Información y Opinión

La hora del príncipe Felipe



El príncipe Felipe tiene una oportunidad de oro para ganarse la aceptación de los españoles y heredar la jefatura del Estado con honor y grandeza.
---



Dicen que el príncipe Felipe está al tanto de lo que está ocurriendo en España y que es consciente y sufre ante dramas tan evidentes como el sufrimiento de los ciudadanos, la injusticia de los últimos gobiernos, que están haciendo pagar el grueso de la factura de la crisis a los más débiles y a los que tienen nómina, quebrando así el espinazo de España, que son sus clases medias, del clamor popular que se eleva por todo el mapa español pidiendo que se acaben los privilegios de los políticos y que el Estado suelte ese lastre indigno e insultante formado por casi medio millón de políticos enchufados cobrando, sin aportar nada al bien común y sin otro mérito que poseer un carné de partido.

Aseguran también que el príncipe está especialmente afectado por la injusticia que padece su generación de jóvenes, condenada al desempleo, desaprovechada a pesar de su formación profesional y técnica, condenada a emigrar y marginada de todo proceso de toma de decisiones, un auténtico desastre que condena a millones de jóvenes y una injusticia mayúscula que clama al cielo.

Si es cierto eso y es verdad que Felipe de Borbón y Grecia sufre con las injusticias que padece su pueblo, que lo demuestre, que deje de preocuparse y que se ocupe del asunto, convenza a su padre para que cumpla con su deber, tome partido por los ciudadanos y, ante el extremo sufrimiento de su pueblo y la lacerante injusticia que el actual gobierno apadrina e impulsa, llame a capítulo a los políticos y les exija con toda solemnidad y con la fuerza de su cargo, que, de una vez, afronten los tres mayores dramas de la nación española, que son los siguientes:

El primero es instaurar una democracia auténtica, donde existan controles y cautelas para limitar y domesticar el poder político, en la que los ciudadanos cuenten y no sean esclavos de los partidos y de los políticos profesionales y en la que se respeten los valores, los principios y reglas tan básicas y vitales del sistema como una ley igual para todos, castigo para los corruptos y una sociedad civil fuerte que sustituya a la actual, casi estrangulada por los políticos.

El segundo es la terrorífica dimensión de la corrupción, que debe ser urgente y activamente combatida y exterminada desde el poder, aunque eso suene a imposible porque ha sido precisamente el poder político, desde la cúspide corrupta y podrida, el que ha infectado al resto de la nación y contaminado la sociedad, las empresas, las instituciones y hasta los espacios donde habitan y conviven los ciudadanos. La única manera de acabar con la corrupción es recuperando los valores de la democracia ciudadana, congregadora de hombres y mujeres libres, y lanzando una campaña dura e inmisericorde contra los corruptos, sean del color que sean, incluso si, como ocurre, ocupan altos cargos en los partidos políticos e incluso en las altas instituciones del Estado.

El tercer drama de España es el insoportable tamaño del Estado, diseñado no como espacio ciudadano para generar orden, par y armonía, sino como cubículo para que los políticos y sus aliados poderosos disfruten de poderes y privilegios que están prohibidos en cualquier democracia decente. España tiene más políticos cobrando del Estado que Alemania, Francia e Inglaterra juntos, todo un abuso que debe terminar con urgencia, del mismo modo que deben acabarse las subvenciones a los partidos, patronales y sindicatos, así como la financiación, con los impuestos de los ciudadanos, que, proporcionalmente, son los más altos de toda Europa y los que menos servicios reportan a la ciudadanía, de miles de instituciones duplicadas, chiringuitos para disfrute de políticos, televisiones públicas que sólo sirven para alimentar aparatos de propaganda y demasiadas ONGs y fundaciones adscritas a partidos políticos, ideadas no para impulsar el bien común sino la orgía de poder de esa despreciable clase política española que nos está conduciendo hasta le matadero de la Historia.

Si el príncipe asume como propia la batalla por la regeneración de España, que es la única batalla verdaderamente importante que debe librar este país, entonces se hará digno de ser el futuro jefe del Estado, pero si no lo hace será otro dirigente más de la España podrida, legal pero sin la legitimidad que otorga la aceptación popular en democracia, que, como un miembro más de la clase dominante, se aupa hasta la cumbre del poder sin otro mérito que el de ser heredero de una familia hábil y astuta, arropada por una inmensa banda de políticos sin aprecio popular, plagada de forajidos, que ni siquiera piensan en acercarse a los ciudadanos, en pedir perdón por sus errores y daños causados y en devolver (o exigir que se devuelva), el dinero que miles de los suyos se han llevado tras protagonizar el deleznable capítulo histórico del vergonzoso "saqueo de España" a finales del siglo XX y principios del XXI.


- -
Martes, 17 de Julio 2012
Artículo leído 1673 veces

También en esta sección: