Siempre que han tenido problemas graves y se han sentido inseguros y sin esperanza, los humanos han buscado a personas fuertes para que les gobiernen. Es una ley de vida y una constante histórica. Francia, después de la revolución, abrazó a Napoleón cansada del caos y de la guillotina caprichosa de Dantón, Robespierre y la chusma callejera, del mismo modo que el criminal Stalin fue acogido como un padre por el atribulado y desconcertado pueblo ruso. Pero también existen hombres fuertes que adoptan las medidas necesarias, dentro de la democracia, como lo hizo el francés De Gaulle.
Muchos creemos que estamos en una de esas épocas en las que la Humanidad buscará a hombres fuertes para que le saquen del atolladero y le guíen con lucidez y fortaleza. La gente está cansada de ser saqueada y estafada, de soportar a catalanes golpistas, de corrupción, de retroceder en derechos, de injusticia patrocinada por el Estado, de políticos que desprecian los deseos del pueblo, de impuestos abusivos y de privilegios que disfrutan mequetrefes y sinverguenzas sin mérito alguno. Están realmente hartos de soportar a cobardes y pusilánimes en el poder y los ciudadanos empiezan a buscar gobernantes éticos, fuertes y poderosos, incluso asumiendo el riesgo de que se tornen tiranos.
La desesperación ante el imperio de los cobardes y los mediocres y la esperanza en que pronto lleguen los héroes y los fuertes, dispuestos a limpiar la nación de mediocres, sinvergüenzas y farsantes injustos, tiene vigencia en medio mundo, pero esos sentimientos de hartazgo y angustia son especialmente potentes en la España actual, dominada de parte a parte por bandas de impresentables que han manejado el Estado a su antojo, algunos de cuyos miembros (sólo algunos) se sientan hoy ante la Justicia (Granados, Ignacio González, Rato, Bárcenas, Urdangarín, Manuel Chaves, Griñán... y otros, aunque menos de la décima parte de nuestros cuatreros y rufianes).
Tener que mantener a 17 gobiernos autonómicos ineptos, despilfarradores y copados por mediocres nos hace soñar con un hombre fuerte que cambie las paredes y suelos de esta pocilga española. La democracia ya no existe y si continúa degradándose nunca seremos capaces de regenerar la asquerosa política y los ciudadanos no tendrán más remedio que echarse en los brazos de los hombres fuertes. Se abrirá entonces una de esas etapas de la Historia dominadas por el cesarismo, una salida que algunos ven como el preludio de la muerte de la civilización y para otros es la sacudida necesaria que limpia y regenera la podredumbre acumulada.
Los pueblos han recurrido a los césares muchas veces, una opción peligrosa que no siempre se han traducido en etapas sangrientas y trágicas porque los césares una veces se comportan como criminales y otras muchas veces limpian y regeneran lo que estaba podrido, preparando al mundo para nuevas etapas de libertad.
Hay quien dice que la explosión de democracia que experimentó España a partir de 1975 fue la continuación lógica de las cuatro décadas de cesarismo franquista. La España que Franco dejó estaba perfectamente preparada para abrazar la democracia. El problema es que los políticos engañaron entonces al pueblo y en lugar de democracia le dieron una nueva tiranía, muchos más cruel, ladrona e ineficaz, la de los partidos políticos y los políticos profesionales, un sistema que no ha cesado de degenerarse hasta nuestros días, hasta haber provocado en el pueblo un creciente e inesperado deseo de que llegue de nuevo la hora de los hombres fuertes, los únicos capaces de imponer el borrón y cuenta nueva.
La dura ecuación política de Platón parece cumplirse una vez más: la democracia degenera, se corrompe y se torna tiranía, después de la cual reaparecerá de nuevo la libertad, lo que quiere decir que después de la actual pocilga española tal vez llegue un limpiador dotado de escobas o quizás de ácido.
¡¡¡ Que Dios proteja a España !!!
Francisco Rubiales
Muchos creemos que estamos en una de esas épocas en las que la Humanidad buscará a hombres fuertes para que le saquen del atolladero y le guíen con lucidez y fortaleza. La gente está cansada de ser saqueada y estafada, de soportar a catalanes golpistas, de corrupción, de retroceder en derechos, de injusticia patrocinada por el Estado, de políticos que desprecian los deseos del pueblo, de impuestos abusivos y de privilegios que disfrutan mequetrefes y sinverguenzas sin mérito alguno. Están realmente hartos de soportar a cobardes y pusilánimes en el poder y los ciudadanos empiezan a buscar gobernantes éticos, fuertes y poderosos, incluso asumiendo el riesgo de que se tornen tiranos.
La desesperación ante el imperio de los cobardes y los mediocres y la esperanza en que pronto lleguen los héroes y los fuertes, dispuestos a limpiar la nación de mediocres, sinvergüenzas y farsantes injustos, tiene vigencia en medio mundo, pero esos sentimientos de hartazgo y angustia son especialmente potentes en la España actual, dominada de parte a parte por bandas de impresentables que han manejado el Estado a su antojo, algunos de cuyos miembros (sólo algunos) se sientan hoy ante la Justicia (Granados, Ignacio González, Rato, Bárcenas, Urdangarín, Manuel Chaves, Griñán... y otros, aunque menos de la décima parte de nuestros cuatreros y rufianes).
Tener que mantener a 17 gobiernos autonómicos ineptos, despilfarradores y copados por mediocres nos hace soñar con un hombre fuerte que cambie las paredes y suelos de esta pocilga española. La democracia ya no existe y si continúa degradándose nunca seremos capaces de regenerar la asquerosa política y los ciudadanos no tendrán más remedio que echarse en los brazos de los hombres fuertes. Se abrirá entonces una de esas etapas de la Historia dominadas por el cesarismo, una salida que algunos ven como el preludio de la muerte de la civilización y para otros es la sacudida necesaria que limpia y regenera la podredumbre acumulada.
Los pueblos han recurrido a los césares muchas veces, una opción peligrosa que no siempre se han traducido en etapas sangrientas y trágicas porque los césares una veces se comportan como criminales y otras muchas veces limpian y regeneran lo que estaba podrido, preparando al mundo para nuevas etapas de libertad.
Hay quien dice que la explosión de democracia que experimentó España a partir de 1975 fue la continuación lógica de las cuatro décadas de cesarismo franquista. La España que Franco dejó estaba perfectamente preparada para abrazar la democracia. El problema es que los políticos engañaron entonces al pueblo y en lugar de democracia le dieron una nueva tiranía, muchos más cruel, ladrona e ineficaz, la de los partidos políticos y los políticos profesionales, un sistema que no ha cesado de degenerarse hasta nuestros días, hasta haber provocado en el pueblo un creciente e inesperado deseo de que llegue de nuevo la hora de los hombres fuertes, los únicos capaces de imponer el borrón y cuenta nueva.
La dura ecuación política de Platón parece cumplirse una vez más: la democracia degenera, se corrompe y se torna tiranía, después de la cual reaparecerá de nuevo la libertad, lo que quiere decir que después de la actual pocilga española tal vez llegue un limpiador dotado de escobas o quizás de ácido.
¡¡¡ Que Dios proteja a España !!!
Francisco Rubiales