Mientras que los derechos, libertades y la calidad de la democracia retroceden en toda España, en el País Vasco se vive el espejismo de que parecen avanzar, cuando lo único que mejora es la convivencia. La salida del PNV del poder y la existencia de un nuevo gobierno apoyado por los dos grandes partidos nacionales están logrando cambios positivos en la convivencia, pero no en las libertades y derechos, que continúan retrocediendo en una sociedad que no respeta la Constitución y en la que la sociedad civil está siendo ocupada y neutralizada por los políticos.
En el País Vasco se están viviendo cambios, pero no en lo fundamental. Tras décadas de impunidad y de gozar de una protección disimulada desde el gobierno vasco, los asesinos etarras y sus amigos empiezan ahora a retroceder en los pueblos y ciudades, mientras que el miedo, su gran aliado, pierde posiciones, lo que se traduce en un clima nuevo y desconocido en aquellas tierras, donde la convivencia de los diferentes ya es posible, donde la muerte pierde espacio ante la vida.
Sin embargo, la democracia, como en el resto de España, sigue siendo de baja calidad y la Constitución continúa siendo ignorada porque, contrariamente a lo que se dice, ni el PSOE, que gobierna, ni el PP, que lo apoya, son partidos constitucionalistas ni democráticos.
Factores básicos de una democracia, como son la independencia de la Justicia, la existencia de una sociedad civil fuerte y libre, que actúe como contrapeso del poder, la existencia de una ley igual para todos y de un Estado de Derecho que establezca reglas comunes y límites al abuso de poder, a la corrupción y a otras lacras, el protagonismo y el respeto de los ciudadanos y la existencia de una prensa libre y crítica con los grandes poderes, entre otros, siguen ausentes de la sociedad vasca, como lo están también en toda la sociedad española.
Es cierto que la calidad de la democracia, bajo el mandato del PNV, era tan pésima que ahora se vive el espejismo de su mejoría, pero es una sensación falsa porque los que ahora gobiernan son los que amparan la corrupción en España y los que han destruido la separación de poderes. El PSOE ni siquiera ha abandonado definitivamente el proyecto de seguir negociando con los criminales de ETA, que, aunque lo niegue, sigue siendo el "sueño" de Zapatero.
No es cierto que la ley empiece a prevalecer sobre el abuso. Lo que ocurre ahora en Euskadi es simplemente que el abuso nacionalista ha sido sustituido por el abuso de la partitocracia, cuyo primer movimiento es siempre debilitar y, si es posible, liquidar la sociedad civil.
Es cierto que veinticinco mil personas clamaron contra ETA en las calles de Bilbao para rechazar el asesinato del inspector de policía Carlos Puelles, pero no es menos cierto que esa unidad era más aparente que real y que PP y PSOE siguen odiándose y apuñalándose mutuamente en su lucha por el poder, en todo el territorio español, anteponiendo sus intereses a los de los ciudadanos y a los de la nación.
Lo que ocurre en el País Vasco es un simple espejismo que constata el retroceso generalizado de la democracia en el resto de España, una degradación del sistema en toda regla motivado por los enfrentamientos viscerales entre los dos grandes partidos nacionales, PSOE y PP, por la falta de voluntad regeneradora de la democracia, por la voluntad del gobierno de imponer sus ideas y programas en contra, incluso, de la voluntad popular, por el descrédito creciente de los políticos y hasta del mismo sistema democrático, minado por la corrupción, el abuso, la injusticia y el descaro de una clase política que, con su comportamiento arrogante, elitista y despilfarrador, está deteriorando la convivencia y liquidando la democracia.
Lo que ocurre en el País Vasco constata el principio de que la regeneración de la democracia no puede surgir de partidos políticos degenerados, aunque sí es posible mejorar la convivencia si esos dos partidos unen su esfuerzo para luchar contra fenómenos concretos como el terrorismo o la crisis económica.
Lo sustancial, la infección, sigue viva en toda España, incluyendo al País Vasco. El hecho de que PSOE y PP hayan enterrado, aparentemente, el hacha de guerra en Euskadi ni siquiera regenera a los dos grandes partidos políticos, incapaces de impulsar una política de concordia, unidad, esfuerzo y limpieza que frene los desmanes del poder, el mal gobierno, el despilfarro y la corrupción y que introduzca comportamientos limpios y austeros en el poder, que someta a dieta al Estado, enfermo de obesidad, y que restaure en España la confianza de los ciudadanos en un liderazgo que hoy aparece ante los ojos del pueblo como podrido y enemistado con el ciudadano.
En el País Vasco se están viviendo cambios, pero no en lo fundamental. Tras décadas de impunidad y de gozar de una protección disimulada desde el gobierno vasco, los asesinos etarras y sus amigos empiezan ahora a retroceder en los pueblos y ciudades, mientras que el miedo, su gran aliado, pierde posiciones, lo que se traduce en un clima nuevo y desconocido en aquellas tierras, donde la convivencia de los diferentes ya es posible, donde la muerte pierde espacio ante la vida.
Sin embargo, la democracia, como en el resto de España, sigue siendo de baja calidad y la Constitución continúa siendo ignorada porque, contrariamente a lo que se dice, ni el PSOE, que gobierna, ni el PP, que lo apoya, son partidos constitucionalistas ni democráticos.
Factores básicos de una democracia, como son la independencia de la Justicia, la existencia de una sociedad civil fuerte y libre, que actúe como contrapeso del poder, la existencia de una ley igual para todos y de un Estado de Derecho que establezca reglas comunes y límites al abuso de poder, a la corrupción y a otras lacras, el protagonismo y el respeto de los ciudadanos y la existencia de una prensa libre y crítica con los grandes poderes, entre otros, siguen ausentes de la sociedad vasca, como lo están también en toda la sociedad española.
Es cierto que la calidad de la democracia, bajo el mandato del PNV, era tan pésima que ahora se vive el espejismo de su mejoría, pero es una sensación falsa porque los que ahora gobiernan son los que amparan la corrupción en España y los que han destruido la separación de poderes. El PSOE ni siquiera ha abandonado definitivamente el proyecto de seguir negociando con los criminales de ETA, que, aunque lo niegue, sigue siendo el "sueño" de Zapatero.
No es cierto que la ley empiece a prevalecer sobre el abuso. Lo que ocurre ahora en Euskadi es simplemente que el abuso nacionalista ha sido sustituido por el abuso de la partitocracia, cuyo primer movimiento es siempre debilitar y, si es posible, liquidar la sociedad civil.
Es cierto que veinticinco mil personas clamaron contra ETA en las calles de Bilbao para rechazar el asesinato del inspector de policía Carlos Puelles, pero no es menos cierto que esa unidad era más aparente que real y que PP y PSOE siguen odiándose y apuñalándose mutuamente en su lucha por el poder, en todo el territorio español, anteponiendo sus intereses a los de los ciudadanos y a los de la nación.
Lo que ocurre en el País Vasco es un simple espejismo que constata el retroceso generalizado de la democracia en el resto de España, una degradación del sistema en toda regla motivado por los enfrentamientos viscerales entre los dos grandes partidos nacionales, PSOE y PP, por la falta de voluntad regeneradora de la democracia, por la voluntad del gobierno de imponer sus ideas y programas en contra, incluso, de la voluntad popular, por el descrédito creciente de los políticos y hasta del mismo sistema democrático, minado por la corrupción, el abuso, la injusticia y el descaro de una clase política que, con su comportamiento arrogante, elitista y despilfarrador, está deteriorando la convivencia y liquidando la democracia.
Lo que ocurre en el País Vasco constata el principio de que la regeneración de la democracia no puede surgir de partidos políticos degenerados, aunque sí es posible mejorar la convivencia si esos dos partidos unen su esfuerzo para luchar contra fenómenos concretos como el terrorismo o la crisis económica.
Lo sustancial, la infección, sigue viva en toda España, incluyendo al País Vasco. El hecho de que PSOE y PP hayan enterrado, aparentemente, el hacha de guerra en Euskadi ni siquiera regenera a los dos grandes partidos políticos, incapaces de impulsar una política de concordia, unidad, esfuerzo y limpieza que frene los desmanes del poder, el mal gobierno, el despilfarro y la corrupción y que introduzca comportamientos limpios y austeros en el poder, que someta a dieta al Estado, enfermo de obesidad, y que restaure en España la confianza de los ciudadanos en un liderazgo que hoy aparece ante los ojos del pueblo como podrido y enemistado con el ciudadano.