La España fanática que siempre vota derecha ha brindado al conocer el auto de la jueza Alaya, que imputa a los expresidentes andaluces Manuel Chaves y José Griñán en el sucio escándalo de los EREs fraudulentos. Los incondicionales que votan a la izquierda han sentido dolor al ver implicados en el estiércol a dos socialistas destacados, los máximos protagonistas de la política andaluza en las últimas tres decadas. Los escasos demócratas que subsisten en la atribulada España se llenan de tristeza al constatar que no hay esperanza alguna en este país para la gente limpia y decente, que España esta aprisionada por la tenaza de la corrupción y que los dos grandes partidos, los únicos con opciones serias de gobernar, empatan en miserias políticas y déficit democrático y ético.
El PSOE, que ha visto como el auto "reventaba" el acto inaugural del nuevo gobierno andaluz, ha querido ser prudente, pero ha terminado acusando a la jueza de generar una «imputación mediática» de Chaves y Griñán, aclarando, por medio de Soraya Rodríguez, que el PSOE mantiene un «enorme depósito de confianza» en los dos expresidentes de Andalucía.
Sin embargo, mas que una imputación "mediática", el auto de la juez es la constatación jurídica de la degradación suprema de la política en España.
El PSOE, que se sentía a gusto viendo al PP con la rodilla en tierra por el caso Bárcenas, tiene ahora que doblar la cerviz ante la opinión pública y asumir que el inmenso robo de los EREs le sitúa, ante los ojos de los ciudadanos, como el protagonista del mayor escándalo de la etapa "democrática" y como otro partido violador de la decencia e inmerso en la antidemocracia.
El estremecedor auto de la jueza, junto con el también nauseabundo caso Bárcenas, deja claro que la partitocracia española ha fracasado y que ni la derecha ni la izquierda tienen altura suficiente ni legitimidad ética para gobernar nuestra nación, en declive, arruinada, internacionalmente desprestigiada y moralmente deshecha por culpa del mal gobierno.
Los incondicionales del PP y del PSOE conforman una masa enferma y ciega, incapaz de asumir que los suyos carecen de méritos y no dan la talla, mientras que los independientes y los que soñamos con la regeneración nos sentimos solos, desamparados y sin esperanza alguna en un futuro dominado por gente que ya no es fiable, no tanto por lo que han hecho sino porque son incapaces de asumir, con todas las consecuencias, que necesitan cambiar y refundarse, después de haber caído en el pozo del descredito, la suciedad y la traición a la democracia.
Lo grave del PP y del PSOE no es que unos hayan cobrado sobres, utilizado las donaciones interesadas de empresas para forrarse en la oscuridad, o que hayan usado el dinero destinado a luchar contra el desempleo, sin escrúpulos, para beneficiar a los suyos, engañando y violando las leyes, sino que no tienen propósito de enmienda y reaccionan protegiendo, aforando y "cubriendo" a sus presuntos delincuentes políticos.
Hasta ahora, algunos podían decir que la corrupción era un asunto de minorías muy localizadas, pero cuando las sospechas y las imputaciones alcanzan a presidentes y a los mas altos cargos del gobierno, entonces ya no es posible esconder la realidad por mas tiempo e ignorar que España es un vertedero que requiere una terapia urgente de choque de la que surja un país verdaderamente democrático, que fulmine la corrupción, eleve hasta al poder a los mejores ciudadanos, erradique la dictadura encubierta de castas encuadradas en partidos nada democráticos y la libere de una de las clases políticas peores del planeta.
La gran pregunta es ¿Qué hacer ahora? y la única respuesta es confiar en la escasos ciudadanos que resisten, en aquellos que han conseguido mantenerse al margen del gran festín corrupto. Esos pocos ciudadanos limpios, marginados y acosados por los políticos y sus partidos, se han convertido casi en una especie en extinción, pero son los únicos que pueden salvar a un país en el que los políticos ya no son la solución sino el problema.
El PSOE, que ha visto como el auto "reventaba" el acto inaugural del nuevo gobierno andaluz, ha querido ser prudente, pero ha terminado acusando a la jueza de generar una «imputación mediática» de Chaves y Griñán, aclarando, por medio de Soraya Rodríguez, que el PSOE mantiene un «enorme depósito de confianza» en los dos expresidentes de Andalucía.
Sin embargo, mas que una imputación "mediática", el auto de la juez es la constatación jurídica de la degradación suprema de la política en España.
El PSOE, que se sentía a gusto viendo al PP con la rodilla en tierra por el caso Bárcenas, tiene ahora que doblar la cerviz ante la opinión pública y asumir que el inmenso robo de los EREs le sitúa, ante los ojos de los ciudadanos, como el protagonista del mayor escándalo de la etapa "democrática" y como otro partido violador de la decencia e inmerso en la antidemocracia.
El estremecedor auto de la jueza, junto con el también nauseabundo caso Bárcenas, deja claro que la partitocracia española ha fracasado y que ni la derecha ni la izquierda tienen altura suficiente ni legitimidad ética para gobernar nuestra nación, en declive, arruinada, internacionalmente desprestigiada y moralmente deshecha por culpa del mal gobierno.
Los incondicionales del PP y del PSOE conforman una masa enferma y ciega, incapaz de asumir que los suyos carecen de méritos y no dan la talla, mientras que los independientes y los que soñamos con la regeneración nos sentimos solos, desamparados y sin esperanza alguna en un futuro dominado por gente que ya no es fiable, no tanto por lo que han hecho sino porque son incapaces de asumir, con todas las consecuencias, que necesitan cambiar y refundarse, después de haber caído en el pozo del descredito, la suciedad y la traición a la democracia.
Lo grave del PP y del PSOE no es que unos hayan cobrado sobres, utilizado las donaciones interesadas de empresas para forrarse en la oscuridad, o que hayan usado el dinero destinado a luchar contra el desempleo, sin escrúpulos, para beneficiar a los suyos, engañando y violando las leyes, sino que no tienen propósito de enmienda y reaccionan protegiendo, aforando y "cubriendo" a sus presuntos delincuentes políticos.
Hasta ahora, algunos podían decir que la corrupción era un asunto de minorías muy localizadas, pero cuando las sospechas y las imputaciones alcanzan a presidentes y a los mas altos cargos del gobierno, entonces ya no es posible esconder la realidad por mas tiempo e ignorar que España es un vertedero que requiere una terapia urgente de choque de la que surja un país verdaderamente democrático, que fulmine la corrupción, eleve hasta al poder a los mejores ciudadanos, erradique la dictadura encubierta de castas encuadradas en partidos nada democráticos y la libere de una de las clases políticas peores del planeta.
La gran pregunta es ¿Qué hacer ahora? y la única respuesta es confiar en la escasos ciudadanos que resisten, en aquellos que han conseguido mantenerse al margen del gran festín corrupto. Esos pocos ciudadanos limpios, marginados y acosados por los políticos y sus partidos, se han convertido casi en una especie en extinción, pero son los únicos que pueden salvar a un país en el que los políticos ya no son la solución sino el problema.