Los políticos, porque a ellos les conviene, están empeñados en que sigamos pensando en términos de derecha o izquierda, pero esa división es una estafa engañosa porque la única división autentica que separa a los bandos y domina la política es entre democracia y totalitarismo.
La verdadera linea divisoria separa a los que creen en la libertad y a los que sólo dicen creer en ella; a los que sirven al ciudadano y a los que se sirven del ciudadano; a los que llegan a la política para servir el bien común y a los que se instalan en ella para medrar y gozar de privilegios ilegítimos.
Rodeados de engaño e inmersos en la confusión, los ciudadanos no somos capaces de analizar correctamente y descubrir que la batalla que el ser humano está librando en nuestros tiempos no es una guerra novedosa, sino un capítulo más de esa eterna lucha entre la verdad y la mentira, entre la luz y la oscuridad, entre el bien y el mal, que ha sido la columna vertebral de la historia de la Humanidad, desde el principio de los tiempos.
Mientras sigamos optando entre la derecha y la izquierda, sólo saldrá beneficiado el bipartidismo y la "casta" de políticos profesionales que han encontrado en la política una forma de vivir en el poder, el lujo y el privilegio.
Mientras sigamos votando a la derecha para castigar a la izquierda o a la izquierda para castigar a la derecha, seguiremos alimentando un sistema que lleva siglos sin resolver ni uno sólo de los grandes problemas que abruman a la Humanidad: hambre, violencia, desigualdad, injusticia, mentira, opresión, marginación, pobreza, etc.
Solamente cuando los ciudadanos exijan democracia tendrán democracia. Mientras voten rojo o negro tendrán sólo trifulca y castas dominantes.
Es mentira que la derecha crea riqueza y la izquierda la reparte. También es falso que la izquierda beneficia a los pobres y la derecha a los ricos. Basta analizar la historia para descubrir que los hechos, a veces, demuestran precisamente lo contrario. Todo eso son falsedades alimentadas por la oligarquía dominante, que quiere que vivamos la política como se vive el fútbol, con espíritu de "hooligans", defendiendo irracionalmente a los colores propios "hasta la muerte".
No hay más división auténtica que la que siempre ha habido, desde que el ser humano habitaba en cavernas: el bien y el mal, la luz y la oscuridad, la verdad y la mentira.
En nuestros tiempos, la verdad, la luz y el bien están representados por la democracia, un sistema ideado para poder convivir en armonía, sin renunciar a la discrepancia, y para defender la libertad y la igualdad, pero tiene que ser una democracia verdadera, la que está controlada por el ciudadano soberano y respeta las reglas, no la que nos rodea y gobierna, degradada y adulterada por los políticos profesionales y sus partidos, que sólo ansían poder y privilegios.
El mal, la oscuridad y la mentira son los totalitarismos, pero no sólo los que aparecen en las calles golpeando con cadenas, puños de hierro y bates de béisbol, sino los que se ocultan en partidos políticos que parecen democráticos pero que no lo son, los que utilizan la mentira para controlar a las masas, los que aplican la justicia con benevolencia a los amigos y con odio al adversario, los que someten al ciudadano, los que han invadido los poderes del Estado para dominarlos, convirtiendo la Justicia y el Parlamento en apéndices bastardos de los partidos políticos.
No nos engañemos: mientras sigamos creyendo que la batalla es entre la derecha y la izquierda, seguiremos dominados y el planeta será mal gobernado. La verdadera elección es entre la democracia verdadera y los totalitarios, los que dan la cara y los escondidos y camuflados de demócratas, que son los más peligrosos.
La verdadera linea divisoria separa a los que creen en la libertad y a los que sólo dicen creer en ella; a los que sirven al ciudadano y a los que se sirven del ciudadano; a los que llegan a la política para servir el bien común y a los que se instalan en ella para medrar y gozar de privilegios ilegítimos.
Rodeados de engaño e inmersos en la confusión, los ciudadanos no somos capaces de analizar correctamente y descubrir que la batalla que el ser humano está librando en nuestros tiempos no es una guerra novedosa, sino un capítulo más de esa eterna lucha entre la verdad y la mentira, entre la luz y la oscuridad, entre el bien y el mal, que ha sido la columna vertebral de la historia de la Humanidad, desde el principio de los tiempos.
Mientras sigamos optando entre la derecha y la izquierda, sólo saldrá beneficiado el bipartidismo y la "casta" de políticos profesionales que han encontrado en la política una forma de vivir en el poder, el lujo y el privilegio.
Mientras sigamos votando a la derecha para castigar a la izquierda o a la izquierda para castigar a la derecha, seguiremos alimentando un sistema que lleva siglos sin resolver ni uno sólo de los grandes problemas que abruman a la Humanidad: hambre, violencia, desigualdad, injusticia, mentira, opresión, marginación, pobreza, etc.
Solamente cuando los ciudadanos exijan democracia tendrán democracia. Mientras voten rojo o negro tendrán sólo trifulca y castas dominantes.
Es mentira que la derecha crea riqueza y la izquierda la reparte. También es falso que la izquierda beneficia a los pobres y la derecha a los ricos. Basta analizar la historia para descubrir que los hechos, a veces, demuestran precisamente lo contrario. Todo eso son falsedades alimentadas por la oligarquía dominante, que quiere que vivamos la política como se vive el fútbol, con espíritu de "hooligans", defendiendo irracionalmente a los colores propios "hasta la muerte".
No hay más división auténtica que la que siempre ha habido, desde que el ser humano habitaba en cavernas: el bien y el mal, la luz y la oscuridad, la verdad y la mentira.
En nuestros tiempos, la verdad, la luz y el bien están representados por la democracia, un sistema ideado para poder convivir en armonía, sin renunciar a la discrepancia, y para defender la libertad y la igualdad, pero tiene que ser una democracia verdadera, la que está controlada por el ciudadano soberano y respeta las reglas, no la que nos rodea y gobierna, degradada y adulterada por los políticos profesionales y sus partidos, que sólo ansían poder y privilegios.
El mal, la oscuridad y la mentira son los totalitarismos, pero no sólo los que aparecen en las calles golpeando con cadenas, puños de hierro y bates de béisbol, sino los que se ocultan en partidos políticos que parecen democráticos pero que no lo son, los que utilizan la mentira para controlar a las masas, los que aplican la justicia con benevolencia a los amigos y con odio al adversario, los que someten al ciudadano, los que han invadido los poderes del Estado para dominarlos, convirtiendo la Justicia y el Parlamento en apéndices bastardos de los partidos políticos.
No nos engañemos: mientras sigamos creyendo que la batalla es entre la derecha y la izquierda, seguiremos dominados y el planeta será mal gobernado. La verdadera elección es entre la democracia verdadera y los totalitarios, los que dan la cara y los escondidos y camuflados de demócratas, que son los más peligrosos.
Comentarios: