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La independencia catalana y el miserable nacimiento de una nación



La mitad de los catalanes, guiados por unos gobernantes sin escrúpulos y sin grandeza, continúan empeñados en su desafio independentista y avanzando hacia la confrontación con las leyes y normas que ellos mismos aprobaron en el pasado: la Constitución Española y el Estatuto de Cataluña.

Ignoran que las naciones surgen con páginas gloriosas y en medio de sentimientos profundos de heroísmo, grandeza e ilusiones compartidas, pero no envueltas en la corrupción, profundamente divididas, con sus partidarios en minoría y con sus promotores escondiéndose de la Justicia y con miedo a firmar la compra de urnas. Nacer como nación de ese modo es una forma miserable de ganarse el derecho a la libertad y a un Estado propio.
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Fundar una nación sobre esas bases, sin heroísmo ni epopeya, sin gloria ni grandeza, no es una forma digna de nacer y, como mucho, es el fiel retrato de la nación que se quiere fundar: dividida, confundida, sin héroes, con muchos chorizos y sinvergüenzas en el punto de mira de la Justicia o encarcelados por corrupción, cargada de estupidez y poniendo en peligro muchas cosas: entre ellas la prosperidad. A los actuales padres de la Cataluña independiente les falta grandeza, heroísmo y gloria y les sobra mediocridad, suciedad y odio.

Toda nación necesita un relato exultante de sus méritos y gestas que admire y congregue a sus hijos, pero el relato contado a los catalanes es falso y está lleno de mentiras e invenciones. Cataluña nunca fue una nación, ni fue independiente, ni jamás fue humillada o sometida como pueblo por España.

Naciones como España, Francia, Inglaterra y otros de Europa se fundaron sobre páginas de gloria, honor y heroísmo, muchas veces sobre la sangre de los que la defendieron, luchando contra invasores o haciéndola grande con conquistas y avances.

La España actual luchó unida y se forjó en gestas memorables como la lucha contra el invasor musulmán y la conquista y colonización de América, Flandes, Nápoles, Sicilia, Filipinas y otras tierras, uniéndose y llenándose de un orgullo que descansa sobre esfuerzos colectivos y batallas como las Navas de Tolosa y Lepanto.

Los independentistas catalanes, mediocres de pacotilla, deberían entender que para fundar una nación y separarse de España deberían construir con su ejemplo y actuación un relato igual o superior al de España, pero el nacionalismo catalán, además de ganas de ser poderoso e impune, carece de epopeyas y rasgos heroicos y ejemplares. Como mucho, podrían llenar dos o tres páginas auténticas de refriegas, escaramuzas y trucos políticos de baja estofa frente a la nación a la que pertenecen. El resto son paginas falseadas, en las que personajes como Colón, Cervantes y otros aparecen como "catalanes", sin rigor histórico, con chufla de sainete, únicamente.

Lo que el independentismo catalán está pariendo en el presente no es una nación con un pueblo heroico dispuesto ganarse su libertad, , sino una simple estafa, que si España fuera hoy la nación fuerte y segura que fue en el pasado, no habría durado ni un segundo en pie, pero que al tener la suerte de enfrentarse a una España mal gobernada por politicastros y partidos corrompidos y castrados en su grandeza, está durando demasiado y hasta consigue proyectar, a veces, el espejismo de ser una empresa sólida,en lugar de una confabulación y un timo propio de tahúres.

Si hubiera suficiente masa de grandeza en la lucha catalana, si ese pueblo se hubiera lanzado hacia la independencia para escapar de la suciedad española y de la falta de valores y democracia de este sistema político español que nos mal gobierna, muchos españoles les habríamos apoyado y seguido sus huellas, en busca de un país mejor y del verdadero progreso, pero la lucha catalana es pobre, triste y nada ejemplar, impulsada por gente pequeña y miserable que sólo aspira a ser impune y envuelta en delitos y corrupciones que hasta superan la densa y sucia masa de la corrupción y el abuso reinantes en España.

Francisco Rubiales

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Jueves, 20 de Julio 2017
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