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La incomprensible rareza y el surrealismo de los catalanes



Recientemente, conversando con un profesor norteamericano que es pieza clave en un think tank de geopolítica y estrategia mundial de Washington, me dijo que el fenómeno de los catalanes era el más extraño del planeta, toda una rareza mundial que refleja una anormal revolución en el comportamiento y las relaciones entre clases sociales, ideologías y grupos de intereses.

Extrañado por su afirmación, le pedí que me explicara las razones de esa rareza catalana. Me dijo que no las conocía todas, ni podía descifrarlas, pero aseguró que hay muchas y que nunca antes, a lo largo de la Historia moderna, se había dado una alianza tan rápida y compacta entre polos tan opuestos como los representados en Cataluña por los anarquistas de la CUP y la burguesía.
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El análisis del estudioso es certero y contiene muchas más rarezas incomprensibles.

Visto con frialdad, el conflicto catalán es un revoltijo surrealista de contrastes, ilógico, ininteligible y difícilmente explicable, que escapa a todos los modelos sociológicos y políticos aplicables y que sorprende cada día más a los estudiosos y observadores, incapaces de comprender el extraño fenómeno. La burguesía conservadora en alianza con el nacionalismo de ERC y el anarquismo de la CUP; una burguesía empresarial que se lanza como una fiera contra sus clientes y que provoca un boicot brutal, sin que al parecer le importe arruinarse; un pueblo de comerciantes, que por lógica debe ser conservador pero que en Cataluña se ha convertido en pre-revolucionario y de un radicalismo feroz; una clase política que avanza hacia el suicidio, consciente de que terminará en la cárcel por burlar la ley y desobedecer sentencias de altos tribunales; y una desesperada huida hacia adelante, desenfrenada, incluso asumiendo el riesgo de guerra civil, encabezada por familias adineradas y grandes empresarios que no tienen nada que ganar en esa revuelta golpista y delictiva.

Cataluña es la región con más autonomía y autogobierno de Europa, pero quiere todavía más y para lograrlo arriesga su paz y prosperidad.

Recurre constantemente al victimismo y ha construido su golpe de Estado en torno a la frase "España nos roba", pero los datos revelan justo lo contrario, que Cataluña ha sido la región más mimada por el poder central desde hace más de un siglo, sobre todo por el Franquismo, que concentró en Cataluña casi la mitad de todas las inversiones industriales de España.

Otro fenómeno desquiciante es la incomprensible tolerancia y hasta complicidad de los últimos gobiernos españoles frente al insolente desafío de los políticos catalanes.

Quieren presentar como autoritario y fascista al gobierno de Rajoy, cuando ese gobierno está demostrando tener una paciencia y una cautela impresionantes. De haberse producido la rebelión catalana en Francia o Alemania, los insurrectos habrían sido aplastados en menos de una semana para preservar la integridad del Estado.

El catalán es un conflicto sin cabeza y absolutamente demencial con rasgos tan surrealistas e incomprensibles como que una minoría independentista se considere mayoría y única representante del pueblo de Cataluña, el cual, mayoritariamente rechaza la independencia, según revelan las encuestas. A esa paradoja diabólica se agregan otras sorpresas, como la de una policía (los mossos) que se niega a cumplir con su deber y a imponer la ley en la sociedad, una aplicación "light" del artículo 155 de la Constitución, por parte del gobierno de Rajoy, cuando la situación requiere medidas de gran calado, y una Ley Electoral que se mantiene vigente a pesar de que es injusta, desequilibrada y beneficia a los rebeldes, premiándolos con una representación en el Parlamento mayor de la que les corresponde.

Francisco Rubiales

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Martes, 3 de Abril 2018
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