José María Aznar ha demostrado en el reciente congreso una inexcusable cobardía ante el electorado del Partido Popular, que le contemplaba y escuchaba con la esperanza de encontrar luz y respuestas ante el novedoso y sorprendente rumbo impuesto por Mariano Rajoy al partido. Aznar, que fue quien designó a Rajoy como "heredero", sin mediar proceso democrático alguno, debería reflexionar sobre su responsabilidad y remediar su error expresando sus ideas sin tapujos, anteponiendo la verdad a cualquier otro principio o conveniencia, como es el deber de todo democrata y de cualquier ser humano decente.
Su discurso en el congreso de Valencia fue decepcionante porque en él quiso nadar y guardar la ropa, ser crítico, pero sin herir, decir lo que había que decir, pero sólo a medias. Fue un discurso medido y cobarde, incapaz de disipar la confusión y las dudas que envuelven a la militancia de derechas, cuyo mayor defecto es que ocultó la verdad y la manipuló para que no fuera, como debe ser siempre ante la crisis y en democracia, rompedora y causante de sano escándalo.
Aznar, que es, junto con Rodrigo Rato, el contrapeso natural de Rajoy en el PP, critica a su sucesor con toda crudeza en sus conversaciones privadas, pero le otorga en público un "apoyo responsable" que los demócratas no entienden porque siempre esperan que la verdad reluzca sobre la manipulación y el engaño.
Decididamente, Aznar se está hundiendo con Rajoy en esta dura y compleja etapa del Partido Popular, en la que parece que el partido abandona la senda de los principios y valores para adentrarse en el camino de las componendas, el tacticismo y el pragmatismo, anteponiendo la conquista del poder a cualquier otro principio.
La ruta emprendida por los Rajoy, Soraya, Cospedal, Arenas, Gallardón y otros dirigentes del nuevo PP es muy parecida a la ruta que elegían los dirigentes marxistas, que argumentaban que lo importante es conquistar el poder y transformar el mundo desde las alturas. Pero aquella ruta, según demuestra la historia, lleva siempre al totalitarismo y convierte a los que la practican en iluminados capaces de anteponer sus ideas y proyectos a los del pueblo soberano.
La hostoria ha demostrado con creces que los principios y las ideas no pueden abandonarse provisionalmente, en aras de la estrategia, y que esos principios, cuando se aparcan, jamás se recuperan.
Aznar, al escamotear la verdad a los ciudadanos españoles, no só demuestra una cobardía decepcionante, sino que imita el estilo político de Zapatero, para quien la verdad y la mentira son simples herramientas al servicio del poder. Sus seguidores y los militantes del Partido Popular merecen conocer sus verdaderos criterios y reflexiones sobre un partido que por lo menos representaba una alternativa, aunque quizás de dudosa autenticidad, a la política decepcionante y de escaso calado ético que está desarrollando el PSOE.
Su discurso en el congreso de Valencia fue decepcionante porque en él quiso nadar y guardar la ropa, ser crítico, pero sin herir, decir lo que había que decir, pero sólo a medias. Fue un discurso medido y cobarde, incapaz de disipar la confusión y las dudas que envuelven a la militancia de derechas, cuyo mayor defecto es que ocultó la verdad y la manipuló para que no fuera, como debe ser siempre ante la crisis y en democracia, rompedora y causante de sano escándalo.
Aznar, que es, junto con Rodrigo Rato, el contrapeso natural de Rajoy en el PP, critica a su sucesor con toda crudeza en sus conversaciones privadas, pero le otorga en público un "apoyo responsable" que los demócratas no entienden porque siempre esperan que la verdad reluzca sobre la manipulación y el engaño.
Decididamente, Aznar se está hundiendo con Rajoy en esta dura y compleja etapa del Partido Popular, en la que parece que el partido abandona la senda de los principios y valores para adentrarse en el camino de las componendas, el tacticismo y el pragmatismo, anteponiendo la conquista del poder a cualquier otro principio.
La ruta emprendida por los Rajoy, Soraya, Cospedal, Arenas, Gallardón y otros dirigentes del nuevo PP es muy parecida a la ruta que elegían los dirigentes marxistas, que argumentaban que lo importante es conquistar el poder y transformar el mundo desde las alturas. Pero aquella ruta, según demuestra la historia, lleva siempre al totalitarismo y convierte a los que la practican en iluminados capaces de anteponer sus ideas y proyectos a los del pueblo soberano.
La hostoria ha demostrado con creces que los principios y las ideas no pueden abandonarse provisionalmente, en aras de la estrategia, y que esos principios, cuando se aparcan, jamás se recuperan.
Aznar, al escamotear la verdad a los ciudadanos españoles, no só demuestra una cobardía decepcionante, sino que imita el estilo político de Zapatero, para quien la verdad y la mentira son simples herramientas al servicio del poder. Sus seguidores y los militantes del Partido Popular merecen conocer sus verdaderos criterios y reflexiones sobre un partido que por lo menos representaba una alternativa, aunque quizás de dudosa autenticidad, a la política decepcionante y de escaso calado ético que está desarrollando el PSOE.
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