¿Que le han dicho en la Moncloa a los familiares de los pescadores secuestrados del Alakrana para que se pongan la mordaza y, después de haber criticado con dureza la torpeza y pasividad del poder, guarden ahora un silencio mortal? ¿Le habrán dicho lo mismo que le dicen a miles de empresarios españoles, que guarden silencio si no quieren quedar marginados y sin recibir ayuda pública alguna y, por supuesto, ni un sólo euro? Por el momento no se sabe la respuesta, pero se sabrá y lo único seguro es que también a ellos le han colocado la "mordaza española".
Todos conocemos a numerosos amordazados. Siempre te dicen lo mismo: "¡Si yo contara lo que sé!". Cuando le preguntas por qué no lo hacen, entonces responden: "¿Crees que estoy loco? Tengo una familia que alimentar y una empresa con muchos trabajadores".
Algunos medios denuncian hoy que las emisoras que retransmiten en Andalucía la señal de Es Radio, la emisora de Federico Jimenez Losantos, tendrán que cerrar porque la Junta las amenaza con una sanción administrativa de un millón de euros. Si eso fuera verdad, la mordaza empleada por la Junta sería burda, plenamente totalitaria y antidemocrática, pero en España las mordazas suelen ser más sutiles y maquiavélicas.
Además de una buena parte de los empresarios españoles, amordazados porque si hablaran se les cerrería el grifo del dinero de la administraciones, también llevan mordaza los funcionarios, políticos y cargos que han participado en algún acto corrupto, además de las legiones de trabajadores que conocen secretos inquietantes y los silencian por miedo a perder el trabajo. Especialmente densa es la mordaza de los periodistas comprados de este país, y la de los que conocen las cuentas de organizaciones e instituciones que tienen relaciones con el sector público. Hay inflación de mordazas en los sindicatos y en las organizaciones patronales, sobre todo de los que saben como se utiliza el dinero para la formación. Los ayuntamientos están llenos de mordazas porque hay en ellos centenares de secretos que ocultar.
Pero donde las mordazas son casi obligatorias y se llevan siempre en el bolsillo, porque son necesarias muchas veces cada día, es en los partidos políticos. Allí saben de presiones, de enchufes, de ventajas, de comisiones, de marginaciones, de listas negras, de acosos, de injusticias, de sometimientos indecentes, de peloteo y de miles de dramas.
Las mordazas son el uniforme de la España nueva, creada por la falsa democracia del PP y del PSOE. Las mordazas enturbian la Administración, pudren el tejido empresarial y esparcen por toda la sociedad un líquido corrosivo que refuerza la desconfianza, convierte en torvas las miradas y engorda a diario la España sumergida, la que cobra comisiones, la que oculta dinero al fisco, la que no paga el salario justo, la que otorga créditos a los que nunca los pagarán, la que delinque desde la sombra y la que, desde los medios de comunicación, sustituye la "verdad" por la "verdad del poder", que no es la misma.
Hay miles de amordazados con rango y con información de altos vuelos, gente que, si hablaran, derribarían muros tan sólidos como el propio gobierno, o que harían saltar por los aires el edificio de la Justicia, o que obligarían a cerrar los servicios secretos y a suprimir los fondos reservados, o a cambiar la Constitución y a sustituir las grandes instituciones del Estado por otras que funcionen con reglas más limpias y democráticas, pero esas mordazas son "seguras" porque participan plenamente del "festín" de España, y están tan cerradas y adheridas a la piel que ya forman parte del propio rostro.
Todos conocemos a numerosos amordazados. Siempre te dicen lo mismo: "¡Si yo contara lo que sé!". Cuando le preguntas por qué no lo hacen, entonces responden: "¿Crees que estoy loco? Tengo una familia que alimentar y una empresa con muchos trabajadores".
Algunos medios denuncian hoy que las emisoras que retransmiten en Andalucía la señal de Es Radio, la emisora de Federico Jimenez Losantos, tendrán que cerrar porque la Junta las amenaza con una sanción administrativa de un millón de euros. Si eso fuera verdad, la mordaza empleada por la Junta sería burda, plenamente totalitaria y antidemocrática, pero en España las mordazas suelen ser más sutiles y maquiavélicas.
Además de una buena parte de los empresarios españoles, amordazados porque si hablaran se les cerrería el grifo del dinero de la administraciones, también llevan mordaza los funcionarios, políticos y cargos que han participado en algún acto corrupto, además de las legiones de trabajadores que conocen secretos inquietantes y los silencian por miedo a perder el trabajo. Especialmente densa es la mordaza de los periodistas comprados de este país, y la de los que conocen las cuentas de organizaciones e instituciones que tienen relaciones con el sector público. Hay inflación de mordazas en los sindicatos y en las organizaciones patronales, sobre todo de los que saben como se utiliza el dinero para la formación. Los ayuntamientos están llenos de mordazas porque hay en ellos centenares de secretos que ocultar.
Pero donde las mordazas son casi obligatorias y se llevan siempre en el bolsillo, porque son necesarias muchas veces cada día, es en los partidos políticos. Allí saben de presiones, de enchufes, de ventajas, de comisiones, de marginaciones, de listas negras, de acosos, de injusticias, de sometimientos indecentes, de peloteo y de miles de dramas.
Las mordazas son el uniforme de la España nueva, creada por la falsa democracia del PP y del PSOE. Las mordazas enturbian la Administración, pudren el tejido empresarial y esparcen por toda la sociedad un líquido corrosivo que refuerza la desconfianza, convierte en torvas las miradas y engorda a diario la España sumergida, la que cobra comisiones, la que oculta dinero al fisco, la que no paga el salario justo, la que otorga créditos a los que nunca los pagarán, la que delinque desde la sombra y la que, desde los medios de comunicación, sustituye la "verdad" por la "verdad del poder", que no es la misma.
Hay miles de amordazados con rango y con información de altos vuelos, gente que, si hablaran, derribarían muros tan sólidos como el propio gobierno, o que harían saltar por los aires el edificio de la Justicia, o que obligarían a cerrar los servicios secretos y a suprimir los fondos reservados, o a cambiar la Constitución y a sustituir las grandes instituciones del Estado por otras que funcionen con reglas más limpias y democráticas, pero esas mordazas son "seguras" porque participan plenamente del "festín" de España, y están tan cerradas y adheridas a la piel que ya forman parte del propio rostro.
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