Hasta que los ciudadanos españoles no se convenzan de que la clase política es la escoria de la nación y que lo peor de la sociedad ha tomado el poder, los problemas que envuelven y destruyen el país no podrán curarse. El primer paso para vencer a la enfermedad es reconocerla y, por desgracia, España no ha reconocido todavía que los políticos son el cáncer que la destruye. Millones de españoles idiotizados y sin conciencia acuden a las urnas para votar a unos individuos que no solo no merecen gobernar sino que ni siquiera son merecedores de respeto.
Para convencerse de que los políticos son la escoria de España basta echar un vistazo a la prensa: ministros y miles de cargos públicos corruptos, dirigentes pendencieros que se pelean en las Cortes, sueldos ocultos y patrimonios fantasmas, corrupciones por todas partes, resistencia a dimitir, mentiras, saqueo de las cajas de ahorro y de las arcas públicas, espionaje sucio entre partidos, comisiones ilegales y un larguísimo etcétera que asombra y sobrecoge por la maldad concentrada en las filas del poder político.
Los que piensan y defienden que los políticos son el fiel reflejo de la sociedad, no tienen razón porque la sociedad española es cien veces mejor que sus políticos y gran parte de ella no se dedica a mentir, robar, espiar, ocultar patrimonio, burlar las leyes, abusar del poder y aplastar al adversario. España es uno de esos países que ha tenido la desgracia de que lo peor de su sociedad haya tomado el poder.
Los últimos escándalos de espionaje en Cataluña han conseguido sorprender a un pueblo que ya se consideraba curado de espanto. Todos se grababan y filmaban, todos acumulan dossieres para destruir al adversario. La mafia siciliana, al lado de los políticos españoles, parece una agrupación de aficionados. Ya lo dijo el mafioso ruso Petrov, que quiso corromper a los políticos catalanes de LLoret de Mar y salió aterrorizado, afirmando que le habría salido mas barato cumplir las leyes.
El argumento que esgrimen algunos políticos de que no todos son corruptos y que es injusto generalizar no es válido porque los que no han burlado las leyes ni se han corrompido, han guardado un silencio cómplice y no han acudido a los tribunales para acusar los desmanes, abusos y canalladas de sus compañeros, como era su deber. En Justicia, quien no denuncia un crimen que conoce se convierte en cómplice.
Hay casi un millar de casos de corrupción abiertos o a punto de abrirse en los juzgados, pero esa cifra es ridícula porque las estadísticas dicen que en corrupción suele aflorar siempre menos del diez por ciento de los casos existentes. Hay una ministra bajo seria sospecha (Ana Mato) y un ex ministro que avanza hacia el banquillo (Pepiño Blanco, uno de los cómplices del destructor Zapatero). Pero lo grave es que hay decenas de miles de políticos y ex altos cargos cuyo abultado patrimonio no es explicable.
Los ciudadanos han perdido la fe y la confianza en los políticos y en sus representantes y gobernantes, lo que invalida la democracia y la transforma en una sucia dictadura de partidos y de políticos profesionales.
La única solución al alcance de una ciudadanía marginada, manipulada y maniatada, que no cuenta en la política española, es manifestar desprecio a sus verdugos con pitadas y abucheos y no acudir a las urnas, salvo que sea para depositar un voto en blanco o un voto nulo, mientras el escarnio y la desvergüenza política española no cesen.
Quizás ayuden para tomar esa dura decisión dos argumentos sólidos como la roca: el primero es que ni una sola de las reglas básicas de la democracia se cumple en España, donde no hay separación de poderes, ni una justicia igual para todos, ni libertad para elegir a los representantes, ni castigo para los ladrones corruptos, etc.; el segundo es que el balance que ofrecen nuestros políticos en el poder, después de tres décadas de gobierno es estremecedor y lamentable: España padece los impuestos mas altos y desproporcionados de toda Europa, sin que los ciudadanos reciban a cambio servicios de calidad; han causado el cierre de casi 700.000 empresas y los políticos y sus instituciones y gobiernos son los peores pagadores de la nación, causando estragos entre autónomos y pymes con sus deudas públicas impagadas. Nuestro país ocupa los primeros puestos mundiales en casi todo lo sucio y deleznable: tráfico y consumo de droga, blanqueo de dinero, trata de blancas, prostitución, fracaso escolar, baja calidad de la enseñanza, acogida de mafias, población encarcelada, desprestigio de la clase política, desempleo masivo, avance de la pobreza y un larguísimo etcétera de vergüenzas e ignominias alcanzadas gracias al liderazgo nefasto de una de las peores y mas corruptas clases políticas del planeta.
Para convencerse de que los políticos son la escoria de España basta echar un vistazo a la prensa: ministros y miles de cargos públicos corruptos, dirigentes pendencieros que se pelean en las Cortes, sueldos ocultos y patrimonios fantasmas, corrupciones por todas partes, resistencia a dimitir, mentiras, saqueo de las cajas de ahorro y de las arcas públicas, espionaje sucio entre partidos, comisiones ilegales y un larguísimo etcétera que asombra y sobrecoge por la maldad concentrada en las filas del poder político.
Los que piensan y defienden que los políticos son el fiel reflejo de la sociedad, no tienen razón porque la sociedad española es cien veces mejor que sus políticos y gran parte de ella no se dedica a mentir, robar, espiar, ocultar patrimonio, burlar las leyes, abusar del poder y aplastar al adversario. España es uno de esos países que ha tenido la desgracia de que lo peor de su sociedad haya tomado el poder.
Los últimos escándalos de espionaje en Cataluña han conseguido sorprender a un pueblo que ya se consideraba curado de espanto. Todos se grababan y filmaban, todos acumulan dossieres para destruir al adversario. La mafia siciliana, al lado de los políticos españoles, parece una agrupación de aficionados. Ya lo dijo el mafioso ruso Petrov, que quiso corromper a los políticos catalanes de LLoret de Mar y salió aterrorizado, afirmando que le habría salido mas barato cumplir las leyes.
El argumento que esgrimen algunos políticos de que no todos son corruptos y que es injusto generalizar no es válido porque los que no han burlado las leyes ni se han corrompido, han guardado un silencio cómplice y no han acudido a los tribunales para acusar los desmanes, abusos y canalladas de sus compañeros, como era su deber. En Justicia, quien no denuncia un crimen que conoce se convierte en cómplice.
Hay casi un millar de casos de corrupción abiertos o a punto de abrirse en los juzgados, pero esa cifra es ridícula porque las estadísticas dicen que en corrupción suele aflorar siempre menos del diez por ciento de los casos existentes. Hay una ministra bajo seria sospecha (Ana Mato) y un ex ministro que avanza hacia el banquillo (Pepiño Blanco, uno de los cómplices del destructor Zapatero). Pero lo grave es que hay decenas de miles de políticos y ex altos cargos cuyo abultado patrimonio no es explicable.
Los ciudadanos han perdido la fe y la confianza en los políticos y en sus representantes y gobernantes, lo que invalida la democracia y la transforma en una sucia dictadura de partidos y de políticos profesionales.
La única solución al alcance de una ciudadanía marginada, manipulada y maniatada, que no cuenta en la política española, es manifestar desprecio a sus verdugos con pitadas y abucheos y no acudir a las urnas, salvo que sea para depositar un voto en blanco o un voto nulo, mientras el escarnio y la desvergüenza política española no cesen.
Quizás ayuden para tomar esa dura decisión dos argumentos sólidos como la roca: el primero es que ni una sola de las reglas básicas de la democracia se cumple en España, donde no hay separación de poderes, ni una justicia igual para todos, ni libertad para elegir a los representantes, ni castigo para los ladrones corruptos, etc.; el segundo es que el balance que ofrecen nuestros políticos en el poder, después de tres décadas de gobierno es estremecedor y lamentable: España padece los impuestos mas altos y desproporcionados de toda Europa, sin que los ciudadanos reciban a cambio servicios de calidad; han causado el cierre de casi 700.000 empresas y los políticos y sus instituciones y gobiernos son los peores pagadores de la nación, causando estragos entre autónomos y pymes con sus deudas públicas impagadas. Nuestro país ocupa los primeros puestos mundiales en casi todo lo sucio y deleznable: tráfico y consumo de droga, blanqueo de dinero, trata de blancas, prostitución, fracaso escolar, baja calidad de la enseñanza, acogida de mafias, población encarcelada, desprestigio de la clase política, desempleo masivo, avance de la pobreza y un larguísimo etcétera de vergüenzas e ignominias alcanzadas gracias al liderazgo nefasto de una de las peores y mas corruptas clases políticas del planeta.