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La democracia está siendo asesinada por políticos corruptos, canallas y asesinos



En este sigo XXI, los peores enemigos del bien común y de la Humanidad son los políticos totalitarios, los que acuchillan las democracia y las libertades y derechos, los que gobiernan creyendo que pueden abusar y oprimir, como ocurría en el pasado con Stalin, Hitler, Mao, Fidel Castro y otros dirigentes malvados.

Algunos de los malvados del presente han sido elegidos en las urnas y se proclaman demócratas sin serlo. En realidad son los peores sicarios encargados de eliminar las democracias, las libertades y los derechos fundamentales del ser humano.

Son constructores de un mundo desalmado y dominado por forajidos que, paso a paso, están destruyendo todo lo bueno que habíamos conservado del pasado para crear un mundo repugnante donde ellos y sus ocultos patrocinadores sean los únicos amos.

No sólo la democracia, sino también la civilización y el verdadero progreso, si quieren sobrevivir, tienen que cerrar la brecha por la que los tiranos y los psicópatas al servicio del mal acceden al poder y castigar ejemplarmente a la mugre que está disparando, desde los palacios y ministerios, contra el bien común.

En muchos países, entre ellos España, políticos dañinos, sospechosos de ser enfermos mentales peligrosos, han alcanzado el poder sin demasiados obstáculos porque la democracia ha sido previamente desgradada por los políticos y sus controles, contrapesos, cautelas y frenos han sido desmontados.

En España, decenas de psicólogos y psiquiatras han diagnosticado a Pedro Sánchez como un psicópata enfermo del peligroso Síndrome de Hybris, considerado como la enfermedad del poder.

Si la democracia quiere sobrevivir, debe cerrar esa brecha abierta que permite que los peores individuos de la sociedad controlen las naciones y los pueblos. No es admisible y constituye un suicidio colectivo que para ser ministro o presidente existan menos controles y exigencias que para ser directivo de una pequeña empresa.

Los políticos, que han degradado y remodelado la democracia a su gusto, aprobando leyes injustas, inicuas y parciales que sólo les benefician a ellos, necesitan ser frenados y castigados por sus pueblos y por leyes justas y severas, si queremos evitar que los locos con poder nos destruyen.
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¿Malvados, enfermos o ambas cosas?
No son pocos los expertos que consideran enfermos mentales a Zapatero y a Pedro Sánchez, tras comprobar que sus principales obras de gobierno han sido la mentira constante, la arrogancia, la obsesión por el poder, haber soliviantado a los perdedores de la Guerra Civil de 1936 y haber resucitado el odio, crispado y dividido en dos bandos a la sociedad española.

Expertos psicólogos y psiquiatras, afirman que Pedro Sánchez, sin duda, padece la enfermedad del poder en unos niveles graves y no pocos analistas y observadores han apuntado rasgos psicopáticos en su personalidad y comportamiento. Su gusto por la ostentación, su exhibicionismo narcisista, sus mentiras, sus viajes por todo el mundo, su mirada, a veces torva, su ambición desordenada y su alto grado de satisfacción desmedida ejerciendo el poder son claros síntomas de la enfermedad que el psiquiatra ingles David Owen, que fue ministro en el gabinete de Tony Blair, define como "el síndrome de la arrogancia" en su estudio científico "In Sickness and in Power", editado en 2008.

Dicen que las democracias muestran inquietantes síntomas de agotamiento en todo el mundo, pero eso lo afirman los que quieren sustituirlas por una tiranía global. Más que agotamiento, lo que el sistema refleja es la podredumbre y la degradación que le han inyectado los políticos, falsos demócratas corrompidos y extremadamente egoístas.

Hay comunistas y tiranos degenerados que se hacen pasar por demócratas, pero a esos se les conoce y se sabe que son dictadores disfrazados enfermos. Entre ellos están los hermanos Castro, Maduro, Daniel Ortega y otros muchos, con seguidores incluso en Europa y presencia creciente en España. El caso de Daniel Ortega, dictador nicaragüense, es significativo: ordenó una discreta encuesta para saber qué porcentaje del país apoyaba que él continuara al frente del gobierno. Daniel montó en cólera cuando supo los resultados: sólo el 9% lo respaldaba. Pero no hizo nada, sino incrementar su represión, y siguió en el poder, demostrando que es un verdadero enfermo.

Los más peligrosos son los que se revisten de demócratas y lo hacen en países con tradición democrática, donde sus disfraces a veces logran ser efectivos, como es el caso de España.

El actual empeño de Pedo Sánchez de obligar a votar de nuevo el decreto Omnibus, sin desglosarlo para separar lo necesario de los asuntos contaminados que sólo interesan al PSOE es un clarísimo síntoma de enfermedad y maldad.

Originalmente, la democracia disponía de defensas frente a estos tipos contaminados por la maldad, pero esas defensas han sido dinamitadas por los políticos, tanto de derecha como de izquierda. Hoy, cualquier miserable, si cuenta con el apoyo de su partido, puede convertirse en el jefe supremo de una nación y conducirla hasta el abismo.

Los partidos políticos son el origen de la degradación y el cáncer de la política. Nacieron para promover el bien común y elevar hasta la cumbre del poder los sentimientos y aspiraciones del pueblo, pero se han transformado en cofradías de corruptos y aprovechados que sólo buscan el beneficio propio y acumular poder y dinero.

Si queremos sobrevivir y conservar las libertades y derechos conquistados, tenemos que regenerar las democracia y cerrar el paso a los sinvergüenzas y canallas que han encontrado vía libre hasta los ministerios y palacios del gobierno y que pueden apoderarse del Estado con una facilidad insoportable.

Los políticos tienen que sufrir exámenes y controles para acceder al poder y deben ofrecer a sus pueblos un currículum impecable y cargado de méritos para acceder a las altas magistraturas. Las puertas abiertas de par en par para que entre la chusma hasta la cúspide del poder, de la mano de sus partido, tienen que cerrarse a cal y canto.

Si los ciclistas tienen que someterse a pruebas antidrogas y si los conductores deben sufrir test alcohólicos, con más razón deben hacerlo los políticos, que tienen más poder en sus manos y más necesidad de ser ejemplares y limpios para dirigir el mundo con garantías.

El estado actual de muchas democracias es calamitoso, no porque estén agotadas, sino porque han sido prostituidas por sinvergüenzas, corruptos, demagogos, canallas y delincuentes de todo tipo.

Si no acabamos con eso, los peores enfermos y los más desequilibrados y los sin escrúpulos alcanzarán el poder de manera habitual y no sólo acabaran con nuestros derechos y libertades, sino que destruirán el mundo.

El temido Nuevo Orden Mundial, el que pretende sustituir la democracia por un régimen totalitario parecido al que rige en China, es una típica obra de dementes, corruptos y asesinos de una democracia que sigue siendo el mejor de los sistemas posibles, como decía Churchill, pero que ellos mismos han dinamitado y degradado hasta convertirla en un basurero con entrada de honor para sinvergüenzas.

Francisco Rubiales


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Sábado, 25 de Enero 2025
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