Tres libros recién publicados en Inglaterra analizan la presión occidental por instaurar la democracia en el mundo árabe y concluyen, con extraña unanimidad, que los árabes no quieren implantar el sistema de libertades con la misma velocidad e interés con que quieren hacerlo Washington y Londres.
Los libros son “The Foreigner’s Gift” del analista libano-americano Fouad Ajami, “The Prince of the Marshes” del diplomático britannico Rory Stewart e, finalmente, “Arabs”, del arabista inglés Mark Allen.
Ninguno de los libros afirma que los árabes rechacen la democracia, pero sí que la implantación de la democracia en el mundo árabe es difícil y requiere prudencia, tiempo y quizás también la previa derrota de regímenes como los de Siria e Irán, que intentan impedir a toda costa la llegada de una democracia que consideran “contaminante” y, por supuesto, contraria a sus respectivas dictaduras.
El libro de Stewart explica cómo el tribalismo, el atraso, la violencia y el caos convierten en muy dificultosa la implantación del credo democrático en muchas regiones árabes. En Irak, concretamente, el principal obstáculo para la democracia no es la oposición de los terroristas de Al Queda, sino la incapacidad de los jefes provinciales, responsables de la policía y jefes locales para entender y aplicar las reglas de la democracia.
Los tres autores opinan que la alternativa a los regímenes despóticos árabes es la democracia, pero admiten que su implantación será el resultado de un largo y penoso camino pleno de esfuerzos, dificultades y violencia. Sostienen, también, que, en una primera fase, la democracia árabe será imperfecta, pero que esa “pseudodemocracia”, a pesar de sus defectos, será siempre mejor que los actuales regímenes, marcados por la desigualdad, la opresión, la injusticia y el miedo.
Los libros son “The Foreigner’s Gift” del analista libano-americano Fouad Ajami, “The Prince of the Marshes” del diplomático britannico Rory Stewart e, finalmente, “Arabs”, del arabista inglés Mark Allen.
Ninguno de los libros afirma que los árabes rechacen la democracia, pero sí que la implantación de la democracia en el mundo árabe es difícil y requiere prudencia, tiempo y quizás también la previa derrota de regímenes como los de Siria e Irán, que intentan impedir a toda costa la llegada de una democracia que consideran “contaminante” y, por supuesto, contraria a sus respectivas dictaduras.
El libro de Stewart explica cómo el tribalismo, el atraso, la violencia y el caos convierten en muy dificultosa la implantación del credo democrático en muchas regiones árabes. En Irak, concretamente, el principal obstáculo para la democracia no es la oposición de los terroristas de Al Queda, sino la incapacidad de los jefes provinciales, responsables de la policía y jefes locales para entender y aplicar las reglas de la democracia.
Los tres autores opinan que la alternativa a los regímenes despóticos árabes es la democracia, pero admiten que su implantación será el resultado de un largo y penoso camino pleno de esfuerzos, dificultades y violencia. Sostienen, también, que, en una primera fase, la democracia árabe será imperfecta, pero que esa “pseudodemocracia”, a pesar de sus defectos, será siempre mejor que los actuales regímenes, marcados por la desigualdad, la opresión, la injusticia y el miedo.