Información y Opinión

La policía española necesita actualizar sus prioridades y luchar más contra la corrupción que contra ETA



La lejanía entre políticos y ciudadanos es notoria y escandalosa. Aunque los políticos españoles y policías siguen otorgando a ETA la prioridad absoluta, el pueblo lo tiene claro y cree que la corrupción es un enemigo mucho más cruel, dañino y peligroso que el terrorismo.
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Aunque el gobierno, quizás porque le conviene, sigue viendo en ETA al "gran enemigo", para los ciudadanos españoles el viejo terrorismo ya no es tan temido ni odiado como otros enemigos más actuales y dañinos, entre los que destaca, por encima de todos, la corrupción política, afincada en los partidos políticos y señalada en las encuestas como una de las grandes preocupaciones de la sociedad española, mientras que ETA ya ha desaparecido de la lista de grandes temores.

Cuando recientemente tomaba posesión la nueva cúpula policial española, nombrada por el nuevo gobierno de Rajoy, los nuevos mandos, fieles a las preocupaciones y sensibilidades del gobierno que los nombra, se apresuraron a reafirmar su interés por luchar contra el terrorismo, pero no dijeron ni una palabra sobre la lucha contra la corrupción, a pesar de que esa lucha reclama más prioridad, recursos y esfuerzos que el terrorismo agonizante etarra.

Para los políticos, quizás porque la corrupción está en ellos mismos, el enemigo sigue siendo ETA, pero, para los ciudadanos, el verdadero enemigo del presente es la corrupción y la denostada casta política.

La verdad estadística y los hechos establecen claramente que la corrupción es hoy un enemigo cien veces más temible que ETA, del mismo modo que demuestra que la policía ha triunfado en la lucha contra los terroristas y fracasado contra la corrupción, un fenómeno que no ha parado de crecer en los últimos años, hasta el punto de degradar la convivencia y el prestigio y la calidad de la democracia española. El terrorismo vasco posee apenas algunos comandos ocultos sin detectar, los cuales están siendo permanentemente acosados por las policías de Francia y España, mientras que hay más de mil políticos presuntamente corruptos que están siendo investigados por anticorrupción, una cifra que, según las estadísticas, no es ni siquiera el 10 por ciento del total de corruptos dignos de ser investigados y, en su caso, juzgados por delitos de corrupción y abuso de poder en España.

ETA no ha causado en toda su larga historia de casi 50 años ni una ínfima parte de las víctimas y estragos causados en Estaña por la corrupción, tan sólo en las dos últimas décadas. A ETA le debemos un millar de muertos y daños relativamente leves a la economía, causados por la extorsión a los empresarios y a las bombas, mientras que a la corrupción le debemos estragos en la economía, millones de desempleados y pobres sin esperanza, pérdida de negocios en masa y de prestigio internacional y un número de víctimas muy superior, entre caídos por el suicidio, el crimen provocado por la injusticia, la pobreza extrema, el desahucio, el desempleo pertinaz, el desamparo y otras muchas injusticias y calamidades.

ETA le ha servido tradicionalmente al gobierno de turno para distraer la atención de los ciudadanos y desviarla de los grandes problemas reales de España: creciente distancia entre ricos y pobres, desigualdad ante la Justicia, que es complaciente con los que tienen poder e implacable con los débiles, inseguridad de los humildes ante la enfermedad y la muerte, desempleo masivo a pesar del derecho humano a trabajar, ciudadanos acribillados a impuestos, mientras que los poderosos se escapan del fisco y un largo etcétera que convierte a España en un país básicamente desequilibrado, injusto y miserable.

La policía española, reflejo de los gobiernos que les mandan, está más interesada en el orden que en la justicia y pone más interés en defender a los que gobiernan que al pueblo, que en democracia es el soberano. Lógicamente, pondrán más interés en luchar contra lejanos etarras vascos que contra corruptos que suelen ocupar palacios, ministerios y edificios públicos.

La policía, al igual que los últimos gobiernos españoles, siguen viviendo en el siglo XX y no han logrado todavía asumir los valores y principios que rigen el devenir en el nuevo siglo XXI. El siglo XX fue el siglo de los gobiernos, muchos de los cuales, atiborrados de poder y de arrogancia, no dudaron en asesinar a decenas de millones de ciudadanos, como ocurrió en China, la URSS, Alemania, Camboya y otros muchos países, mientras que el siglo XXI se perfila como el siglo de los ciudadanos, donde el pueblo se rebelará contra los abusos e injusticias pilotados por las clases dirigentes.Esa lucha del pueblo contra la sociedad injusta construida por los políticos ha tenido ya episodios violentos en Egipto, Tunez, Libia, Siria, Yemen y otros países, mientras se está gestamndo y extendiendo la rebelión contra los gobernantes injustos y los corruptos en decenas de naciones, entre ellas España.

Muchos pensadores tememos que en esa lucha, que ya se desarrolla en algunos países y que pronto será una realidad en otros muchos, como una ola indetenible de decencia ciudadana, la policía, incumpliendo su deber constitucional y democrático, tomará partido, una vez más, por defender a los mismos poderosos que, desde el poder, han aniquilado la justicia, la equidad y la decencia, sembrando la sociedad de desigualdad, corrupción, crisis y sufrimiento.


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Lunes, 16 de Enero 2012
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