El problema más grave que el mundo tiene ahora no es el coronavirus, un virus tan letal que la gripe común. El miedo que están tratando de infundir a la población es mucho peor que el bicho ese. A las élites que gobiernan el mundo desde la sombra les interesa sembrar el pánico entre la población para así dominarla mejor e imponer sus normas, de cara a la implantación del Nuevo Orden Mundial que figura en sus planes. Si observamos ahora todos los noticiarios y telediarios, en España y en todo el mundo, abren con el tema del coronavirus y dedican, junto a los continuos comunicados de los gobiernos, gran parte de su tiempo a hablar de su evolución, mientras que, por otro lado, las autoridades lo que dicen es que no pasa nada, que tranquilos todos tomando las precauciones básicas. ¿No parece contradictorio y sospechoso?
Es el mecanismo del miedo que emplean los gobiernos: lo expanden y lo niegan al mismo tiempo, para no aparecer ellos como los promotores de ese vergonzoso recurso.
Los gobiernos ejercidos por una clase de dirigentes privilegiados e inmorales realizan todo tipo de maniobras, lícitas e ilícitas, para conservar el poder. Uno de sus principales recursos consiste en propagar una clase de miedo que es lentamente inyectado en los ciudadanos. Es un temor reverencial que se convierte en crónico hacia un poder no concreto, irreconocible pero que lo palpamos como intimidatorio y amenazante. En nuestro cerebro crece la idea de que algo malo nos pasará si decidimos ser independientes y libres.
Las personas están mas confundidas e inseguras que nunca y ya pocos creen en la versión oficial. En el caso del coronavirus, la gente teme que detrás de la epidemia hay algo más que las autoridades no revelan, a pesar de que afirman ante las cámaras y micrófonos que no es peor que la gripe común.
El miedo que se propaga desde los palacios del poder paraliza y conmueve: te puedes quedar sin casa, sin trabajo, sin subvenciones y sin esa vida apacible que disfrutas si optas por ser rebelde, demócrata, libre e independiente.
En los espacios donde el poder es más despótico, la amenaza del miedo crece y puede llegar a ser letal. Plantar cara al nacionalismo radical catalán o vasco exige una integridad heroica que la gente común no tiene. Muy pocos son capaces de aguantar o resistir la presión diaria, esa que produce pequeñas rendiciones cada día y que aconseja esconderse en los hogares.
En Cataluña y el País Vasco son pocos los que se atreven a iniciar conflictos, crearse enemigos y arriesgar su posición y sustento, sobre todo cuando no se ve por ningún sitio al gobierno, cuyo deber es protegerlos, en lugar de generar desamparo y demostrar cobardía. El miedo provoca una pregunta crucial: ¿Qué gano yo con esto? Lo normal es que en lugar de optar por la defensa de la justicia se vuelva apacible y conformista para sobrevivir.
El gobierno de Pedro Sánchez está demostrando tener maestría en el manejo del miedo. Sus errores y abusos parecen impunes, como el envío de agentes encapuchados a Bolivia, el encuentro mafioso del ministro Ábalos con la vicepresidenta de la narcodictadura de Venezuela, las concesiones vergonzosas a los golpistas y un largo etcétera. Esa impunidad y la falta de ética que el pueblo observa en el poder producen una atmósfera de cautela, sumisión y obediencia que se propaga y hace saber que es mas importante el apoyo al régimen que la verdad, el silencio que la protesta y el acatamiento que la libertad. El miedo obra el milagro de paralizar el valor porque se conoce la falta de moral de los que mandan y los innumerables métodos del poder para doblegar al mas fuerte de los ciudadanos libres.
De esta forma, la mayoría de los ciudadanos sucumben a la corrupción y venden sus almas a cambio de tranquilidad y paz. Ese camino hace que los lobos se conviertan en corderos sometidos, humillados y sin dignidad.
Ese es el tipo de ciudadano favorecido por sistemas que anteponen el Estado al individuo y el poder a cualquier otra cosa, concretamente los nacionalismos y el socialismo.
Contra esta forma tiránica de poder solo se puede luchar desde la educación y desde los principios de la democracia. Esos principios, ideados para controlar el poder político y limitar la tiranía de los gobiernos, han sido socavados en España de manera sistemática, desde prácticamente el inicio del régimen del 78, cuya hoja de ruta, la Constitución, es violada sistemáticamente por el poder.
Solo una sociedad civil que logre escapar del férreo control de los partidos políticos y que se haga libre y activa, podría derrotar la opresión de los políticos y el envilecimiento de la sociedad española que la casta patrocina e impulsa.
En la España actual, a los ciudadanos solo les queda dejarse arrastrar por estos grupúsculos subvencionados desde el poder y ser espectadores pasivos de un sistema del cual no son dueños sino esclavos a merced de tal o cual ideología.
La jornada feminista de ayer fue una exhibición de poder mafioso creado e impulsado desde la izquierda, a costa de océanos de dinero público y de hombres aplastados por leyes inicuas y desiguales.
El pueblo español, sobre todo la parte más consciente, pensante y libre, es la víctima de la tiranía del miedo y el vivo retrato de un rebaño del que se espera que obedezca y no de problemas, una auténtica masa de autómatas cuyo denominador común es el miedo al poder.
Francisco Rubiales
Es el mecanismo del miedo que emplean los gobiernos: lo expanden y lo niegan al mismo tiempo, para no aparecer ellos como los promotores de ese vergonzoso recurso.
Los gobiernos ejercidos por una clase de dirigentes privilegiados e inmorales realizan todo tipo de maniobras, lícitas e ilícitas, para conservar el poder. Uno de sus principales recursos consiste en propagar una clase de miedo que es lentamente inyectado en los ciudadanos. Es un temor reverencial que se convierte en crónico hacia un poder no concreto, irreconocible pero que lo palpamos como intimidatorio y amenazante. En nuestro cerebro crece la idea de que algo malo nos pasará si decidimos ser independientes y libres.
Las personas están mas confundidas e inseguras que nunca y ya pocos creen en la versión oficial. En el caso del coronavirus, la gente teme que detrás de la epidemia hay algo más que las autoridades no revelan, a pesar de que afirman ante las cámaras y micrófonos que no es peor que la gripe común.
El miedo que se propaga desde los palacios del poder paraliza y conmueve: te puedes quedar sin casa, sin trabajo, sin subvenciones y sin esa vida apacible que disfrutas si optas por ser rebelde, demócrata, libre e independiente.
En los espacios donde el poder es más despótico, la amenaza del miedo crece y puede llegar a ser letal. Plantar cara al nacionalismo radical catalán o vasco exige una integridad heroica que la gente común no tiene. Muy pocos son capaces de aguantar o resistir la presión diaria, esa que produce pequeñas rendiciones cada día y que aconseja esconderse en los hogares.
En Cataluña y el País Vasco son pocos los que se atreven a iniciar conflictos, crearse enemigos y arriesgar su posición y sustento, sobre todo cuando no se ve por ningún sitio al gobierno, cuyo deber es protegerlos, en lugar de generar desamparo y demostrar cobardía. El miedo provoca una pregunta crucial: ¿Qué gano yo con esto? Lo normal es que en lugar de optar por la defensa de la justicia se vuelva apacible y conformista para sobrevivir.
El gobierno de Pedro Sánchez está demostrando tener maestría en el manejo del miedo. Sus errores y abusos parecen impunes, como el envío de agentes encapuchados a Bolivia, el encuentro mafioso del ministro Ábalos con la vicepresidenta de la narcodictadura de Venezuela, las concesiones vergonzosas a los golpistas y un largo etcétera. Esa impunidad y la falta de ética que el pueblo observa en el poder producen una atmósfera de cautela, sumisión y obediencia que se propaga y hace saber que es mas importante el apoyo al régimen que la verdad, el silencio que la protesta y el acatamiento que la libertad. El miedo obra el milagro de paralizar el valor porque se conoce la falta de moral de los que mandan y los innumerables métodos del poder para doblegar al mas fuerte de los ciudadanos libres.
De esta forma, la mayoría de los ciudadanos sucumben a la corrupción y venden sus almas a cambio de tranquilidad y paz. Ese camino hace que los lobos se conviertan en corderos sometidos, humillados y sin dignidad.
Ese es el tipo de ciudadano favorecido por sistemas que anteponen el Estado al individuo y el poder a cualquier otra cosa, concretamente los nacionalismos y el socialismo.
Contra esta forma tiránica de poder solo se puede luchar desde la educación y desde los principios de la democracia. Esos principios, ideados para controlar el poder político y limitar la tiranía de los gobiernos, han sido socavados en España de manera sistemática, desde prácticamente el inicio del régimen del 78, cuya hoja de ruta, la Constitución, es violada sistemáticamente por el poder.
Solo una sociedad civil que logre escapar del férreo control de los partidos políticos y que se haga libre y activa, podría derrotar la opresión de los políticos y el envilecimiento de la sociedad española que la casta patrocina e impulsa.
En la España actual, a los ciudadanos solo les queda dejarse arrastrar por estos grupúsculos subvencionados desde el poder y ser espectadores pasivos de un sistema del cual no son dueños sino esclavos a merced de tal o cual ideología.
La jornada feminista de ayer fue una exhibición de poder mafioso creado e impulsado desde la izquierda, a costa de océanos de dinero público y de hombres aplastados por leyes inicuas y desiguales.
El pueblo español, sobre todo la parte más consciente, pensante y libre, es la víctima de la tiranía del miedo y el vivo retrato de un rebaño del que se espera que obedezca y no de problemas, una auténtica masa de autómatas cuyo denominador común es el miedo al poder.
Francisco Rubiales