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La dimisión de Pedro Sánchez, desacreditado y contestado por más de la mitad de los españoles, es una necesidad



Pedro Sánchez tiene que dimitir. En España se dan todas las condiciones objetivas para que el gobierno dimita: desprestigio nacional e internacional, fracaso, rechazo, debilidad, divorcio con la ciudadanía, aislamiento internacional, amenaza de colapso económico y ruptura de las alianzas que integran su mayoría parlamentaria.

La protesta contra su gobierno crece y España se está crispando y haciéndose ingobernable, sólo porque el presidente no quiere someterse a las reglas de la democracia, según las cuales, cuando el fracaso es rotundo, las mayorías se resquebrajan y la protesta es masiva, un dirigente democrático tiene que dar un paso atrás y dejar su sitio a alguien que pueda restaurar lo que él ha roto. Pero Sánchez es un chavista sin escrúpulos y sin un sólo valor democrático, que tiene más de bolivariano descarado que de demócrata porque le resbalan las manifestaciones en contra, está aliado permanentemente con la mentira y la esencia de su personalidad es una ambición desmedida y enfermiza de poder.
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Cientos de miles de ciudadanos, coches y motos colapsaron ayer, sabado, las calles de las ciudades españolas, en protesta contra el desastre de gobierno que preside Pedro Sánchez, cada día más rechazado y desacreditado
Pedro Sánchez está decidido a resistir en la Moncloa, pese a que su poder se resquebraja y a que sufre el rechazo creciente de millones de españoles. Su resistencia a ultranza es ya una maldición para España, un país que, bajo el mandato de Sánchez, se rompe, se empobrece y se crispa hasta situarse al borde del conflicto civil. Sánchez ya gobierna como un espectro, sin el afecto de sus conciudadanos y sin una mayoría sólida que le sostenga en el Parlamento. Su resistencia a ultranza en el poder y el rechazo que padece no lo convierten en asurpador, pero sí es un déspota desacreditado y sin suficiente legitimidad, cuya única salida es una desesperada huida hacia adelante que siempre ocasionará daños enormes a una España fracturada y sin liderazgo.

Tiene en contra a la Corona, al grueso de las Fuerzas Armadas, a la paronal, a las grandes empresas, a una parte importante y creciente de la ciudadanía, a sus aliados internacionales y a la mayor parte de las grandes instituciones y foros del planeta, sin olvidar la enemistad creciente de Estados Unidos, cuyas sanciones a los productos españoles y ruptura de negocios comunes está causando a España daños de gran calado.

Sanchez, rodeado de problemas y de fracaso, es un pobre diablo obsesionado por resistir en medio del torbellino de rechazo que le envuelve, debilita y oprime.

Esa constante escapada hacia el futuro le lleva a fijar sus únicas esperanzas de poder en el marketing, las mentiras y nuevas medidas populistas y electoralistas. Tiene puesta gran esperanza en la próxima, recién anunciada este sábado: la aprobación inminente, vía decreto, del "ingreso mínimo vital", una ayuda a las familias más desprotegidas y pobres que comenzará a cobrarse en junio y beneficiará a cerca de 850.000 hogares.

La gran esperanza del acosado Pedro Sánchez es que esa renta mínima le de los votos y apoyos suficientes para contrarrestar el rechazo y la protesta que le agobian en el presente y resistir en el poder lo que le queda de legislatura.

Tiene fracturado el gobierno en varios compartimentos, cada día más estancos. Está el bando comunista de Pablo Iglesias, el moderado y pro europeo de Nadia Calviño y el de Ivan Redondo, el gurú personal del presidente, este último sin ideología y dominado por el pragmatismo mas feroz, equiparable a una máquina diseñada para comprar votos y votantes con dinero público.

Calviño, ministra de economía y niña mimada de Europa y de las grandes instituciones mundiales, la única baza que tiene el gobierno para presentarse con solvencia en las instituciones y foros internacionales, está a punto de dimitir y ya lo ha advertido. Le ha dicho a Iglesias y a Sánchez, tras el último choque por la derogación de la reforma laboral, que «Ni una más». La vicepresidenta está al límite de aguantar las salidas de tono del vicepresidente y las deslealtades de su líder y del PSOE y no está dispuesta a aguantar más en el gobierno, cada día más rechazado por los españoles, por la economía y por sus aliados y socios internacionales.

Francisco Rubiales

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Domingo, 24 de Mayo 2020
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