Muchos apoyamos la manifestación del próximo domingo en Sevilla, promovida por la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) no sólo porque hay que estar con los que han sufrizo el zarpazo del terrorismo, sino también porque representa un gesto soberano y de poder de la débil y casi agonizante sociedad civil española, acosada por un poder político que ha conseguido ocupar o controlar a sus principales instituciones.
La sociedad civil es ese conglomerado de ciudadanos, instituciones, empresas y asociaciones que, funcionando libremente y al margen del Estado, posee capacidad para influir y que, en democracia, cumple la vital misión de servir de contrapeso al Estado.
Pero en España, muchas de las instituciones que deberían formar el espinazo de una sociedad civil fuerte, desde las universidades a los sindicatos, sin olvidar a los medios de comunicación, las cajas de ahorro, las empresas, fundaciones, religiones, colegios, clubes y otras muchas, están controladas por el poder político, ya sea porque han sido “ocupadas” o porque han sido “compradas” con dinero público.
En Andalucía, por ejemplo, cuatro piezas claves de la sociedad civil, las cajas de ahorros, las universidades, la patronal y los sindicatos, están controladas, unas porque han sido ocupadas (cajas de ahorros), otras porque están sometidas (universidades) y otras (patronal y sindicatos) porque reciben del gobierno autonómico una lluvia de millones de euros que les impide actuar como piezas importante de una sociedad civil libre e independiente. Si a esto se añade que muchas ONGs, empresas, asociaciones, colegios profesionales, fundaciones y clubes están “controlados”, vía subvenciones, el panorama de la sociedad civil andaluza es desolador.
La AVT es una pieza de la sociedad civil que, por ahora, ha conseguido escapar del control del poder político y que demuestra fuerza suficiente para manifestarse en libertad, a pesar de que molesta al gobierno Esa libertad aporta a la manifestación un sentido especial y una razón suplementaria. Además de apoyar a las personas que más directamente han sufrido el ataque inmisericorde de unos asesinos a los que el gobierno, desgraciadamente, ha convertido en interlocutores y casi socios, la presencia en la manifestación sirve para aportar fortaleza a una sociedad civil, cuya debilidad extrema degrada y degenera la ya triste democracia española.
Por último, la advertencia intimidatoria de la Delegación del Gobierno en Andalucía, en el sentido de que "controlará los decibelios de los manifestantes" suena tan burdamente represiva y ridícula en una de las ciudades más ruidosas de España, donde las autoridades llevan años sin atender las reclamaciones ciudadanas por los ruidos nocturnos de la botellona y de las obras públicas, ha indignado a los demócratas y convertido la manifestación en más popular y atractiva.
La sociedad civil es ese conglomerado de ciudadanos, instituciones, empresas y asociaciones que, funcionando libremente y al margen del Estado, posee capacidad para influir y que, en democracia, cumple la vital misión de servir de contrapeso al Estado.
Pero en España, muchas de las instituciones que deberían formar el espinazo de una sociedad civil fuerte, desde las universidades a los sindicatos, sin olvidar a los medios de comunicación, las cajas de ahorro, las empresas, fundaciones, religiones, colegios, clubes y otras muchas, están controladas por el poder político, ya sea porque han sido “ocupadas” o porque han sido “compradas” con dinero público.
En Andalucía, por ejemplo, cuatro piezas claves de la sociedad civil, las cajas de ahorros, las universidades, la patronal y los sindicatos, están controladas, unas porque han sido ocupadas (cajas de ahorros), otras porque están sometidas (universidades) y otras (patronal y sindicatos) porque reciben del gobierno autonómico una lluvia de millones de euros que les impide actuar como piezas importante de una sociedad civil libre e independiente. Si a esto se añade que muchas ONGs, empresas, asociaciones, colegios profesionales, fundaciones y clubes están “controlados”, vía subvenciones, el panorama de la sociedad civil andaluza es desolador.
La AVT es una pieza de la sociedad civil que, por ahora, ha conseguido escapar del control del poder político y que demuestra fuerza suficiente para manifestarse en libertad, a pesar de que molesta al gobierno Esa libertad aporta a la manifestación un sentido especial y una razón suplementaria. Además de apoyar a las personas que más directamente han sufrido el ataque inmisericorde de unos asesinos a los que el gobierno, desgraciadamente, ha convertido en interlocutores y casi socios, la presencia en la manifestación sirve para aportar fortaleza a una sociedad civil, cuya debilidad extrema degrada y degenera la ya triste democracia española.
Por último, la advertencia intimidatoria de la Delegación del Gobierno en Andalucía, en el sentido de que "controlará los decibelios de los manifestantes" suena tan burdamente represiva y ridícula en una de las ciudades más ruidosas de España, donde las autoridades llevan años sin atender las reclamaciones ciudadanas por los ruidos nocturnos de la botellona y de las obras públicas, ha indignado a los demócratas y convertido la manifestación en más popular y atractiva.