Existe una nueva izquierda millonaria que es furiosamente antiyanky (todavía más anti Bush) y que considera al cristianismo un enemigo más peligroso que el mismísimo islamismo radical. Nadie sabe de donde ni cómo ha surgido esa nueva izquierda, ni hacia donde se dirige, pero sí se sabe que no es obrera, que ama la buena vida, que está tan lejos de la lucha de clases como la derecha tradicional, que a sus líderes les gusta mucho el dinero y que no está contenta con el mundo globalizado, de inspiración liberal, que les ha tocado vivir.
Es una izquierda nueva que se abre camino en Europa y en el mismo corazón del imperio americano, que lee a Noam Chonsky y se siente calurosamente identificada con el nuevo libro de George Soros “The Age of Fallibility – Consequences of the war on terror”.
Es una izquierda que ya no considera como sus predilectos a los obreros y a los desamparados, sino que dirige su discurso a las masas de ciudadanos más incultos y manipulables, donde están los caladeros de votos que otorgan lo que a ellos de verdad les interesa: el poder.
En Europa, donde está encarnada por el español Zapatero y por otros líderes con menos proyección, esa nueva izquierda es antiyanky y más próxima al islamismo radical que al catolicismo, cuyo poder temporal e influencia social y cultural les enerva. En Estados Unidos, se oponen al presidente Bush, al que consideran un fascista peligroso, se alinean con el candidato demócrata Obama y critican el “estúpido” sueño estratégico americano de expandir la democracia a través de la guerra, entre otras razones porque dicen que los valores no se pueden exportar, sobre todo porque no existen las condiciones adecuadas. Pero la verdad oculta de su antiamericanismo es que, en el fondo de sus almas, odian la democracia porque es un sistema que controla el poder y limita la ambición de los dirigentes.
No tienen un programa alternativo a los neoliberales, pero critican la estrategia actual del imperio americano con un tesón sorprendente. Dicen, por ejemplo, que no tiene sentido haber empleado misiles contra Sadam, mientras que se respetaba al más sádico y peligroso líder paquistaní Musharraf o a norcoreanos y saudíes. Afirman no entender la lógica de Bush, que combate cerca de los pozos de petróleo, pero se niega a hostigar al régimen extremista de Sudán, a pesar de que hoy es la más floreciente cantera del terrorismo islamista.
La nueva izquierda tiene una ideología difusa y bastante incoherente, pero ha abrazado una especie de "realismo amoral", sin grandes valores y permisivo, que “chirría” cuando entra en contacto con un mundo basado en valores rígidos, como el que predica el cristianismo. Aunque parezca una paradoja, esa izquierda emergente se siente más próxima a la tradición conservadora que a la liberal. Quizás por eso, sobre todo en Europa, siente poco apego a la democracia y tiene más fe en un Estado fuerte capaz de cambiar el mundo. La veneración por el Estado fuerte les acerca peligrosamente al totalitarismo leninista.
El icono de esta nueva izquierda es el multimillonario izquierdista George Soros, especulador, filántropo y promotor de la democracia en la Europa del Este, empeñado también ahora en expulsar a Bush y a su doctrina de la Casa Blanca.
En su último libro, considerado por esa nueva izquierda americana como una especie de Biblia, compara a Bush con los nazis y fascistas y advierte a los liberales que se equivocan con sus cruzadas porque el terrorismo no existe como peligro global. “Los verdaderos peligros son el calentamiento global, el aumento del gasto militar en el mundo y el rearme nuclear”, afirma Soros. El multimillonario admite que Al Queda es un verdadero peligro y que hay que combatirlo con fuerza, pero luchando contra ella directamente, no contra países totalitarios que, en teoría, la cobijan. Por último, proclama fuertes inversiones en los servicios de inteligencia y recomienda una salida urgente de Irak, antes de que aquello se convierta en un infierno para los aliados.
Es una izquierda nueva que se abre camino en Europa y en el mismo corazón del imperio americano, que lee a Noam Chonsky y se siente calurosamente identificada con el nuevo libro de George Soros “The Age of Fallibility – Consequences of the war on terror”.
Es una izquierda que ya no considera como sus predilectos a los obreros y a los desamparados, sino que dirige su discurso a las masas de ciudadanos más incultos y manipulables, donde están los caladeros de votos que otorgan lo que a ellos de verdad les interesa: el poder.
En Europa, donde está encarnada por el español Zapatero y por otros líderes con menos proyección, esa nueva izquierda es antiyanky y más próxima al islamismo radical que al catolicismo, cuyo poder temporal e influencia social y cultural les enerva. En Estados Unidos, se oponen al presidente Bush, al que consideran un fascista peligroso, se alinean con el candidato demócrata Obama y critican el “estúpido” sueño estratégico americano de expandir la democracia a través de la guerra, entre otras razones porque dicen que los valores no se pueden exportar, sobre todo porque no existen las condiciones adecuadas. Pero la verdad oculta de su antiamericanismo es que, en el fondo de sus almas, odian la democracia porque es un sistema que controla el poder y limita la ambición de los dirigentes.
No tienen un programa alternativo a los neoliberales, pero critican la estrategia actual del imperio americano con un tesón sorprendente. Dicen, por ejemplo, que no tiene sentido haber empleado misiles contra Sadam, mientras que se respetaba al más sádico y peligroso líder paquistaní Musharraf o a norcoreanos y saudíes. Afirman no entender la lógica de Bush, que combate cerca de los pozos de petróleo, pero se niega a hostigar al régimen extremista de Sudán, a pesar de que hoy es la más floreciente cantera del terrorismo islamista.
La nueva izquierda tiene una ideología difusa y bastante incoherente, pero ha abrazado una especie de "realismo amoral", sin grandes valores y permisivo, que “chirría” cuando entra en contacto con un mundo basado en valores rígidos, como el que predica el cristianismo. Aunque parezca una paradoja, esa izquierda emergente se siente más próxima a la tradición conservadora que a la liberal. Quizás por eso, sobre todo en Europa, siente poco apego a la democracia y tiene más fe en un Estado fuerte capaz de cambiar el mundo. La veneración por el Estado fuerte les acerca peligrosamente al totalitarismo leninista.
El icono de esta nueva izquierda es el multimillonario izquierdista George Soros, especulador, filántropo y promotor de la democracia en la Europa del Este, empeñado también ahora en expulsar a Bush y a su doctrina de la Casa Blanca.
En su último libro, considerado por esa nueva izquierda americana como una especie de Biblia, compara a Bush con los nazis y fascistas y advierte a los liberales que se equivocan con sus cruzadas porque el terrorismo no existe como peligro global. “Los verdaderos peligros son el calentamiento global, el aumento del gasto militar en el mundo y el rearme nuclear”, afirma Soros. El multimillonario admite que Al Queda es un verdadero peligro y que hay que combatirlo con fuerza, pero luchando contra ella directamente, no contra países totalitarios que, en teoría, la cobijan. Por último, proclama fuertes inversiones en los servicios de inteligencia y recomienda una salida urgente de Irak, antes de que aquello se convierta en un infierno para los aliados.