Cuando pasen veinte años, en el mundo entero se hablara de la "gran estafa" española, refiriéndose a las barbaridades y abusos que los políticos de la actualidad perpetraron contra la nación y sus ciudadanos.
La estafa política española es de grandes dimensiones y de unas consecuencias terribles. El comportamiento de los políticos en España ha sido tan inmoral que ha condenado a muerte la política y el liderazgo por décadas. Los que nos tenían que haber protegido, nos han robado. Cuando los ciudadanos españoles descubramos las verdaderas dimensiones de la corrupción, la decepción y la desconfianza hacia los políticos, sean del color que sean, van a ser brutales y no será posible otro tipo de poder que una dictadura moralizante, capaz de castigar a los que tenían que habernos protegido y en lugar de ello nos han saqueado y convertido la nación en un basurero.
Los políticos se han convertido en en el peor ejemplo y en los promotores de lo peor. Han robado, prostituido la democracia, engañado, manipulado la realidad, tergiversado la información, emputecido la vida política y convertido el Estado en una inmensa pocilga en la que los podridos se han repartido el dinero y los privilegios, riéndose de los ciudadanos que, como idiotas, creían vivir en una democracia y votaban una y otra vez a sus verdugos.
La experiencia internacional confirma que, en condiciones normales, apenas aflora el diez o el quince por ciento de la corrupción en un país y que el resto permanece oculto para siempre. Si se aplica a España esa fórmula y se admite que lo que conocemos es apenas la décima parte de la corrupción real, el robo y el saqueo de España han sido monumentales, inmensos, de órdago mundial.
Lo que ahora no es visible porque está cuidadosamente ocultado y tergiversado por la propaganda y por medios de comunicación vendidos del poder se verá con claridad y será evidente que España fue un paraíso para los poderosos y un infierno para los débiles y desprotegidos, que los partidos políticos tuvieron demasiado poder, que el sistema era una dictadura de partidos, no una democracia y que los políticos abusaron del poder y tuvieron casi una patente de corso para robar y enriquecerse, manejando los fondos públicos sin ética ni decencia.
Entonces se verá claro que la corrupción no tenía color y que afectaba tanto a la derecha como a la izquierda y que todos los partidos cruzaron la linea roja al anteponer sus propios intereses al bien común, una y otra vez, sin descanso ni pudor.
También se sentirá vergüenza del sistema político, cuando se descubran sus enormes carencias y falsedades, sobre todo la falta de controles y frenos al poder. La falsa democracia española permite, de hecho, que los políticos destrocen el país sin tener que rendir cuentas ni pagar por ello. Los ciudadanos, marginados, han permanecido durante décadas, desde el franquismo y después en la falsa democracia, al margen de las decisiones y de la vida política, sin defensa ni representación porque los diputados y senadores que elegían en las votaciones sólo rendían cuentas y representaban a sus propios partidos.
Los políticos, acompañados de sus pretorianos, sobre todo jueces, periodistas y policías, incluyendo los servicios de inteligencia, deberán pedir perdón y sentirán vergüenza de haber corrompido la sociedad y el sistema hasta niveles insólitos, ocupando uno de los puestos de cabeza en el ranking mundial de la suciedad y el abuso de poder.
Estas afirmaciones de gran dureza no son exageraciones, sino anticipaciones de la verdad. Lo que hoy se ve turbio y todavía permite ser puesto en duda, será evidente dentro de pocos años, del mismo modo que hoy resulta evidente la corrupción, que era negada hace una década, cuando algunos la denunciábamos, como tampoco teníamos credibilidad cuando afirmábamos, hace un par de décadas, que la democracia española no existía y que los partidos políticos españoles eran el gran obstáculo que impedían la democracia y la decencia.
España está en vísperas de vivir una profunda catarsis, unida a una profunda indignación al descubrir la suciedad que se escondía debajo de las alfombras del poder. La sociedad entera sentirá vergüenza cuando conozca el comportamiento de los políticos, cómo han llenado el Estado de instituciones, gobiernos, diputaciones, parlamentos y miles de chiringuitos sin otro fin que colocar a sus amigos y crear un Estado al servicio de los políticos, nunca de los ciudadanos. Pero el bochorno, la indignación y la vergüenza serán todavía mas profundos cuando se conozcan en detalle las fechorías del poder, el uso del dinero público, el cobro en dinero negro, el innecesario endeudamiento, la desaparición de enormes sumas, el silencio ante estafas masivas programadas, la compra de votos y apoyos, el acoso a los disidentes, el estímulo irresponsable al separatismo y la inmunda codicia de los partidos y de los clanes políticos españoles, vinculados muchas veces a empresarios indecentes y sin ética.
¿No se lo cree? Vale. Investigue y verá que es cierto o limítese a esperar y en unos años, quizás antes de una década, la tremenda podredumbre española quedará aterradoramente al descubierto y nos caerá encima.
Francisco Rubiales
La estafa política española es de grandes dimensiones y de unas consecuencias terribles. El comportamiento de los políticos en España ha sido tan inmoral que ha condenado a muerte la política y el liderazgo por décadas. Los que nos tenían que haber protegido, nos han robado. Cuando los ciudadanos españoles descubramos las verdaderas dimensiones de la corrupción, la decepción y la desconfianza hacia los políticos, sean del color que sean, van a ser brutales y no será posible otro tipo de poder que una dictadura moralizante, capaz de castigar a los que tenían que habernos protegido y en lugar de ello nos han saqueado y convertido la nación en un basurero.
Los políticos se han convertido en en el peor ejemplo y en los promotores de lo peor. Han robado, prostituido la democracia, engañado, manipulado la realidad, tergiversado la información, emputecido la vida política y convertido el Estado en una inmensa pocilga en la que los podridos se han repartido el dinero y los privilegios, riéndose de los ciudadanos que, como idiotas, creían vivir en una democracia y votaban una y otra vez a sus verdugos.
La experiencia internacional confirma que, en condiciones normales, apenas aflora el diez o el quince por ciento de la corrupción en un país y que el resto permanece oculto para siempre. Si se aplica a España esa fórmula y se admite que lo que conocemos es apenas la décima parte de la corrupción real, el robo y el saqueo de España han sido monumentales, inmensos, de órdago mundial.
Lo que ahora no es visible porque está cuidadosamente ocultado y tergiversado por la propaganda y por medios de comunicación vendidos del poder se verá con claridad y será evidente que España fue un paraíso para los poderosos y un infierno para los débiles y desprotegidos, que los partidos políticos tuvieron demasiado poder, que el sistema era una dictadura de partidos, no una democracia y que los políticos abusaron del poder y tuvieron casi una patente de corso para robar y enriquecerse, manejando los fondos públicos sin ética ni decencia.
Entonces se verá claro que la corrupción no tenía color y que afectaba tanto a la derecha como a la izquierda y que todos los partidos cruzaron la linea roja al anteponer sus propios intereses al bien común, una y otra vez, sin descanso ni pudor.
También se sentirá vergüenza del sistema político, cuando se descubran sus enormes carencias y falsedades, sobre todo la falta de controles y frenos al poder. La falsa democracia española permite, de hecho, que los políticos destrocen el país sin tener que rendir cuentas ni pagar por ello. Los ciudadanos, marginados, han permanecido durante décadas, desde el franquismo y después en la falsa democracia, al margen de las decisiones y de la vida política, sin defensa ni representación porque los diputados y senadores que elegían en las votaciones sólo rendían cuentas y representaban a sus propios partidos.
Los políticos, acompañados de sus pretorianos, sobre todo jueces, periodistas y policías, incluyendo los servicios de inteligencia, deberán pedir perdón y sentirán vergüenza de haber corrompido la sociedad y el sistema hasta niveles insólitos, ocupando uno de los puestos de cabeza en el ranking mundial de la suciedad y el abuso de poder.
Estas afirmaciones de gran dureza no son exageraciones, sino anticipaciones de la verdad. Lo que hoy se ve turbio y todavía permite ser puesto en duda, será evidente dentro de pocos años, del mismo modo que hoy resulta evidente la corrupción, que era negada hace una década, cuando algunos la denunciábamos, como tampoco teníamos credibilidad cuando afirmábamos, hace un par de décadas, que la democracia española no existía y que los partidos políticos españoles eran el gran obstáculo que impedían la democracia y la decencia.
España está en vísperas de vivir una profunda catarsis, unida a una profunda indignación al descubrir la suciedad que se escondía debajo de las alfombras del poder. La sociedad entera sentirá vergüenza cuando conozca el comportamiento de los políticos, cómo han llenado el Estado de instituciones, gobiernos, diputaciones, parlamentos y miles de chiringuitos sin otro fin que colocar a sus amigos y crear un Estado al servicio de los políticos, nunca de los ciudadanos. Pero el bochorno, la indignación y la vergüenza serán todavía mas profundos cuando se conozcan en detalle las fechorías del poder, el uso del dinero público, el cobro en dinero negro, el innecesario endeudamiento, la desaparición de enormes sumas, el silencio ante estafas masivas programadas, la compra de votos y apoyos, el acoso a los disidentes, el estímulo irresponsable al separatismo y la inmunda codicia de los partidos y de los clanes políticos españoles, vinculados muchas veces a empresarios indecentes y sin ética.
¿No se lo cree? Vale. Investigue y verá que es cierto o limítese a esperar y en unos años, quizás antes de una década, la tremenda podredumbre española quedará aterradoramente al descubierto y nos caerá encima.
Francisco Rubiales
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