El rey Juan Carlos, jefe del Estado Español y máximo representante de una democracia que se dice avanzada, acaba de conceder el Collar de la Insigne Orden del Toisón de Oro -la mayor distinción que Don Juan Carlos puede conceder a título personal y la de mayor prestigio en todo el mundo- a Abdulá bin Abdulaziz Al Saud, Custodio de las Dos Sagradas Mezquitas y Rey de Arabia Saudí.
Muy pocos españoles entienden ese gesto y son muchos los que lo rechazan porque no parece éticamente correcto ni siquiera respetable que pocos días después de haber concedido el Toison a Adolfo Suárez, cuyos méritos como demócrata se reconecen casi unánimemente, se conceda la misma orden a un rey sátrapa que aplasta a muchos de sus súbditos, que dedica buena parte de sus recursos a proteger al Islam y, más concretamente, a blindar a los musulmanes en Occidente, donde construye mezquitas y sufraga la penetración del radicalismo islamista.
El rey condecorado por el monarca español margina y subyuga a las mujeres, ampara una legislación feroz y claramente injusta, corta las manos a los ladrones y condena a muerte a los infieles que se atreven a practicar su religión en Arabia. En concreto, es incapaz de permitir que los cristianos practiquen su religión en su país y no tiene la más mínima intención de respetar esa ley de oro de las relaciones internacionales que es la "Recibrocidad". El quiere y exige para los musulmanes todos los derechos y libertades que Occidente ha sabido crear con gran esfuerzo, pero no concede ni uno sólo de esos derechos y libertades a los occidentales en el rígido, cruel e injusto mundo que gobierna como monarca absoluto.
Su mayor mérito reconocido es que es el primer productor de crudo del mundo y que, en consecuencia, tiene mucho dinero. Quizás eso le haga merecedor del Toisón.
Muy pocos españoles entienden ese gesto y son muchos los que lo rechazan porque no parece éticamente correcto ni siquiera respetable que pocos días después de haber concedido el Toison a Adolfo Suárez, cuyos méritos como demócrata se reconecen casi unánimemente, se conceda la misma orden a un rey sátrapa que aplasta a muchos de sus súbditos, que dedica buena parte de sus recursos a proteger al Islam y, más concretamente, a blindar a los musulmanes en Occidente, donde construye mezquitas y sufraga la penetración del radicalismo islamista.
El rey condecorado por el monarca español margina y subyuga a las mujeres, ampara una legislación feroz y claramente injusta, corta las manos a los ladrones y condena a muerte a los infieles que se atreven a practicar su religión en Arabia. En concreto, es incapaz de permitir que los cristianos practiquen su religión en su país y no tiene la más mínima intención de respetar esa ley de oro de las relaciones internacionales que es la "Recibrocidad". El quiere y exige para los musulmanes todos los derechos y libertades que Occidente ha sabido crear con gran esfuerzo, pero no concede ni uno sólo de esos derechos y libertades a los occidentales en el rígido, cruel e injusto mundo que gobierna como monarca absoluto.
Su mayor mérito reconocido es que es el primer productor de crudo del mundo y que, en consecuencia, tiene mucho dinero. Quizás eso le haga merecedor del Toisón.