La ambición y la osadía de Susana Díaz, la nueva presidenta de la Junta de Andalucía y líder indiscutible del PSOE andaluz, no tiene límites. Va directamente a por Rubalcaba y tiene la mira puesta en la presidencia del gobierno. Su osadía intelectual es un portento. Ella se considera mas limpia, mas inteligente y mejor política que el resto de los políticos españoles, sin excepción. Y hasta puede que tenga razón, dado el terrible ambiente de mediocridad reinante en la "casta". No le falta valentía, ni tiene reparo alguno en poner patas arriba a su partido y al Estado. Cree, con toda razón, que la política española avanza por la ruta equivocada y que el ciudadano está harto de políticos ineptos, delincuentes políticos y politicastros sin ética, que han olvidado el concepto de "servicio", sustituyéndolo por un malévolo encuadre en el partido, que no es otra cosa que corrupción para provecharse del poder.
Con ese bagaje, mucho de cuyos rasgos todavía no han sido revelados a la sociedad y ni siquiera conocen en su propio partido, la flamante líder del socialismo andaluz quiere emular la victoria arrasadora de Felipe González en 1982 y pretende, después de refundar el PSOE en un nuevo Suresnes, iniciar el asalto a la Moncloa, hablando el lenguaje que los españoles quieren oír en estos momentos de inquietud y miedo: guerra a los corruptos; unidad férrea de España; mas democracia; regeneración de la vida pública; menos Estado, mas tejido empresarial y hasta menos impuestos.
Algunos dicen que esa política no es de izquierdas, pero Susana cree que lo importante para un político de Estado no es la derecha o la izquierda, sino lo que el país necesita y lo que quieran los ciudadanos, que son los que mandan. Hay que reconocer que con ese planteamiento se acerca mas a los políticos británicos, alemanes o estadounidenses que a los sectarios políticos españoles, siempre sometidos al partido y al líder, mucho mas que al interés general y a los deseos del pueblo.
Si Rubalcaba y su equipo supieran lo que les espera con Susana, se echarían a temblar porque Susana cree que arrasará en la batalla del PSOE, sin disparar un solo tiro, porque los militantes y simpatizantes están hartos de tener que defender a chorizos, delincuentes e ideas que no comparten. Susana cree que todo está preparado para que una política como la que ella propone triunfe y arrase.
Después de derrotar a Rubalcaba y trazar una nueva ruta para el PSOE, irá a por la Moncloa, una batalla que ella también considera fácil porque los votantes también están hartos de la miseria, podredumbre y traiciones promovidas por Rajoy y su equipo. En privado, Susana opina que la izquierda, la derecha y los españoles en general quieren lo mismo: una política que apueste por la decencia y que se reencuentre con el ciudadano, al que la Transición española mandó al exilio y le despojo de su derecho democrático a decidir.
Que nadie se equivoque con el discurso de Susana. No es un discurso ideológico, ni un discurso democrático, sino un discurso puro y duro de poder. Ella cree firmemente que, para alcanzar el poder en España, hay que hacer justo lo contrario de lo que han estado haciendo los partidos políticos, de derecha y de izquierda, en las últimas décadas, una etapa de errores y traiciones que nos ha conducido al descrédito de la política, al hundimiento de la democracia y al rechazo masivo de los ciudadanos a la casta de los políticos.
Muchos están sorprendidos de que una mujer criada en el corazón del aparato del partido socialista de Andalucía, probablemente el rincón mas corrupto y degradado del socialismo español, haya llegado a esas conclusiones. La respuesta lógica solo es una: dentro del PSOE andaluz ha funcionado la teoría del péndulo (o la dialéctica, como dicen los marxistas) y despues de una saturación de rapiña e inmoralidad, llegan nuevos planteamientos, contrarios y con novísimos enfoques.
La gran pregunta en torno a Susana y sus ambiciones es saber si su discurso y su estrategia responden a creencias personales sinceras o a pura estrategia de poder.
Personalmente creo que se trata de una pura estrategia de poder, producto del análisis acertado de la situación, que concluye que los españoles están tan cargados de desprecio y odio frente a los políticos que sólo podrán apoyar a alguien que sea portador de regeneración, ruptura con el pasado y esperanza en una nueva política, limpia, democrática, ciudadana y decente, justo lo contrario de lo que piensan y practican Rubalcaba, Rajoy y su jauría de políticos manchados y despreciables.
Con ese bagaje, mucho de cuyos rasgos todavía no han sido revelados a la sociedad y ni siquiera conocen en su propio partido, la flamante líder del socialismo andaluz quiere emular la victoria arrasadora de Felipe González en 1982 y pretende, después de refundar el PSOE en un nuevo Suresnes, iniciar el asalto a la Moncloa, hablando el lenguaje que los españoles quieren oír en estos momentos de inquietud y miedo: guerra a los corruptos; unidad férrea de España; mas democracia; regeneración de la vida pública; menos Estado, mas tejido empresarial y hasta menos impuestos.
Algunos dicen que esa política no es de izquierdas, pero Susana cree que lo importante para un político de Estado no es la derecha o la izquierda, sino lo que el país necesita y lo que quieran los ciudadanos, que son los que mandan. Hay que reconocer que con ese planteamiento se acerca mas a los políticos británicos, alemanes o estadounidenses que a los sectarios políticos españoles, siempre sometidos al partido y al líder, mucho mas que al interés general y a los deseos del pueblo.
Si Rubalcaba y su equipo supieran lo que les espera con Susana, se echarían a temblar porque Susana cree que arrasará en la batalla del PSOE, sin disparar un solo tiro, porque los militantes y simpatizantes están hartos de tener que defender a chorizos, delincuentes e ideas que no comparten. Susana cree que todo está preparado para que una política como la que ella propone triunfe y arrase.
Después de derrotar a Rubalcaba y trazar una nueva ruta para el PSOE, irá a por la Moncloa, una batalla que ella también considera fácil porque los votantes también están hartos de la miseria, podredumbre y traiciones promovidas por Rajoy y su equipo. En privado, Susana opina que la izquierda, la derecha y los españoles en general quieren lo mismo: una política que apueste por la decencia y que se reencuentre con el ciudadano, al que la Transición española mandó al exilio y le despojo de su derecho democrático a decidir.
Que nadie se equivoque con el discurso de Susana. No es un discurso ideológico, ni un discurso democrático, sino un discurso puro y duro de poder. Ella cree firmemente que, para alcanzar el poder en España, hay que hacer justo lo contrario de lo que han estado haciendo los partidos políticos, de derecha y de izquierda, en las últimas décadas, una etapa de errores y traiciones que nos ha conducido al descrédito de la política, al hundimiento de la democracia y al rechazo masivo de los ciudadanos a la casta de los políticos.
Muchos están sorprendidos de que una mujer criada en el corazón del aparato del partido socialista de Andalucía, probablemente el rincón mas corrupto y degradado del socialismo español, haya llegado a esas conclusiones. La respuesta lógica solo es una: dentro del PSOE andaluz ha funcionado la teoría del péndulo (o la dialéctica, como dicen los marxistas) y despues de una saturación de rapiña e inmoralidad, llegan nuevos planteamientos, contrarios y con novísimos enfoques.
La gran pregunta en torno a Susana y sus ambiciones es saber si su discurso y su estrategia responden a creencias personales sinceras o a pura estrategia de poder.
Personalmente creo que se trata de una pura estrategia de poder, producto del análisis acertado de la situación, que concluye que los españoles están tan cargados de desprecio y odio frente a los políticos que sólo podrán apoyar a alguien que sea portador de regeneración, ruptura con el pasado y esperanza en una nueva política, limpia, democrática, ciudadana y decente, justo lo contrario de lo que piensan y practican Rubalcaba, Rajoy y su jauría de políticos manchados y despreciables.