En un momento en el que la sociedad española experimenta un grave déficit democrático en el Estado y exige más democracia, transparencia y limpieza política, el Partido Popular y, especialmente, su actual líder, Mariano Rajoy, aparecen ante los ojos de los ciudadanos estigmatizados por prácticas contrarias a la democracia, sin procesos internos de selección de dirigentes, regidos por el verticalismo, el autoritarismo y el "dedo" del jefe supremo, que se considera legitimado para elegir a sus sucesores.
Ese déficit de democracia interna coloca al Partido Popular y a su líder, Mariano Rajoy, en desventaja con respecto al PSOE, un partido cuyo actual dirigente está avalado al menos por un proceso de selección interno y por dos victorias en las urnas, mientras que Rajoy es producto directo del "dedo" de José María Aznar y soporta sobre sus espaldas dos derrotas electorales seguidas.
Acontecimientos tan dramáticos como los sucedidos en Coslada, donde un pueblo entero vivió "secuestrado" y oprimido, durante años, por su propia policía, impulsan al ciudadano a exigir más limpieza, eficacia y honradez a la clase política decepcionante y escasamente democrática que gobierna España. En Coslada, para vergüenza colectiva de los demócratas españoles, ni el alcalde ni el concejal de seguridad han presentado la dimisión.
La exigencia de democracia en la sociedad española es una tendencia creciente que cada día se consolida más. Aquel "dedo" de Aznar que señaló a Rajoy como sucesor en 2004 sería hoy insoportable en una derecha española que, por fin, está descubriendo que el autoritarismo, la arrogancia y la falta de democracia en su funcionamiento como partido sos sus más acuciantes problemas.
El PSOE, víctima también a un fuerte autoritarismo antidemocrático, conserva, sin embargo, ciertos mecanismos democráticos en su funcionamiento que hacen posible que la voz de las agrupaciones sea tenida en cuenta por la cúspide dirigente, mientras que ese proceso de influencia, desde abajo hacia arriba, es inconcebible todavía en el Partido Popular.
Muchas veces hemos afirmado en Voto en Blanco que el partido que acepte, con todas sus consecuencias, una reforma democrática y que proyecte a los ciudadanos sus ideas de regeneración de la democraia será el hegemónico en la España del siglo XXI, un siglo en que, una vez desaparecido el bloque soviético y la Guerra Fría, los partidos y el Estado no podrán continuar su política de opresión al ciudadano y de burla a la democracia en su funcionamiento.
La actitud de Mariano Rajoy, que ha decidido seguir al frente de su partido tras dos derrotas y a pesar de que su elección fue producto directo del autoritarismo antidemocrático de José María Aznar, no va, precisamente, en la dirección en que se mueven hoy los vientos de la historia. Él puede afirmar que cualquiera puede presentar su candidatura en el próximo Congreso del PP, pero eso no es cierto porque las reglas internas del PP hacen casi imposible que prospere una candidatura sin el apoyo directo del "aparato" que controla el partido.
Ese déficit de democracia interna coloca al Partido Popular y a su líder, Mariano Rajoy, en desventaja con respecto al PSOE, un partido cuyo actual dirigente está avalado al menos por un proceso de selección interno y por dos victorias en las urnas, mientras que Rajoy es producto directo del "dedo" de José María Aznar y soporta sobre sus espaldas dos derrotas electorales seguidas.
Acontecimientos tan dramáticos como los sucedidos en Coslada, donde un pueblo entero vivió "secuestrado" y oprimido, durante años, por su propia policía, impulsan al ciudadano a exigir más limpieza, eficacia y honradez a la clase política decepcionante y escasamente democrática que gobierna España. En Coslada, para vergüenza colectiva de los demócratas españoles, ni el alcalde ni el concejal de seguridad han presentado la dimisión.
La exigencia de democracia en la sociedad española es una tendencia creciente que cada día se consolida más. Aquel "dedo" de Aznar que señaló a Rajoy como sucesor en 2004 sería hoy insoportable en una derecha española que, por fin, está descubriendo que el autoritarismo, la arrogancia y la falta de democracia en su funcionamiento como partido sos sus más acuciantes problemas.
El PSOE, víctima también a un fuerte autoritarismo antidemocrático, conserva, sin embargo, ciertos mecanismos democráticos en su funcionamiento que hacen posible que la voz de las agrupaciones sea tenida en cuenta por la cúspide dirigente, mientras que ese proceso de influencia, desde abajo hacia arriba, es inconcebible todavía en el Partido Popular.
Muchas veces hemos afirmado en Voto en Blanco que el partido que acepte, con todas sus consecuencias, una reforma democrática y que proyecte a los ciudadanos sus ideas de regeneración de la democraia será el hegemónico en la España del siglo XXI, un siglo en que, una vez desaparecido el bloque soviético y la Guerra Fría, los partidos y el Estado no podrán continuar su política de opresión al ciudadano y de burla a la democracia en su funcionamiento.
La actitud de Mariano Rajoy, que ha decidido seguir al frente de su partido tras dos derrotas y a pesar de que su elección fue producto directo del autoritarismo antidemocrático de José María Aznar, no va, precisamente, en la dirección en que se mueven hoy los vientos de la historia. Él puede afirmar que cualquiera puede presentar su candidatura en el próximo Congreso del PP, pero eso no es cierto porque las reglas internas del PP hacen casi imposible que prospere una candidatura sin el apoyo directo del "aparato" que controla el partido.
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