El sanchismo ha inundado España de agresiones y destrozos. Los ha causado en la economía, la política, la ética, la justicia, el prestigio, la ilusión y la esperanza. Ha convertido España en un país dividido e invadido por la mentira, la corrupción y el mal gobierno, al mismo tiempo que empobrecía y restaba derechos y libertades a los ciudadanos.
Su política de rechazo y odio a la derecha y a otros adversarios ha dividido al país, lo ha crispado, empobrecido y creado un ambiente negativo y hostil parecido al que vivió España en vísperas de la Guerra Civil de 1936, donde las derechas y las izquierdas terminaron matándose.
El balance del sanchismo es aterrador y lo veremos con toda claridad y espanto cuando Sánchez pierda el poder y los medios de comunicación comprados dejen de ocultar la realidad.
Pero el peor de todos los estragos causados por Sánchez y su banda ha sido acabar con el espíritu de reconciliación y perdón que España asumió en la Transición. Al morir Franco, y resucitar con maldad y crueldad los odios, rencores y enfrentamientos de la desgraciada España que se enfrentó en una terrible guerra civil.
El odio, estimulado miserablemente desde las izquierdas, preside ya la vida de los españoles: odio a los políticos, a lo que llaman "ultraderecha", a los ricos, a los empresarios, a los triunfadores, a los inmigrantes ilegales, a los vascos y catalanes separatistas, a los que aman a España y a todo el que piense distinto.
En sanchismo, consciente de que ya sólo pueden votarle los grupos marginados y subvencionados que apenas producen y aportan al bien común, se ha volcado en ellos y ha estimulado el odio, que es el alimento preferido de las bestias antisociales y deshumanizadas.
Lo malo de este escenario es que parece que Pedro Sánchez esté dispuesto a todo con tal de mantenerse en el poder, incluso a incendiar el país en una hoguera de odio.
La política española está llena de ese odio peligroso que engendra violencia y abre las puertas a la guerra. Con ese odio en la sangre y en la mirada, muchos de nuestros actuales políticos son un verdadero peligro para la convivencia en paz. Hasta ahora había que rechazarlos por corruptos, pero todavía es más peligroso que sean una amenaza mortal para la paz y el futuro.
Si alguien no está convencido de que el odio preside nuestra convivencia, que escuche los discursos de Rufián o analice las tesis contra la derecha y contra VOX que esgrimen el PSOE y Podemos.
¿A qué se debe ese drama? Hay varias razones, pero sobresalen dos: la primera es el mal gobierno, que con sus injusticias, abusos y arbitrariedades, provoca dolor, angustia, desesperación y odio en la sociedad; la segunda es la consecuencia lógica del odio sectario sembrado por algunos de nuestros políticos, como los nacionalistas en Cataluña y el revanchista odio sectario de Pedro Sánchez.
No es cierto que los españoles tengan los gobernantes que merecen. Los españoles son mucho mejores que sus políticos y es imposible contemplar en la sociedad tanta miseria y suciedad como la que se concentra en los palacios del poder, ministerios y sedes de los partidos.
La política es mucho peor que la sociedad. El odio, la falta de valores y la tendencia a delinquir que se perciben en la clase política superan con mucho a los existentes en la sociedad. Documentos y leyes como los que encierra la Ley de Memoria Democrática, que destila odio por los cuatro costados, sólo son posibles cuando sus redactores y promotores están carcomidos y podridos de odio.
Esto hay que cambiarlo y la única manera democrática y justa de hacerlo es derrotando en las urnas a los promotores del odio y del rencor.
Francisco Rubiales
Su política de rechazo y odio a la derecha y a otros adversarios ha dividido al país, lo ha crispado, empobrecido y creado un ambiente negativo y hostil parecido al que vivió España en vísperas de la Guerra Civil de 1936, donde las derechas y las izquierdas terminaron matándose.
El balance del sanchismo es aterrador y lo veremos con toda claridad y espanto cuando Sánchez pierda el poder y los medios de comunicación comprados dejen de ocultar la realidad.
Pero el peor de todos los estragos causados por Sánchez y su banda ha sido acabar con el espíritu de reconciliación y perdón que España asumió en la Transición. Al morir Franco, y resucitar con maldad y crueldad los odios, rencores y enfrentamientos de la desgraciada España que se enfrentó en una terrible guerra civil.
El odio, estimulado miserablemente desde las izquierdas, preside ya la vida de los españoles: odio a los políticos, a lo que llaman "ultraderecha", a los ricos, a los empresarios, a los triunfadores, a los inmigrantes ilegales, a los vascos y catalanes separatistas, a los que aman a España y a todo el que piense distinto.
En sanchismo, consciente de que ya sólo pueden votarle los grupos marginados y subvencionados que apenas producen y aportan al bien común, se ha volcado en ellos y ha estimulado el odio, que es el alimento preferido de las bestias antisociales y deshumanizadas.
Lo malo de este escenario es que parece que Pedro Sánchez esté dispuesto a todo con tal de mantenerse en el poder, incluso a incendiar el país en una hoguera de odio.
La política española está llena de ese odio peligroso que engendra violencia y abre las puertas a la guerra. Con ese odio en la sangre y en la mirada, muchos de nuestros actuales políticos son un verdadero peligro para la convivencia en paz. Hasta ahora había que rechazarlos por corruptos, pero todavía es más peligroso que sean una amenaza mortal para la paz y el futuro.
Si alguien no está convencido de que el odio preside nuestra convivencia, que escuche los discursos de Rufián o analice las tesis contra la derecha y contra VOX que esgrimen el PSOE y Podemos.
¿A qué se debe ese drama? Hay varias razones, pero sobresalen dos: la primera es el mal gobierno, que con sus injusticias, abusos y arbitrariedades, provoca dolor, angustia, desesperación y odio en la sociedad; la segunda es la consecuencia lógica del odio sectario sembrado por algunos de nuestros políticos, como los nacionalistas en Cataluña y el revanchista odio sectario de Pedro Sánchez.
No es cierto que los españoles tengan los gobernantes que merecen. Los españoles son mucho mejores que sus políticos y es imposible contemplar en la sociedad tanta miseria y suciedad como la que se concentra en los palacios del poder, ministerios y sedes de los partidos.
La política es mucho peor que la sociedad. El odio, la falta de valores y la tendencia a delinquir que se perciben en la clase política superan con mucho a los existentes en la sociedad. Documentos y leyes como los que encierra la Ley de Memoria Democrática, que destila odio por los cuatro costados, sólo son posibles cuando sus redactores y promotores están carcomidos y podridos de odio.
Esto hay que cambiarlo y la única manera democrática y justa de hacerlo es derrotando en las urnas a los promotores del odio y del rencor.
Francisco Rubiales