La diplomacia mundial ha cambiado sus estrategias y estilos. Ahora no se pretende tanto convencer al adversario a través de la presión, la persuasión o la fuerza, métodos ya anticuados, sino de obligarle a hacer lo que te interesa tras haberlo "contaminado" con ideas, opiniones e imágenes. Es la diplomacia del "Hacker", que sustituye a la vetusta diplomacia de las patrulleras.
Estados Unidos es el impulsor de esos nuevos métodos que funcionan inoculando al contrario un "virus" con capacidad de desquiciar. El sistema funciona con grandes recursos de comunicación e imagen, dañando la imagen del adversario, presionándolo en todos los ámbitos, pero, sobre todo, interviniendo en su prestigio e imagen internacional, algo que sólo es posible si se tiene cierto control de los grandes medios de comunicación planetarios. Los ingleses, concretamente el gobierno laborista de Tony Blair, están entusiasmado con la eficacia de las nuevas rutas diplomáticas y las están adoptado.
Los embajadores y diplomaticos del nuevo estilo tienen que tener una preparación sofisticada como comunicadores y manipuladores de la opinión. La diplomacia nueva se sirve a gentes que son más espías, "lobbystas" y expertos en cabildeos y relaciones públicas que asesinos o ladrones de secretos.
Así, por ejemplo, el Islan está siendo internacionalmente cuestionado y su imagen sufre descalabros notables, mientras se le presiona y se le contamina con el "virus" del relativismo y de la democracia, contra los que la cultura musulmana no posee antídotos. Los "virus" y "troyanos" que se introducen en el sistema del Islan tienen distintas mutaciones y afectan a la educación, a la concepción de la mujer, al consumo y al régimen de libertados. Al final, el sistema operativo se colapsa y se producen los deseados cambios.
El Islan también está utilizando una estrategia de virus y troyanos en su enfrentamiento con Occidente, sobre todo con la frágil Europa. Tiene a unos 20 millones de infiltrados en Europa, donde los musulmanes apenas se integran y donde constituyen un poderosa quinta columna que altera el funcionamiento de las democracias y corroe la estructura cultural, fascinando a los occidentales con su energía, con su fe y con el espíritu de conquista, valores lamentablemente escasos en la vieja Europa.
Estados Unidos es el impulsor de esos nuevos métodos que funcionan inoculando al contrario un "virus" con capacidad de desquiciar. El sistema funciona con grandes recursos de comunicación e imagen, dañando la imagen del adversario, presionándolo en todos los ámbitos, pero, sobre todo, interviniendo en su prestigio e imagen internacional, algo que sólo es posible si se tiene cierto control de los grandes medios de comunicación planetarios. Los ingleses, concretamente el gobierno laborista de Tony Blair, están entusiasmado con la eficacia de las nuevas rutas diplomáticas y las están adoptado.
Los embajadores y diplomaticos del nuevo estilo tienen que tener una preparación sofisticada como comunicadores y manipuladores de la opinión. La diplomacia nueva se sirve a gentes que son más espías, "lobbystas" y expertos en cabildeos y relaciones públicas que asesinos o ladrones de secretos.
Así, por ejemplo, el Islan está siendo internacionalmente cuestionado y su imagen sufre descalabros notables, mientras se le presiona y se le contamina con el "virus" del relativismo y de la democracia, contra los que la cultura musulmana no posee antídotos. Los "virus" y "troyanos" que se introducen en el sistema del Islan tienen distintas mutaciones y afectan a la educación, a la concepción de la mujer, al consumo y al régimen de libertados. Al final, el sistema operativo se colapsa y se producen los deseados cambios.
El Islan también está utilizando una estrategia de virus y troyanos en su enfrentamiento con Occidente, sobre todo con la frágil Europa. Tiene a unos 20 millones de infiltrados en Europa, donde los musulmanes apenas se integran y donde constituyen un poderosa quinta columna que altera el funcionamiento de las democracias y corroe la estructura cultural, fascinando a los occidentales con su energía, con su fe y con el espíritu de conquista, valores lamentablemente escasos en la vieja Europa.