Información y Opinión

La nueva censura en la guerra cibernética del presente



Cuando los poderosos han descubierto que las redes sociales son libres, incontrolables y que ya influyen tanto o más que los muchos medios de comunicación que ellos tienen comprados y controlados, se han puesto muy nerviosos y han desatado una guerra cibernética donde la agresión moral, la intimidación y la censura ejercen un terrible papel represor, gracias al cual los grandes poderes pretenden frenar la indignación de los ciudadanos y su próxima derrota.
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Utilizan el miedo a VOX para conservar el poder
Todo está cambiando en la política, incluso las estrategias, las armas y los paradigmas de la comunicación. Las redes ya pueden mas que los medios y eso está obligando al poder a aprender a controlar Internet. Por ahora no pueden someter la red a censura, pero están aprendiendo a llenar las redes de miedo con intimidación, descalificaciones y hasta amenazas. El objetivo es evitar que la crítica libre se dispare y que los ciudadanos, por la via de la libertad, ejerzan el poder que les corresponde en democracia.

La irrupción de VOX en la política española ha precipitado los acontecimientos y ha hecho que los partidos políticos y el mismo gobierno refuercen con nuevos recursos e inversiones sus aparatos de propaganda, dentro de los cuales se potencian, sobre todo, los sistemas de destrucción del adversario, las llamadas "picadoras de carne" o "trituradoras", equipos entrenados en destruir las ideas, los argumentos, las propuestas y hasta las vidas de los adversarios.

Hay muchos millones de euros en todo el mundo invirtiéndose en trituradoras y cada día hay mas empresas especializadas y expertos en vigilar, descubrir, investigar y destruir. Toda esa dinámica infernal parte del principio de que las modernas elecciones se ganan no generando ilusión, ni esgrimiendo ideas y argumentos atrayentes, sino destruyendo al adversario de manera que los ciudadanos no tengan más remedio que votar al que les parece menos malo. Es la vileza y la suciedad elevadas hasta las entrañas del poder y el peor envilecimiento de la vida política en muchos siglos.

El drama se acrecienta porque algunas redes sociales, como Facebook, se prestan al juego y censuran a aquel emisor que recibe oleadas de protestas por sus escritos, aunque esas protestas sean infundadas e injustas, casi siempre consecuencia de campañas orquestadas desde las miserables "picadoras de carne" de los partidos políticos.

El sistema está funcionando así: aparece una información publicada en Facebook y los trolls la detectan. Inmediatamente empiezan a denunciarla para que el robot (algoritmo) de Facebook la considere peligrosa. Facebook, que es un organización frívola y moralmente poco solvente, reacciona censurando al emisor de esa información, sin ni siquiera analizar si lo que se ha denunciado merece esa denuncia o si es víctima de una conspiracion de canallas represores. La rectificación, si llega, tarda muchos días y el mal se convierte en protagonista.

Escriba usted un buen artículo a favor de VOX y tendrá muchas posibilidades de que Facebook se lo bloquee y censure. Escriba otro, mucho más duro y desvergonzado, sobre la pornografia, y no le ocurrirá nada. La clave es que los trolls y los canallas de las trituradoras partidistas sólo actúan siempre contra los que se atreven a cuestionar el poder. De ese modo, los partidos totalitarios y las organizaciones frívolas y desprovistas de ética se confabulan contra la decencia y el bien común.

Los grandes partidos políticos españoles, para defenderse de los nuevos partidos y de las corrientes de libertad que invaden las redes sociales, están incrementando de manera masiva el número de trolls a sueldo, convirtiendo esas redes sociales en campos de minas donde los canallas operan con sucia impunidad.

Los pensadores, intelectuales y periodistas libres, las instituciones y las empresas son sistemáticamente acosados e intimidados, censurados sin piedad y en algunos caso agredidos moralmente para que el miedo les paralice la mente y la creatividad y para cerrarles mercados y simpatías. Publique usted falsedades como que han encontrado una cucaracha en una botella de un refresco conocido o una rata en una hamburguesa de determinada marca y conseguirá destruir al competidor, al que obligará a emplear cientos de millones en publicidad para demostrar su limpieza.

Pero, sin duda, la diana favorita de las picadoras de carne son los pensadores libres, los ciudadanos que se atreven a reflexionar y a expresar sus ideas en libertad. El poder es el gran botín de los miserables y por eso aterrorizan a los pensadores libres y a la gente decente.

Lo que consiguen las trituradoras y los trolls es mucho más grave que la simple y censura. Es el colofón de una conspiración bien orquestada. El algoritmo represor se activa porque recibe un aluvión de denuncias orquestadas por equipos de activistas cuya finalidad es conseguir que las páginas más visitadas e influyentes, que por supuesto no están en su onda, puedan seguir difundiendo sin temor a ser silenciados, sus mensajes. Consiguen con ello, además de la censura temporal, que el autor tenga miedo y se autocensure en artículos posteriores. El moderno censor no es un tipo vestido de negro, como el de los viejos tiempos, que usa la tijera y arranca las uñas a los recalcitrantes, sino un robot que se activa simplemente porque muchos miserables denuncian un artículo, sin investigar siquiera si los trolls son una manada de corruptos comprados por otros corruptos con mucho dinero, en algunos casos dinero público esquilmado al ciudadano con impuestos.

Es la guerra cibernética moderna, con poder suficiente para provocar vuelcos electorales o catástrofes económicas. que se desarrolla en el campo de batalla de la opinión pública y en la que las mas eficaces y letales armas son la mentira, las noticias falsas, la difamación, el acoso, el miedo y las operaciones especiales de comando de unos "soldados canallas" que, sin alma, sin valores y sin piedad, aplastan y denigran las ideas que molestan a sus amos.

Francisco Rubiales


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Lunes, 4 de Febrero 2019
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