La dimisión de Rosario Arévalo, consejera de Medio Ambiente del gobierno de Castilla La Mancha, por su responsabilidad política en la desastrosa gestión que desde el gobierno regional se hizo del incendio de Guadalajara, aunque no soluciona nada ni hace avanzar a la devaluada democracia española, sí sirve al menos para colocar al PSOE en un nivel moral superior al del PP, partido que fue incapaz de ofrecer dimisiones a la ciudadanía, a pesar de que cometió errores de similar calado durante su gobierno, como el del Yacolev que se estrelló en Turquía cargado de militares.
A pesar de que la opinión pública demandaba entonces la dimisión del ministro de Defensa, Federico Trillo, cuya torpeza e ineficiencia en la gestión de la crisis del Yacolev fue evidente y palpable, el Partido Popular fue incapaz de conceder esa dimisión a los ciudadanos, desde aquel modelo de gobierno cesarista y soberbio que impulsó y encarnó José María Aznar.
Bienvenida sea la dimisión de Rosario Arévalo, a quien felicitamos por el gesto, tras la cual debería llegar también la del presidente Barreda, del gobierno regional de Castilla La Mancha, superior de la consejera y verdadero responsable político de la pésima gestión del pavoroso incendio de Guadalajara.
Si el PSOE adoptara al menos una política activa de dimisiones y de exigencia a los gobernantes y gestores socialistas, ese simple gesto, intrascendente desde el punto de vista democrático pero importante desde el punto de vista ético, ganaría las próximas elecciones y se distanciaría en el aprecio y valoración ciudadana de una derecha a la que la soberbia y el sentido elitista le impiden reconocer errores y pagar por ellos.
A pesar de que la opinión pública demandaba entonces la dimisión del ministro de Defensa, Federico Trillo, cuya torpeza e ineficiencia en la gestión de la crisis del Yacolev fue evidente y palpable, el Partido Popular fue incapaz de conceder esa dimisión a los ciudadanos, desde aquel modelo de gobierno cesarista y soberbio que impulsó y encarnó José María Aznar.
Bienvenida sea la dimisión de Rosario Arévalo, a quien felicitamos por el gesto, tras la cual debería llegar también la del presidente Barreda, del gobierno regional de Castilla La Mancha, superior de la consejera y verdadero responsable político de la pésima gestión del pavoroso incendio de Guadalajara.
Si el PSOE adoptara al menos una política activa de dimisiones y de exigencia a los gobernantes y gestores socialistas, ese simple gesto, intrascendente desde el punto de vista democrático pero importante desde el punto de vista ético, ganaría las próximas elecciones y se distanciaría en el aprecio y valoración ciudadana de una derecha a la que la soberbia y el sentido elitista le impiden reconocer errores y pagar por ellos.