El principal rasgo de esa maldita normalidad de nuevo diseño es que en ella se gobierna contra la voluntad popular, de espaldas al pueblo, como en las tiranías.
El diseño de la Nueva Normalidad es tiránico porque engloba con disimulo casi la totalidad de los rasgos de las tiranías: mentiras del poder, miedo del pueblo, marginación de los ciudadanos, manipulación de la verdad, control de la información, compra de medios, propaganda desbocada, rechazo a las libertades y derechos, compra de voluntades y el viejo vicio de los sátrapas, que siempre anteponen sus intereses al bien común.
En la nueva normalidad se gobierna por decreto, si es posible, y se reduce al mínimo el debate parlamentario y más todavía el debate en la sociedad. A los ciudadanos, cada día más presionados y vigilados, sólo les queda la opción de obedecer sin rechistar.
España parece incapaz de afrontar el desafío del coronavirus sin recurrir a la tiranía, como han conseguido hacer otros muchos países europeos, como Dinamarca, Suiza, Austria, etc. La nueva normalidad reconoce, de hecho, que la única manera de luchar contra la pandemia que es posible en España es la dictadura.
Lo más inquietante del nuevo estado es el miedo a las libertades que refleja el gobierno, que no parece admitir el criterio universal de que "no puede haber democracia sin libertades plenas, sobre todo de expresión". El gobierno de Sánchez demuestra su alma tiránica a través de su odio al debate abierto, a la crítica y su tendencia malévola a vigilar y silenciar a los disidentes. Ahí es donde reside su peligro y lo que le aleja de Europa y del mundo democrático, acercándole al mundo siniestro del comunismo.
Bajo la presión y el patrocinio de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, las redes sociales se han tornado "censoras" y hay miles de ciudadanos a los que se les cierran sus páginas y espacios de expresión porque emiten críticas que a los tiranos de Sánchez no les gustan. Ese es el rostro más inquietante y miserable del sanchismo.
Mucha gente es incapaz de ver los rasgos tiránicos que esconde el sanchismo porque no profundiza en el análisis y se queda en la piel del drama, sin ver que la democracia no es un conjunto de normas y reglas para elegir gobiernos sino toda una filosofía de vida en la que la libertad actúa como motor de la convivencia, el orden y el progreso.
El decreto de 'nueva normalidad' fue aprobado el 25 de junio con una rara unanimidad, con el apoyo de PP, PSOE, Podemos y Cs y el voto en contra de Vox y los independentistas. Nadie dijo en el debate parlamentario que detrás de esa normalidad se esconde un estilo de gobierno opuesto a la democracia y una filosofía del poder más cercana a Hitler y Stalin que a Roosevelt y Churchill.
La nueva normalidad da por superado el peor momento de la pandemia, pero mantiene el puño en alto para golpear de nuevo si el virus contraataca y vuelve a llenarnos de cadáveres. Si eso ocurre, regresarían las medidas excepcionales: estado de alarma, reclusión, decretos, ausencia de controles democráticos, suspensión de derechos y libertades, etc.
Francisco Rubiales
El diseño de la Nueva Normalidad es tiránico porque engloba con disimulo casi la totalidad de los rasgos de las tiranías: mentiras del poder, miedo del pueblo, marginación de los ciudadanos, manipulación de la verdad, control de la información, compra de medios, propaganda desbocada, rechazo a las libertades y derechos, compra de voluntades y el viejo vicio de los sátrapas, que siempre anteponen sus intereses al bien común.
En la nueva normalidad se gobierna por decreto, si es posible, y se reduce al mínimo el debate parlamentario y más todavía el debate en la sociedad. A los ciudadanos, cada día más presionados y vigilados, sólo les queda la opción de obedecer sin rechistar.
España parece incapaz de afrontar el desafío del coronavirus sin recurrir a la tiranía, como han conseguido hacer otros muchos países europeos, como Dinamarca, Suiza, Austria, etc. La nueva normalidad reconoce, de hecho, que la única manera de luchar contra la pandemia que es posible en España es la dictadura.
Lo más inquietante del nuevo estado es el miedo a las libertades que refleja el gobierno, que no parece admitir el criterio universal de que "no puede haber democracia sin libertades plenas, sobre todo de expresión". El gobierno de Sánchez demuestra su alma tiránica a través de su odio al debate abierto, a la crítica y su tendencia malévola a vigilar y silenciar a los disidentes. Ahí es donde reside su peligro y lo que le aleja de Europa y del mundo democrático, acercándole al mundo siniestro del comunismo.
Bajo la presión y el patrocinio de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, las redes sociales se han tornado "censoras" y hay miles de ciudadanos a los que se les cierran sus páginas y espacios de expresión porque emiten críticas que a los tiranos de Sánchez no les gustan. Ese es el rostro más inquietante y miserable del sanchismo.
Mucha gente es incapaz de ver los rasgos tiránicos que esconde el sanchismo porque no profundiza en el análisis y se queda en la piel del drama, sin ver que la democracia no es un conjunto de normas y reglas para elegir gobiernos sino toda una filosofía de vida en la que la libertad actúa como motor de la convivencia, el orden y el progreso.
El decreto de 'nueva normalidad' fue aprobado el 25 de junio con una rara unanimidad, con el apoyo de PP, PSOE, Podemos y Cs y el voto en contra de Vox y los independentistas. Nadie dijo en el debate parlamentario que detrás de esa normalidad se esconde un estilo de gobierno opuesto a la democracia y una filosofía del poder más cercana a Hitler y Stalin que a Roosevelt y Churchill.
La nueva normalidad da por superado el peor momento de la pandemia, pero mantiene el puño en alto para golpear de nuevo si el virus contraataca y vuelve a llenarnos de cadáveres. Si eso ocurre, regresarían las medidas excepcionales: estado de alarma, reclusión, decretos, ausencia de controles democráticos, suspensión de derechos y libertades, etc.
Francisco Rubiales