Se reactiva la lucha entre lobos que se odian
El PSOE andaluz está viviendo, de forma convulsa y decepcionante, su relevo obligado del poder, mientras el pueblo andaluz asiste a los prolegómenos de lo que amenaza con ser un terremoto, en lugar de una etapa en la que los socialistas reflexionen y se regeneren. La pérdida de la Junta de Andalucía por primera vez, tras 36 años ininterrumpidos de poder, está siendo mal digerida por el socialismo, que amenaza con convertir Andalucía en un infierno, mientras las rencillas y los viejos odios entre Sánchez y Susana resucitan y corroen el interior del partido.
El PSOE andaluz, acostumbrado a mandar, inicia hoy su calvario, lejos de las tetas del Estado, algo que es común para millones de andaluces, pero que para los nuevos señoritos representa toda una tragedia que no quieren ni saben soportar. Para desgracia de los andaluces y del sistema, no están aprovechando la derrota, como debieran, para corregir sus errores y a regenerarse, sino que recurren a la rabia, a la soberbia y a la protesta callejera, sin reconocer sus enormes carencias y sin admitir que tanto poder continuo les ha convertido en monstruos.
Aunque parezca impropio de un partido de gran tradición y con larga experiencia de gobierno, el PSOE de Andalucía está alentando las protestas ante el Parlamento y hasta ha fletado autobuses para agrandar la protesta. El PSOE andaluz, tras la reunión de la ejecutiva regional, confirmó su apoyo expreso a una movilización organizada hoy en torno al Parlamento de Andalucía, en teoría para defender los derechos de la mujer, que nadie ha amenazado, al igual que han hecho otros partidos como Adelante Andalucía, el Partido Comunista de Andalucía, sindicatos y organizaciones diversas como el colectivo LGTBI o Ecologistas en Acción.
Lo único que está amenazado es el derrame irresponsable de cientos de millones de euros destinados a pagar sueldos y privilegios de activistas encuadrados en miles de organizaciones que en teoría defienden a la mujer, todas ellas generosamente subvencionadas, pero que, como se ha comprobado, esas organizaciones son, sobre todo, piezas de la densa red clientelar, puras plataformas para captar votos para el socialismo.
Dividido internamente, entre los partidarios de que Susana siga al frente del socialismo andaluz y los que quieren una seria autocrítica y un relevo en el liderazgo, como ella prometió que haría si sufría una derrota electoral, el socialismo andaluz no sabe como gestionar su salida del poder y está improvisando, sin encontrar su sitio y sin un ápice de sentido crítico y espíritu de cambio.
Es el miedo al vacío que reina lejos del poder, más que la pérdida teórica de derechos y la aparición de VOX con fuerza arrolladora, lo que está moviendo la histeria del PSOE en Andalucía.
Este posicionamiento del PSOE y la carta publicada el pasado domingo por la presidenta en funciones de la Junta, Susana Díaz, en la que alentaba a los "progresistas" a movilizarse ante la derecha que blanquea el «franquismo político», no sentó bien en el seno del PP, que acusó a los socialistas de hacer un uso partidista de «un tema tan sensible como la violencia de género, como excusa para hacer un escrache en la investidura» y de tener un «mal perder».
«No sólo no se ha retrocedido ni un milímetro en la lucha contra la violencia de género, sino que en el acuerdo firmado con Ciudadanos está seguir avanzando todos unidos para poner fin a esta lacra», subrayó la secretaria general del PP andaluz, Loles López.
El drama de Andalucía, que por culpa del mal gobierno ha permanecido durante cuatro décadas en la cola del atraso y la pobreza en Europa, siendo, además, campeones europeos en corrupción e impuestos elevados, amenaza con cambiar ahora de rostro para seguir activado, de nuevo obra del socialismo, que pretende ahora convertir en un infierno la acción del nuevo gobierno, tras haber optado el susanismo por tomar las calles y alimentar la furia de sus partidarios, que van a quedarse sin las subvenciones y sin el sustento que la Junta les repartía, procedentes de los fondos públicos.
Millones de andaluces, que celebraban el cambio con la esperanza de que el nuevo gobierno les condujera hasta una sociedad más justa y más prospera, sienten ahora la amenaza de un socialismo que no admite su derrota y que, al parecer, piensa utilizar su fuerza, que no es poca, en dinamitar al nuevo gobierno desde las calles.
Francisco Rubiales
El PSOE andaluz, acostumbrado a mandar, inicia hoy su calvario, lejos de las tetas del Estado, algo que es común para millones de andaluces, pero que para los nuevos señoritos representa toda una tragedia que no quieren ni saben soportar. Para desgracia de los andaluces y del sistema, no están aprovechando la derrota, como debieran, para corregir sus errores y a regenerarse, sino que recurren a la rabia, a la soberbia y a la protesta callejera, sin reconocer sus enormes carencias y sin admitir que tanto poder continuo les ha convertido en monstruos.
Aunque parezca impropio de un partido de gran tradición y con larga experiencia de gobierno, el PSOE de Andalucía está alentando las protestas ante el Parlamento y hasta ha fletado autobuses para agrandar la protesta. El PSOE andaluz, tras la reunión de la ejecutiva regional, confirmó su apoyo expreso a una movilización organizada hoy en torno al Parlamento de Andalucía, en teoría para defender los derechos de la mujer, que nadie ha amenazado, al igual que han hecho otros partidos como Adelante Andalucía, el Partido Comunista de Andalucía, sindicatos y organizaciones diversas como el colectivo LGTBI o Ecologistas en Acción.
Lo único que está amenazado es el derrame irresponsable de cientos de millones de euros destinados a pagar sueldos y privilegios de activistas encuadrados en miles de organizaciones que en teoría defienden a la mujer, todas ellas generosamente subvencionadas, pero que, como se ha comprobado, esas organizaciones son, sobre todo, piezas de la densa red clientelar, puras plataformas para captar votos para el socialismo.
Dividido internamente, entre los partidarios de que Susana siga al frente del socialismo andaluz y los que quieren una seria autocrítica y un relevo en el liderazgo, como ella prometió que haría si sufría una derrota electoral, el socialismo andaluz no sabe como gestionar su salida del poder y está improvisando, sin encontrar su sitio y sin un ápice de sentido crítico y espíritu de cambio.
Es el miedo al vacío que reina lejos del poder, más que la pérdida teórica de derechos y la aparición de VOX con fuerza arrolladora, lo que está moviendo la histeria del PSOE en Andalucía.
Este posicionamiento del PSOE y la carta publicada el pasado domingo por la presidenta en funciones de la Junta, Susana Díaz, en la que alentaba a los "progresistas" a movilizarse ante la derecha que blanquea el «franquismo político», no sentó bien en el seno del PP, que acusó a los socialistas de hacer un uso partidista de «un tema tan sensible como la violencia de género, como excusa para hacer un escrache en la investidura» y de tener un «mal perder».
«No sólo no se ha retrocedido ni un milímetro en la lucha contra la violencia de género, sino que en el acuerdo firmado con Ciudadanos está seguir avanzando todos unidos para poner fin a esta lacra», subrayó la secretaria general del PP andaluz, Loles López.
El drama de Andalucía, que por culpa del mal gobierno ha permanecido durante cuatro décadas en la cola del atraso y la pobreza en Europa, siendo, además, campeones europeos en corrupción e impuestos elevados, amenaza con cambiar ahora de rostro para seguir activado, de nuevo obra del socialismo, que pretende ahora convertir en un infierno la acción del nuevo gobierno, tras haber optado el susanismo por tomar las calles y alimentar la furia de sus partidarios, que van a quedarse sin las subvenciones y sin el sustento que la Junta les repartía, procedentes de los fondos públicos.
Millones de andaluces, que celebraban el cambio con la esperanza de que el nuevo gobierno les condujera hasta una sociedad más justa y más prospera, sienten ahora la amenaza de un socialismo que no admite su derrota y que, al parecer, piensa utilizar su fuerza, que no es poca, en dinamitar al nuevo gobierno desde las calles.
Francisco Rubiales