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La financiación pública de los partidos políticos es una aberración antidemocrática



Los partidos políticos españoles son hoy el principal obstáculo para la regeneración ética y política de la nación y una de las principales causas de esa degradación es la abundante y generosa financiación pública de los partidos, contraria a los deseos de los ciudadanos, pero impuesta opresivamente por los políticos, que se sienten muy a gusto con ese dinero fácil.

La el asunto de la financiación de los partidos se sometiera a referéndum, los expertos calculan que dos de cada tres ciudadanos se pronunciarían por el cese inmediato de la financiación pública y la obligación de que cada partido se financie con las cuotas de sus afiliados, una decisión saludable que debilitaría la repugnante partitocracia española y fortalecería la débil y medio asfixiada democracia.
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Uno de los rasgos más negativos y nocivos del sistema político español es la financiación pública de los partidos políticos. Además de una opción escasamente democrática e injusta que implica privilegio forzado y abuso de poder, en el caso de España es una imposición por la fuerza a la sociedad, un rasgo más propio de tiranía que de democracia, una auténtica aberración.

Cualquier ciudadano tiene el derecho de preguntarse ¿Por qué tengo que financiar con mis impuestos a un partido como Podemos, cuando estoy absolutamente convencido de que, si alcanzara el poder, nos llevaría a la ruina? Del mismo modo debe repugnarle financiar por la fuerza a cualquier partido que sea contrario a sus ideas.

La financiación pública de los partidos es una locura, una aberración y una imposición tiránica de la clase política, cuyo comportamiento denota abuso de poder, corrupción y escasa democracia.

Lo lógico y democrático sería que los partidos se financiarán con las cuotas y aportaciones transparentes de sus afiliados y simpatizantes, pero ese sistema, aunque sea el preferido por los ciudadanos y el exigible en democracia, no gusta a los políticos, que han impuesto por la fuerza una costosa financiación con el dinero de los impuestos.

El dinero público abundante hace a los partidos demasiado fuertes y aficionados al lujo y al despilfarro, lo que en algunos casos resulta escandaloso. Ese dinero fácil favorece también la corrupción y el abuso de poder, según pensadores políticos y expertos en marketing, como también aleja a los partidos de la ciudadanía y los aísla.

La democracia exige partidos políticos muy controlados por la ciudadanía y sometidos a las leyes, pero el dinero abundante los hace más independientes, arrogantes, incontrolados e impunes.


Francisco Rubiales

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Lunes, 19 de Junio 2017
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