Madrid ha castigado duramente al PSOE, casi lo ha humillado, y el PP está analizando su extraordinario éxito en la capital de España y su comunidad para, si es posible, exportarlo al resto de los territorios y poder vencer en las próximas elecciones generales. Algunos "estrategas" dicen que la clave del éxito está en el modelo liberal neocon que proyecta Esperanza Aguirre, mientras que otros sostienen que el éxito se debe a la imagen centrista y moderada que posee el alcalde Gallardón, que ha logrado un éxito mayor al conseguir 12.000 votos más que Esperanza.
Pero ambas hipótesis son erróneas porque la clave del éxito de Madrid reside en dos factores: la libertad y la prosperidad.
Cuando se construye una sociedad avanzada, próspera y moderna, regida por la libertad, la eficacia y el respeto a la creatividad y a la generación de riqueza, la victoria siempre es para un partido liberal que deje el protagonismo en manos de los ciudadanos. Por el contrario, cuando se construye, desde el poder, una sociedad atrasada, clientelar, sometida y subvencionada, en la que el protagonismo es de un gobierno atosigante, la victoria siempre será para una izquierda mesiánica, trasnochada, intervencionista y poco amiga de la libertad individual. Es una ley infalible.
La libertad es la que ha hecho posible que Madrid adelante varios cuerpos a Barcelona, que fue durante muchos años la ciudad más abierta y libre de España, pero que hoy, sometida por un gobierno intervencionista y casi autoritario, se parece mucho a Andalucía y se aleja de la prosperidad y de la libertad a pasos de gigante.
No se trata, pues, de exportar al resto de España el modelo y el estilo político de Gallardón o de Esperanza Aguirre, por cierto opuestos y contradictorios, sino de exportar el buen gobierno, basado en la prosperidad, la libertad y la eficacia de una sociedad que funciona.
Si el PP consigue convencer a los españoles de que, si ellos gobiernan, España será como Madrid, donde bajan los impuestos, acuden las empresas más ambiciosas, se construyen con rapidez y eficacia cientos de kilómetros de líneas de metro y de carreteras y donde la sociedad civil comienza a organizarse y a fortalecerse, entonces, sólo entonces, ganará las elecciones, porque habrá conectado con el signo de los tiempos y con los anhelos de las clases medias, los jóvenes y los profesionales y trabajadores de España.
Pero si, como ocurre en Andalucía, el PP es percibido por los votantes como un remedo del PSOE, como una formación antigua, sedienta de poder, sin un mensaje diferente y audaz, sin ilusión y capaz, incluso, de haber apoyado el absurdo nuevo Estatuto Andaluz ideado por el intervencionismo del PSOE, entonces los ciudadanos pensarán que más vale malo conocido y dirán que un cambio de gobierno en Andalucía nos costaría demasiado dinero y que no merece la pena salir de Guatemala para ir a Guatepeor.
El mayor mérito de Aguirre y de Gallardón no es tanto haber capitaneado el desarrollo de Madrid y su conversión en la ciudad más próspera y libre de España, sino el de no haberlo impedido con un intervencionismo trasnochado que sólo crea parálisis y atraso.
Ese es el modelo que hay que exportar, el de una política que no atosiga y que da un paso atrás para dejar a los ciudadanos libertad y espacio para que respiren y progresen. La clave del éxito exportable es adelgazar al Estado, sobre todo en regiones como Extremadura y Andalucía, donde el Estado, administrado por un gobierno asfixiante y atiborrado de las hamburguesas y las patatas fritas del poder y del dominio, tiene obesidad mórbida y está plagado de partidos omnipotentes, funcionarios, enchufados improductivos, empresarios subvencionados, políticos profesionales y ciudadanos sin rebeldía.
Pero ambas hipótesis son erróneas porque la clave del éxito de Madrid reside en dos factores: la libertad y la prosperidad.
Cuando se construye una sociedad avanzada, próspera y moderna, regida por la libertad, la eficacia y el respeto a la creatividad y a la generación de riqueza, la victoria siempre es para un partido liberal que deje el protagonismo en manos de los ciudadanos. Por el contrario, cuando se construye, desde el poder, una sociedad atrasada, clientelar, sometida y subvencionada, en la que el protagonismo es de un gobierno atosigante, la victoria siempre será para una izquierda mesiánica, trasnochada, intervencionista y poco amiga de la libertad individual. Es una ley infalible.
La libertad es la que ha hecho posible que Madrid adelante varios cuerpos a Barcelona, que fue durante muchos años la ciudad más abierta y libre de España, pero que hoy, sometida por un gobierno intervencionista y casi autoritario, se parece mucho a Andalucía y se aleja de la prosperidad y de la libertad a pasos de gigante.
No se trata, pues, de exportar al resto de España el modelo y el estilo político de Gallardón o de Esperanza Aguirre, por cierto opuestos y contradictorios, sino de exportar el buen gobierno, basado en la prosperidad, la libertad y la eficacia de una sociedad que funciona.
Si el PP consigue convencer a los españoles de que, si ellos gobiernan, España será como Madrid, donde bajan los impuestos, acuden las empresas más ambiciosas, se construyen con rapidez y eficacia cientos de kilómetros de líneas de metro y de carreteras y donde la sociedad civil comienza a organizarse y a fortalecerse, entonces, sólo entonces, ganará las elecciones, porque habrá conectado con el signo de los tiempos y con los anhelos de las clases medias, los jóvenes y los profesionales y trabajadores de España.
Pero si, como ocurre en Andalucía, el PP es percibido por los votantes como un remedo del PSOE, como una formación antigua, sedienta de poder, sin un mensaje diferente y audaz, sin ilusión y capaz, incluso, de haber apoyado el absurdo nuevo Estatuto Andaluz ideado por el intervencionismo del PSOE, entonces los ciudadanos pensarán que más vale malo conocido y dirán que un cambio de gobierno en Andalucía nos costaría demasiado dinero y que no merece la pena salir de Guatemala para ir a Guatepeor.
El mayor mérito de Aguirre y de Gallardón no es tanto haber capitaneado el desarrollo de Madrid y su conversión en la ciudad más próspera y libre de España, sino el de no haberlo impedido con un intervencionismo trasnochado que sólo crea parálisis y atraso.
Ese es el modelo que hay que exportar, el de una política que no atosiga y que da un paso atrás para dejar a los ciudadanos libertad y espacio para que respiren y progresen. La clave del éxito exportable es adelgazar al Estado, sobre todo en regiones como Extremadura y Andalucía, donde el Estado, administrado por un gobierno asfixiante y atiborrado de las hamburguesas y las patatas fritas del poder y del dominio, tiene obesidad mórbida y está plagado de partidos omnipotentes, funcionarios, enchufados improductivos, empresarios subvencionados, políticos profesionales y ciudadanos sin rebeldía.