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La política española, sin ciudadanos, sin controles, con la Justicia sometida, con partidos políticos de poder casi absoluto y con políticos atrincherados en el poder y en los privilegios, ya está muy cerca de aquel vergonzoso México del PRI. Ahora se trata de "mexicanizar" la sociedad, y lo están logrando.
La sociedad, sometida a sobredosis de anestesia desde hace años, a través de los medios de comunicación y de la práctica de una perversa política de confusión política, en el que la verdad es sistemáticamente ocultada y la realidad disfrazada, esta ya tan alucinada que no reacciona ante la corrupción, los escandalos y la opresión.
El ejemplo de Coslada, en el que una población entera soportó durante años la opresión de una policía corrupta y envilecida que humillaba y extorsionaba a los ciudadanos, sin que los políticos ni la Justicia hicieran nada por evitarlo, es el ejemplo patente de que España está muy cerca de ser la nueva pocilga política de Occidente.
Nadie protesta ante la ignominia; nadie castiga a un gobierno que miente e incumple sus promesas; las urnas no castigan a los que dinamitan el Estado o a los que son designados a dedo, sin proceso democrático alguno; nadie se rebela contra la injusticia que campea por la vida diaria de la nación; todos convivimos con el urbanismo español, corrompido y maloliente; nadie pretende erradicar la corrupcion politica y cada día son más los que quieren tener tambien la oportunidad de ser corrompidos.
El balance de la democracia en España es pobre y decepcionante: ha traido y ha ampliado derechos y libertades, pero ha envilecido a la sociedad, ha acorralado la dignidad y ha creado unos mecanismos de comportamiento tan injustos que permiten la inseguridad, el abuso y el dominio de los ricos sobre los pobres y de los fuertes sobre los débiles.
Es cierto que durante los tiempos del pasado eramos menos libres, pero podíamos dormir con las puertas de las casas abiertas y con la conciencia más tranquila. Hoy es muy difícil dormir en paz con un país lleno de ladrones, proxenetas y corruptos y con la conciencia de sentirte cobarde e incapaz de erradicar esa escoria que contamina la sociedad.
Los políticos, los grandes culpables de la situación porque han tenido a su disposición todos los recursos del Estado, todos nuestros impuestos y nuestra confianza, no han solucionado ni uno sólo de los grandes problemas históricos de España: la insolidaridad, la disgregación, la injusticia, la inseguridad y la miseria, pero ellos se han enriquecido y transformado en una élite arrogante que el país no tiene más remedio que soportar porque no tiene ni el poder ni las agallas para exigirles eficacia, dignidad y logros.
España cada día se acerca más a aquel México de Luis Echeverría o de Lopez Portillo, que era un infierno para el ciudadano y para la decencia y un paraiso para el político, la oligarquía y la corrupción.
La sociedad, sometida a sobredosis de anestesia desde hace años, a través de los medios de comunicación y de la práctica de una perversa política de confusión política, en el que la verdad es sistemáticamente ocultada y la realidad disfrazada, esta ya tan alucinada que no reacciona ante la corrupción, los escandalos y la opresión.
El ejemplo de Coslada, en el que una población entera soportó durante años la opresión de una policía corrupta y envilecida que humillaba y extorsionaba a los ciudadanos, sin que los políticos ni la Justicia hicieran nada por evitarlo, es el ejemplo patente de que España está muy cerca de ser la nueva pocilga política de Occidente.
Nadie protesta ante la ignominia; nadie castiga a un gobierno que miente e incumple sus promesas; las urnas no castigan a los que dinamitan el Estado o a los que son designados a dedo, sin proceso democrático alguno; nadie se rebela contra la injusticia que campea por la vida diaria de la nación; todos convivimos con el urbanismo español, corrompido y maloliente; nadie pretende erradicar la corrupcion politica y cada día son más los que quieren tener tambien la oportunidad de ser corrompidos.
El balance de la democracia en España es pobre y decepcionante: ha traido y ha ampliado derechos y libertades, pero ha envilecido a la sociedad, ha acorralado la dignidad y ha creado unos mecanismos de comportamiento tan injustos que permiten la inseguridad, el abuso y el dominio de los ricos sobre los pobres y de los fuertes sobre los débiles.
Es cierto que durante los tiempos del pasado eramos menos libres, pero podíamos dormir con las puertas de las casas abiertas y con la conciencia más tranquila. Hoy es muy difícil dormir en paz con un país lleno de ladrones, proxenetas y corruptos y con la conciencia de sentirte cobarde e incapaz de erradicar esa escoria que contamina la sociedad.
Los políticos, los grandes culpables de la situación porque han tenido a su disposición todos los recursos del Estado, todos nuestros impuestos y nuestra confianza, no han solucionado ni uno sólo de los grandes problemas históricos de España: la insolidaridad, la disgregación, la injusticia, la inseguridad y la miseria, pero ellos se han enriquecido y transformado en una élite arrogante que el país no tiene más remedio que soportar porque no tiene ni el poder ni las agallas para exigirles eficacia, dignidad y logros.
España cada día se acerca más a aquel México de Luis Echeverría o de Lopez Portillo, que era un infierno para el ciudadano y para la decencia y un paraiso para el político, la oligarquía y la corrupción.
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