Muchos socialistas españoles rechazan la reforma constitucional pactada recientemente entre Rajoy y Zapatero para poner coto al gasto público porque afirman que limita las políticas sociales. Aparentemente, su rechazo al límite del déficit responde a una defensa de la esencia de la izquierda, pero se trata de un planteamiento truculento porque es falso que limitar el déficit signifique reducir las políticas sociales.
Los ciudadanos españoles saben que los socialistas mienten y plantean un argumento falso porque el dinero necesario para proteger a los más débiles y necesitados podría salir de la supresión de lujos, privilegios y gastos inútiles a los que el socialismo español no está dispuesto a renunciar. Si se suprimieran los miles de cargos de asesores superfluos, buena parte de los coches oficiales innecesarios, de tarjetas de crédito para disfrute de políticos, televisiones autonómicas en ruina y miles de empresas públicas innecesarias, habría dinero más que suficiente para mantener la calidad de la sanidad, pagar las deudas a los empresarios y mantener un alto nivel de protección social.
El gran pecado del actual socialismo español, algo grave de lo que tendrán que responder en el futuro, es que chantajean al pueblo amenazándolo con restricciones en sanidad, educación, cobertura del desempleo y otros servicios básicos, cuando esas restricciones serían innecesarias si ellos renunciaran a unos privilegios, lujos, abusos y corrupciones tan opíparos que superan, incluso, a los que disfrutaron la nobleza y el clero en los injustos y denostados tiempos del absolutismo.
Rubalcaba y Zapatero se empeñan en convencer a los dirigentes del socialismo español de que la limitación constitucional del gasto público es necesaria, pero esa reunión está presidida por la mentira, ya que no se habla del gran tabú socialista, que es el despilfarro de dinero público gastado en instituciones inútiles, administraciones duplicadas, empresas públicas innecesarias y la colocación de cientos de miles de amigos del partido, auténticos parásitos que no aportan nada a la nación.
Muchas horas, grandes argumentos y un gran esfuerzo dialéctico que se extendió hasta la noche del lunes 29 de agosto, necesitaron los líderes Rubalcaba y Zapatero para debatir con sus compañeros de partido de algo que es falso y mendaz. El verdadero debate no es más o menos endeudamiento para sostener políticas sociales, sino el de más o menos corrupción en un país que ha caído en manos de cuatreros. El debate sobre el control presupuestario es hipócrita y cretino porque el verdadero, el que el país necesita es el de como eliminar la corrupción, porque corrupción ha sido endeudarse hasta la locura, hipotecando el futuro de España, sin renunciar antes a los costosos y desorbitados privilegios de la casta política española, colocar a 400.000 asesores y enchufados del partido a cargo de las arcas públicas, duplicar y triplicar administraciones, mantener radios y televisiones autonómicas que sólo sirven a los aparatos de propaganda de los gobiernos y los partidos, y crear cientos de empresas públicas innecesarias, sin otro fin que colocar allí a los amigos y familiares, aumentando al mismo tiempo, por la puerta falsa, la capacidad de endeudamiento público.
La reforma constitucional veloz e histérica que han pactado Zapatero y Rajoy habría sido innecesaria si Zapatero, irresponsablemente y con un descaro nauseabundo, no se hubiera dedicado a pedir más dinero prestado del que España podía pagar, hasta conseguir el descrédito, la ruina y la maldición de los mercados.
Ese debate sobre la corrupción y la limpieza de lo público debería haber sido el gran debate socialista, el único que podría redimir al socialismo español de sus muchos pecados y traiciones, el único que podría librarlos del desprecio ciudadano y de su próximo desastre en las urnas, pero ese debate, hoy por hoy, es tabú en el corrompido y maltrecho socialismo español.
Los ciudadanos españoles saben que los socialistas mienten y plantean un argumento falso porque el dinero necesario para proteger a los más débiles y necesitados podría salir de la supresión de lujos, privilegios y gastos inútiles a los que el socialismo español no está dispuesto a renunciar. Si se suprimieran los miles de cargos de asesores superfluos, buena parte de los coches oficiales innecesarios, de tarjetas de crédito para disfrute de políticos, televisiones autonómicas en ruina y miles de empresas públicas innecesarias, habría dinero más que suficiente para mantener la calidad de la sanidad, pagar las deudas a los empresarios y mantener un alto nivel de protección social.
El gran pecado del actual socialismo español, algo grave de lo que tendrán que responder en el futuro, es que chantajean al pueblo amenazándolo con restricciones en sanidad, educación, cobertura del desempleo y otros servicios básicos, cuando esas restricciones serían innecesarias si ellos renunciaran a unos privilegios, lujos, abusos y corrupciones tan opíparos que superan, incluso, a los que disfrutaron la nobleza y el clero en los injustos y denostados tiempos del absolutismo.
Rubalcaba y Zapatero se empeñan en convencer a los dirigentes del socialismo español de que la limitación constitucional del gasto público es necesaria, pero esa reunión está presidida por la mentira, ya que no se habla del gran tabú socialista, que es el despilfarro de dinero público gastado en instituciones inútiles, administraciones duplicadas, empresas públicas innecesarias y la colocación de cientos de miles de amigos del partido, auténticos parásitos que no aportan nada a la nación.
Muchas horas, grandes argumentos y un gran esfuerzo dialéctico que se extendió hasta la noche del lunes 29 de agosto, necesitaron los líderes Rubalcaba y Zapatero para debatir con sus compañeros de partido de algo que es falso y mendaz. El verdadero debate no es más o menos endeudamiento para sostener políticas sociales, sino el de más o menos corrupción en un país que ha caído en manos de cuatreros. El debate sobre el control presupuestario es hipócrita y cretino porque el verdadero, el que el país necesita es el de como eliminar la corrupción, porque corrupción ha sido endeudarse hasta la locura, hipotecando el futuro de España, sin renunciar antes a los costosos y desorbitados privilegios de la casta política española, colocar a 400.000 asesores y enchufados del partido a cargo de las arcas públicas, duplicar y triplicar administraciones, mantener radios y televisiones autonómicas que sólo sirven a los aparatos de propaganda de los gobiernos y los partidos, y crear cientos de empresas públicas innecesarias, sin otro fin que colocar allí a los amigos y familiares, aumentando al mismo tiempo, por la puerta falsa, la capacidad de endeudamiento público.
La reforma constitucional veloz e histérica que han pactado Zapatero y Rajoy habría sido innecesaria si Zapatero, irresponsablemente y con un descaro nauseabundo, no se hubiera dedicado a pedir más dinero prestado del que España podía pagar, hasta conseguir el descrédito, la ruina y la maldición de los mercados.
Ese debate sobre la corrupción y la limpieza de lo público debería haber sido el gran debate socialista, el único que podría redimir al socialismo español de sus muchos pecados y traiciones, el único que podría librarlos del desprecio ciudadano y de su próximo desastre en las urnas, pero ese debate, hoy por hoy, es tabú en el corrompido y maltrecho socialismo español.