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La imagen de Felipe González se está hundiendo



La estrella de Felipe González declina a un ritmo endiablado. El conflicto de Cataluña le ha dejado al descubierto porque fue él quien inauguró la política de colaboracionismo con los nacionalistas de Pujol, al que perdonó sus delitos en Banca Catalana y al que le permitió vía libre para saquear y alimentar el monstruo independentista. Hoy, el prestigio de González se diluye, dentro y fuera del PSOE, y su figura, por fin, adquiere los rasgos de mal gobernante, mediocridad y falso demócrata que merece.
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Se pavonea Felipe González de que los españoles ya han olvidado las barbaridades que cometió cuando gobernaba y de que saldría hoy en las encuestas mejor valorado que Zapatero, Rajoy y cualquier otro político español. Es probable que tenga razón y que hoy resultara mejor valorado que cualquier otro líder político, pero eso no se debe a que él sea mejor, a que le hayan perdonado o a que sus acciones hayan sido olvidadas, sino a que los demás políticos no tienen altura y a que los españoles son olvidadizos y están poco informados, hasta el punto de que ni siquiera conocen el alcance de las barbaridades que él cometió cuando gobernaba. Si se las explicaran con detalle, no sólo no saldría bien valorado en las encuestas, sino que los ciudadanos, en masa, probablemente pedirían que fuera juzgado.

Si es cierto lo que afirma el catedrático de economía Roberto Centeno, Felipe González es el principal culpable de que las pensiones actuales estén en peligro y que los futuros pensionistas españoles estén temblando de miedo ante el riesgo de que el Estado quiebre y ellos tengan que afrontar la pobreza en la vejez.

Dice Centeno que González, que dejó las arcas del Estado vacías y el país endeudado hasta las cejas, extrajo de la Caja de la Seguridad Social, durante sus 13 años de gobierno, nada menos que 250.000 millones de euros, una cantidad suficiente para haber garantizado las pensiones de los españoles hasta mediados del siglo XXI. Ese dinero lo empleó en obras e inversiones de su gobierno, haciendo un mal uso de una caja que no es del gobierno, sino de los pensionistas.

El catedrático sostiene que también Zapatero y Rajoy han mermado cuantiosamente la caja de la Seguridad Social, hasta vaciarla, un depósito que debería ser "intocable".

El comportamiento ante los fondos públicos de González y Zapatero inclinan a pensar que esos desmanes no son únicamente suyos, sino típicos del socialismo español, cuyos mayores pecados suelen ser la corrupción, el despilfarro y la ruina causada a España.

Las barbaridades de González no están perdonadas, sino que son desconocidas por los españoles, quizás porque en sus tiempos existía una fe y una esperanza tan ciega en la democracia como sistema que resultaba impensable imaginar siquiera que un dirigente elegido por el pueblo pudiera meter las menos con impudicia en las arcas públicas, practicar desde el gobierno el terrorismo de Estado y dejar las manos libres a los corruptos para que, desde el poder, convirtieran España en una auténtica cochinera.

La máxima de que la derecha crea riqueza y la izquierda la despilfarra se ha cumplido durante mucho tiempo en España, pero hoy ya no tiene vigencia ni verdad porque la derecha, comandada por Rajoy, ha adquirido muchos vicios de la izquierda y huele a socialdemocracia. Es cierto que la economía española ha mejorado durante el mandato de Rajoy, pero lo ha hecho bajando los sueldos para que la producción sea competitiva, precarizando la vida laboral, cobrando impuestos con más codia, si cabe, que los socialistas, despilfarrando y endeudando al país hasta niveles suicidas.

La figura de Felipe González está perdiendo gran parte del prestigio que disfrutó durante un tiempo, cuando los españoles desconocían la verdad de su política y cuando el pueblo confiaba en sus líderes, pero hoy ese prestigio desaparece a un ritmo muy intenso y se le considera como el dirigente español que abrió las puertas a la corrupción política e institucional, el inició la política de colaboracionismo con el nacionalismo catala´, perdonando a Jordi Pujol y permitiendo al nacionalismo catalán abusar, ser corrupto y alimentar el monstruo de la independencia, el que despilfarró más dinero y, sobre todo, el que desarticuló la sociedad civil española, sometiéndola al control de los políticos y convirtiendo la democracia en un monopolio de los partidos, con los ciudadanos excluidos de toda participación e influencia.

Francisco Rubiales

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Martes, 12 de Diciembre 2017
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