Información y Opinión

La crispación y el odio como estrategias políticas dominantes





Los partidos políticos españoles, enfermizamente obsesionados por el poder e inmersos en una decadencia que les incapacita para generar ideas y programas que ilusionen al electorado, han optado de manera temeraria por convertir el odio y la crispación en sus estrategias dominantes.

Esa insensata pugna entre los partidos políticos, entidades que demuestran una vez más que no están a la altura de la ciudadanía ni de la democracia, seguida al pie de la letra por una militancia que cada día es más borreguil y sometida, está llevando a la sociedad española a una situación de guerra civil, incruenta y no declarada, pero no por eso menos dañina para la nación, en la que la mitad de España odia, hostiga y desea el mal a la otra mitad.

Conscientes de que los españoles no votan como los europeos, con la mano puesta en la cartera e influidos por la marcha de la economía, sino cabreados y con ánimo de expulsar del poder al partido que lo ejerce, han optado por desarrollar estrategias políticas tan pobres y envilecedoras como el enfrentamiento permanente, la trifulca, el "no a todo" y la desestabilización del adversario a través de la manipulacón de la información, el manejo de la opinión pública, la crispación, el descrédito y la demonización.

La historia de la moderna democracia española es una historia de cabreos electorales y de venganzas de los ciudadanos contra los gobiernos de turno. Adolfo Suarez fue expulsado de La Moncloa porque UCD dinamitó su unidad y se convirtió en una jauría recelosa de políticos personalistas hambrientos de poder. Felipe Gonzalez fue castigado por los electores cuando las cloacas del Estado y la corrupción inundaron La Moncloa de pestilencia. Aznar sufrió la venganza de los españoles, a pesar de que la economía iba muy bien, por el estilo arrogante de su última etapa en el poder y porque los ciudadanos, tras los atentados del 11 de marzo, se sintieron manipulados y engañados desde el poder.

Aquella eficiente campaña que desplegó el PSOE tras los atentados del 11 de marzo de 2004, gracias a la cual el electorado español, cabreado con el gobierno del PP, lo mandó inesperadamente a la oposición, ha hecho que la estrategia de la demolición se haya convertido hoy en la favorita de los partidos políticos españoles, que consumen diez veces más energía en destruir que en construir, para desgracia de la democracia española.

Esa estrategia de demolición ha elevado vergonzosamente el rango y la importancia de los equipos de pensamiento que mantienen los partidos políticos para fabricar ideas y argumentos que desacrediten al adversario y la importancia estrategica de los medios de comunicación afines, encargados de airearl esos argumentos y acusaciones y de llevar la crispación y el cabreo hasta los últimos rincones de la sociedad.

Otras lamentables consecuencias de la estrategia del odio y la crispación son la devaluación de las promesas y programas electorales de los partidos, la práctica desaparición de la búsqueda del bien común como "norte" de la política y, sobre todo, el desprestigio de los políticos y hasta del sistema llamado democrático a los ojos de una ciudadanía cada día más asqueada.


Franky  
Viernes, 9 de Febrero 2007
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