Acaba de afirmar Zapatero justo lo contrario de lo que se acordó en la reciente cumbre de Washington, que en España no habrá incentivos fiscales para reactivar la economía, sino más gasto público, una receta desfasada, de fracaso demostrado por la Historia y suicida, que nos llevará hacia el hundimiento a velocidad de vértigo.
La decisión de Zapatero parece demostrar que es un intervencionista peligroso y que su sueño, como el de Lenin, es convertir al gobierno en el gran empresario de la nación y, si es posible, en el único.
Pretender que confiemos en el Estado para que nos salve de la crisis per medio del gasto público es toda una locura. El Estado y, especialmente, el español no ha dejado de demostrar su incompetencia año tras año. Recientemente, bajo el mandato de Zapatero ha negado la crisis, la ha minimizado, la ha atribuido a fuerzas externas (Bush), ha sacado pecho, haciendo el ridículo ante el mundo, ha suplicado un puesto de segunda en la "cumbre" de Washington, ha empeñado la dignidad de España y ha pretendido engañar a todos, mientras que en España ha mostrado su peor estilo como lider lanzando contra el sufrido contriubuyente, en tiempos de crisis, a una legión de inspectores y policías con la orden de recaudar a base de multas y denuncias, para que no les falte dinero a la inepta casta del poder, entre cuyos "méritos" figuran dos dignos de ser destacados: haber liquidado la democracia, convirtiéndola en una sucia oligocracia de partidos, y habernos empujado con fuerza e ineptitud hacia el actual estado de crisis y postración.
Que nadie olvide que el Estado del que habla Zapatero, el que pretende salvarnos con gasto público, es un Estado insostenible, de los más hipertrofiados, absurdos y caros del mundo, que ha triplicado el número de funcionarios en las últimas dos décadas y que ha multiplicado por veinte el número de asesores, enchufados y "clientes" colocados por el poder, actualizando las Taifas que creímos superadas por la Historia, creando cortes suntuosas en cada autornomía y en cada provincia, hasta alcanzar la cifra de tres millones de funcionarios y trescientos mil asesores y enchufados, muchos de ellos "adornados" con coches de lujo, secretarias, tarjetas de crédito y mil privilegios más, todos pagados por los esquilmados contribuyentes de España, generando una burocracia estatal y elitista tan antidemocrática, costosa y monstruosa que pocos países del mundo, incluyendo a los más ricos, podrían costearla.
La única receta lógica y eficaz en estos tiempos consistiría en apuntalar a las empresas para que no cierren y frenar así el desempleo. La única forma de ayudarlas es bajandoles la presión fiscal y facilitándoles créditos. El gobierno de Zapatero está haciendo justo lo contrario: atosigándolas con subidas de impuestos, tasas e inspecciones y provocando el cierre de miles de pequeñas y medianas empresas, que, atribuladas por el propio gobierno que mantienen, no tienen otro remedio que enviar a sus trabajadores al paro.
Sin que los ciudadanos, que en teoría somos los soberanos del sistema, podamos hacer nada para evitarlo, salvo denunciarlo con palabras, Zapatero ha decidido esquilmarnos más para que su gobierno pueda seguir teniendo más dinero y privilegios y se transforme en el gran empresario de la nación. Por ese camino, jamás un gobierno ha derrotado una crisis a lo largo de la Historia.
Es cierto que España no ha tenido un liderazgo tan nocivo desde Fernando VII.
¡Que Dios bendiga y salve a España!
La decisión de Zapatero parece demostrar que es un intervencionista peligroso y que su sueño, como el de Lenin, es convertir al gobierno en el gran empresario de la nación y, si es posible, en el único.
Pretender que confiemos en el Estado para que nos salve de la crisis per medio del gasto público es toda una locura. El Estado y, especialmente, el español no ha dejado de demostrar su incompetencia año tras año. Recientemente, bajo el mandato de Zapatero ha negado la crisis, la ha minimizado, la ha atribuido a fuerzas externas (Bush), ha sacado pecho, haciendo el ridículo ante el mundo, ha suplicado un puesto de segunda en la "cumbre" de Washington, ha empeñado la dignidad de España y ha pretendido engañar a todos, mientras que en España ha mostrado su peor estilo como lider lanzando contra el sufrido contriubuyente, en tiempos de crisis, a una legión de inspectores y policías con la orden de recaudar a base de multas y denuncias, para que no les falte dinero a la inepta casta del poder, entre cuyos "méritos" figuran dos dignos de ser destacados: haber liquidado la democracia, convirtiéndola en una sucia oligocracia de partidos, y habernos empujado con fuerza e ineptitud hacia el actual estado de crisis y postración.
Que nadie olvide que el Estado del que habla Zapatero, el que pretende salvarnos con gasto público, es un Estado insostenible, de los más hipertrofiados, absurdos y caros del mundo, que ha triplicado el número de funcionarios en las últimas dos décadas y que ha multiplicado por veinte el número de asesores, enchufados y "clientes" colocados por el poder, actualizando las Taifas que creímos superadas por la Historia, creando cortes suntuosas en cada autornomía y en cada provincia, hasta alcanzar la cifra de tres millones de funcionarios y trescientos mil asesores y enchufados, muchos de ellos "adornados" con coches de lujo, secretarias, tarjetas de crédito y mil privilegios más, todos pagados por los esquilmados contribuyentes de España, generando una burocracia estatal y elitista tan antidemocrática, costosa y monstruosa que pocos países del mundo, incluyendo a los más ricos, podrían costearla.
La única receta lógica y eficaz en estos tiempos consistiría en apuntalar a las empresas para que no cierren y frenar así el desempleo. La única forma de ayudarlas es bajandoles la presión fiscal y facilitándoles créditos. El gobierno de Zapatero está haciendo justo lo contrario: atosigándolas con subidas de impuestos, tasas e inspecciones y provocando el cierre de miles de pequeñas y medianas empresas, que, atribuladas por el propio gobierno que mantienen, no tienen otro remedio que enviar a sus trabajadores al paro.
Sin que los ciudadanos, que en teoría somos los soberanos del sistema, podamos hacer nada para evitarlo, salvo denunciarlo con palabras, Zapatero ha decidido esquilmarnos más para que su gobierno pueda seguir teniendo más dinero y privilegios y se transforme en el gran empresario de la nación. Por ese camino, jamás un gobierno ha derrotado una crisis a lo largo de la Historia.
Es cierto que España no ha tenido un liderazgo tan nocivo desde Fernando VII.
¡Que Dios bendiga y salve a España!
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