Voz de Murcia describe así lo ocurrido ayer en la cochinera del Congreso: "Los instintos más básicos y primarios siguen floreciendo en la Carrera de San Jerónimo, las vísceras han ¡okupado! la razón, y los insultos han suplantado a la decencia".
No hay proporcionalidad, ni equiparación, sino venganza rabiosa y reacciones mafiosas. Por su parte, el PP, que también tiene su mochila llena de corrupción, aunque menos que el PSOE, ha optado por la guerra total y, sin miedo, se está lanzando contra el punto más débil de Sánchez, que es la posible corrupción de su esposa Begoña.
El resultado de todo esto es una trifulca miserable y una pelea de niñatos que denigra a España y la hace aparecer ante sus aliados y el resto del mundo como un país podrido y en manos de políticos mafiosos.
El rey tiene que intervenir y poder orden. Es cierto que el monarca no tiene poder ejecutivo, pero tiene todo el poder moral del mundo, otorgado por la Constitución, que lo designa como gran árbitro y gran defensor de la nación. Cuando España estuvo en peligro por causa de la rebelión catalana, el Rey intervino con éxito y frenó el golpe del independentismo delincuente. Ahora, con la política convertida en una pocilga donde se revuelcan los cochinos, existen peligros mayores que entonces para España, pero el Rey no se atreve a intervenir.
Los políticos han olvidado que el liderazgo exige ejemplaridad. Ellos, al ejercer el poder, están obligados a ser ejemplares y a enaltecer a los ciudadanos con su ejemplo, no a avergonzarlos y llenarlos de vómitos y de asco, como está ocurriendo en esta España donde el pueblo está siendo enterrado bajo montañas de excrementos políticos.
La política, cuando se convierte en carroña, no es política sino delincuencia institucional y oficial y requiere cirugía agresiva.
Francisco Rubiales