Quien ha ganado las elecciones es David Cameron y, según el dictado del pueblo, él es quien debe gobernar, aunque Gordon Brown, vergonzosamente adicto al poder, pretenda mantenerse en el cargo de Primer Ministro, a pesar de su derrota, una "chapuza" que es posible en España y en otros muchos países de democracias degradadas, pero que, por fortuna, es impensable en una sociedad como la británica.
La actitud de Gordon Brown es democráticamente reprobable y responde al sucio apego al poder que demuestra la izquierda actual en todo el mundo.
La democracia tiene que recuperar su antigua pureza y limpio vigor, cambiando los estilos de gobierno que nos han llevado hasta la actual crisis, que es más ética que económica. La voluntad popular debe ser sagrada y tiene que ser respetada por los políticos, que deben abandonar su despreciable arrogancia y asumir que son representantes de una ciudadanía que tiene el poder y la soberanía.
La corrupción del poder político, la falta de ética y el relajamiento de los deberes del liderazgo son las verdaderas causas del actual drama mundial. La caida de la economía es sólo la consecuencia.
Prácticas tan nauseabundas, aunque legales, como pactar con partidos de ideología opuesta para mantenerse en el poder, comprar votos con dinero público, mentir da los ciudadanos desde el gobierno y anteponer los intereses propios al bien común, deben ser erradicadas para que el mundo cambie de rumbo y recupere no sólo la salud económica, sino también la fortaleza moral y la decencia.
La España de Zapatero representa el paradigma de esas malas artes que han llevado nuestro mundo hasta el borde del precipicio. Su forma de gobernar es inadmisible para la gente decente y para cualquier demócrata. Sus mentiras, sus pactos contra natura con partidos de ideología opuesta, incluso con algunos que odian a España, su acoso a la oposición para impedirle el acceso al poder, su afición por legislar en contra de las mayorías y su fácil convivencia con la corrupción convierten en el ejercicio del poder en una practica odiosa, merecedora del desprecio ciudadano.
Gondon Brown, que está demostrando ser un aprendiz del degradante "Zapaterismo", debería saber que los frutos de esas prácticas antidemocráticas son siempre los mismos: degradación del sistema, desprestigio de los políticos, desmoralización, pérdida de la confianza ciudadana en sus líderes y un profundo debilitamiento de la sociedad, dramas que crean el caldo de cultivo propicio para la crisis y para el fracaso de los pueblos.
Los que luchamos en nuestros respectivos países por devolver a la democracia su limpieza y dignidad perdidas, miramos con esperanza a Gran Bretaña, cuna de la democracia moderna, con la ilusión de que el bastardo intento de Brown por mantenerse en el poder a pesar de su derrota, sea rechazado por un pueblo británico que, por fortuna, todavía conserva su dignidad democrática y su espíritu rebelde frente a los déspotas.
La actitud de Gordon Brown es democráticamente reprobable y responde al sucio apego al poder que demuestra la izquierda actual en todo el mundo.
La democracia tiene que recuperar su antigua pureza y limpio vigor, cambiando los estilos de gobierno que nos han llevado hasta la actual crisis, que es más ética que económica. La voluntad popular debe ser sagrada y tiene que ser respetada por los políticos, que deben abandonar su despreciable arrogancia y asumir que son representantes de una ciudadanía que tiene el poder y la soberanía.
La corrupción del poder político, la falta de ética y el relajamiento de los deberes del liderazgo son las verdaderas causas del actual drama mundial. La caida de la economía es sólo la consecuencia.
Prácticas tan nauseabundas, aunque legales, como pactar con partidos de ideología opuesta para mantenerse en el poder, comprar votos con dinero público, mentir da los ciudadanos desde el gobierno y anteponer los intereses propios al bien común, deben ser erradicadas para que el mundo cambie de rumbo y recupere no sólo la salud económica, sino también la fortaleza moral y la decencia.
La España de Zapatero representa el paradigma de esas malas artes que han llevado nuestro mundo hasta el borde del precipicio. Su forma de gobernar es inadmisible para la gente decente y para cualquier demócrata. Sus mentiras, sus pactos contra natura con partidos de ideología opuesta, incluso con algunos que odian a España, su acoso a la oposición para impedirle el acceso al poder, su afición por legislar en contra de las mayorías y su fácil convivencia con la corrupción convierten en el ejercicio del poder en una practica odiosa, merecedora del desprecio ciudadano.
Gondon Brown, que está demostrando ser un aprendiz del degradante "Zapaterismo", debería saber que los frutos de esas prácticas antidemocráticas son siempre los mismos: degradación del sistema, desprestigio de los políticos, desmoralización, pérdida de la confianza ciudadana en sus líderes y un profundo debilitamiento de la sociedad, dramas que crean el caldo de cultivo propicio para la crisis y para el fracaso de los pueblos.
Los que luchamos en nuestros respectivos países por devolver a la democracia su limpieza y dignidad perdidas, miramos con esperanza a Gran Bretaña, cuna de la democracia moderna, con la ilusión de que el bastardo intento de Brown por mantenerse en el poder a pesar de su derrota, sea rechazado por un pueblo británico que, por fortuna, todavía conserva su dignidad democrática y su espíritu rebelde frente a los déspotas.