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La nueva gran estrategia del poder mundial: Confundir para dominar



El poder censuraba en el pasado y hasta ejecutaba a los que difundían verdades inconvenientes y críticas, pero hoy se paga y se premia a los que difunden versiones creíbles contrarias a la versión oficial. No es que el poder se haya hecho telerante y que admita la libertad, sino que la clave del aparente misterio radica en que los poderosos han descubierto que la mejor manera de dominar el mundo es generando confusión y logrando que nadie sepa distinguir entre el bien y el mal, entre la verdad y la mentira, entre lo que significa ser libre y ser esclavo. Los amos del mundo creen haber encontrado la fórmula mágistral que garantiza el dominio: "la confusión".
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La vida es una inmensa acumulación de historias que penetran en nuestro cerebro a través de los medios de comunicación, la publicidad y las culturas dominantes. Son miles de mensajes diarios, muchos superficiales, pero otros muy lúcidos y convincentes. Se supone que esas historias nos aportan información y lucidez y deben ayudarnos a vivir, pero la realidad es que sirven para fabricar esclavos torpes, somnolientos y, sobre todo, confundidos, incapaces de diferenciar lo que es verdadero de lo que es falso, el bien del mal y los valores de los vicios, hasta el punto de que el que se cree libre es esclavo, el que se siente listo es un idiota y el que se cree informado y perspicaz solo es un pobre confundido.

Una vez que el poder ha logrado confundir, ya puede sentirse seguro. Los seres confundidos se sienten desamparados, sin certezas que le sostengan y sin verdades a las que agarrarse. La naturaleza humana está diseñada para vivir de la razón, las convicciones y las certezas y cuando cae en la confusión se convierte en un ser desamparado y débil, que tiende siempre a someterse al poder.

Siempre me resultó sospechoso que el poder permita las libertades y las críticas feroces que circulan por Internet, los blogs y páginas críticas, muchas de ellas atractivas, cargadas de razón y altamente convincentes, hasta que descubrí que las protestas, las críticas y hasta las verdades hirientes benefician al poder, que se siente protegido y blindado dentro del ambiten de confusión que domina el mundo, disfrutando, para colmo, de una imagen de tolerancia y de respeto a la libertad.

Los estrategas políticos descubrieron un día que contando muchas historias y difundiendo muchas versiones de la realidad, ya sean verdaderas o falsas, podían dominar el mundo. Si a esa confusión se agregaba una inteligente gestión del miedo y unas fuerzas policiales bien preparadas para reprimir los brotes de rebeldía, entonces, por vez primera en la Historia humana, los amos podrían sentirse seguros.

Tras la caída del Muro de Berlín, cuando los estrategas del poder se dieron cuenta que, sin el comunismo como gran enemigo, el poder occidental se quedaba huérfano y con todas sus vergüenzas y carencias descubiertas frente a sus ciudadanos, esas teorías se pusieron en práctica y quedaron afianzadas gracias a fenómenos portentosos como el auge del terrorismo, el hundimiento de las Torres Gemelas y otros, todos ellos portadores de miedo.

Era el siglo XXI en pleno funcionamiento, con toda su fuerza esclavizante. De lo que se trataba es de destruir las certezas, de imponer el relativismo y de convencer a los ciudadanos, con la ayuda del miedo, de que todo es tan complejo, difícil, confuso y peligroso que lo mejor es dejarse gobernar por los que tienen el poder y saben lo que hay que hacer. El totalitarismo blando, camuflado y disfrazado de democracia, acababa de nacer y hoy está en pleno auge, dominando una sociedad mundial acobardada y sin certezas ni creencias fuertes sobre las que sustentar sus vidas.

La vida es una inmensa acumulación de historias que penetran en nuestro cerebro a través de los medios de comunicación, la publicidad y las culturas dominantes. Son miles de mensajes diarios, muchos superficiales, pero otros muy lúcidos y convincentes. Se supone que esas historias nos aportan información y lucidez y deben ayudarnos a vivir, pero la realidad es que sirven para fabricar esclavos torpes, somnolientos y, sobre todo, confundidos, incapaces de diferenciar lo que es verdadero de lo que es falso, el bien del mal y los valores de los vicios, hasta el punto de que el que se cree libre es esclavo, el que se siente listo es un idiota y el que se cree informado y perspicaz solo es un pobre confundido.

Una vez que el poder ha logrado confundir, ya puede sentirse seguro. Los seres confundidos se sienten desamparados, sin certezas que le sostengan y sin verdades a las que agarrarse. La naturaleza humana está diseñada para vivir de la razón, las convicciones y las certezas y cuando cae en la confusión se convierte en un ser desamparado y débil, que tiende siempre a someterse al poder.

Es en esa tenebrosa estrategia de poder donde hay que encuadrar las sorprendentes afirmaciones de Hillary Clinton sobre la necesidad de destruir las religiones, que son las grandes certezas que quedan firmes en nuestro mundo: "Los códigos culturales profundamente enraizados, las creencias religiosas y las fobias estructurales han de modificarse. Los gobiernos deben emplear sus recursos coercitivos para redefinir los dogmas religiosos tradicionales".

Muchos se sorprenden ante esa dura condena de las religiones y el anuncio de que sus postulados será combatidos por el poder del Estado, pero es perfectamente lógico si se tiene en cuenta que el poder mundial ha perdido ya todo el respeto al ciudadano, se siente plenamente seguro y está dispuesto a someter y esclavizar sin remilgos ni cautelas.

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Domingo, 13 de Septiembre 2015
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