El PP y el PSOE, aterrorizados porque el ascenso de "Podemos" hace peligrar su hegemonía en la falsa democracia española, ha movilizado a sus fuerzas y a sus aliados para que aireen todas las miserias que encuentren y desgasten sin misericordia al nuevo partido. Sin embargo, es tan enorme el hartazgo de los ciudadanos con respecto a los viejos partidos que han destruido España que el efecto del bombardeo se les vuelve en contra y no solo hace crecer a Podemos sino que empuja también a otras opciones nuevas como Vox y Ciudadanos, partidos que están avanzando en intención de votos, según las encuestas.
Es como si los ciudadanos hubieran decidido ya "enterrar" a los viejos partidos, tras convencerse de que son incapaces de regenerarse y de refundarse, como el momento histórico les exige, si es que quieren sobrevivir.
En lugar de cambiar y de responder con cambios profundos regeneradores a las demandas ciudadanas, los viejos partidos se limitan a lavarse la cara con cambios cosméticos y a poner toda su potencia de fuego al servicio de la destrucción del partido que dirige Pablo Iglesias.
La campaña "anti-Podemos" es brutal, quizás la mas poderosa lanzada contra un partido político desde la muerte de Franco, superior incluso a la que despedazó a UCD y expulsó al partido de Adolfo Suárez del poder político español.
Pero el intenso fuego graneado, que incluye una búsqueda de trapos sucios en la vida de los dirigentes de Podemos, desprestigio de sus ideas y, sobre todo, utilización masiva del miedo para ahuyentar a los posibles votantes, está produciendo efectos contrarios a los deseados y el crecimiento de Podemos no solo no se ha ralentizado sino que continúa, mientras crecen también las opciones electorales de otros partidos nuevos como Vox y Ciudadanos.
La baza principal de VOX es su propuesta de eliminar las autonomías, una demanda acogida con entusiasmo por la inmensa mayoría de los españoles, a la que los grandes partidos, acostumbrados a imponer sus criterios e intereses a la ciudadanía, no presta oídos, provocando decepción y rabia entre los votantes españoles, que saben que el Estado de las Autonomías es una ruina incosteable que solo beneficia a la casta política.
La fuerza de Ciudadanos reside en el atractivo de su líder, Albert Rivera, y en su lucha heroica contra la corrupción y el nacionalismo independentista catalán, frente al cual proclama con valor y entereza el valor de la unidad de España. Ciudadanos no ha parado de crecer en los últimos años y, aunque lo hace a un ritmo relativamente lento, ya tiene entidad suficiente para presentar candidaturas en todo el territorio de España, donde es bien acogido por gente de clase media, profesionales y trabajadores que se sienten víctimas de los grandes partidos y de sus injusticias y constante mal gobierno.
En un acto recientemente celebrado en el Teatro Goya de Madrid, el Movimiento Ciudadano ha sorprendido por su gran audiencia y anuncia ante más de 1.200 personas que en 2015 su proyecto de reformas podrá votarse en toda España
“Hoy es el primer paso para decirle a los españoles que hay proyecto, esperanza y alternativa para reformar España”. Así lo ha dicho el presidente de Ciudadanos (C's), Albert Rivera, en el acto de Madrid, bajo el título “Ha llegado Nuestro Tiempo”. Rivera, acompañado por el eurodiputado de UPyD, Fernando Maura, la impulsora de Movimiento Ciudadanos y pre candidata de C´s a la Generalitat Valenciana, Carolina Punset, y el economista, Manuel Conthe, ha asegurado que “España necesita reformas, no destrucción ni putrefacción”. “Hoy hemos venido a darles una buena noticia: les dije que lo conseguiríamos por las buenas o por las urnas y va a ser por las urnas porque los españoles podrán votar nuestro proyecto de reformas en las elecciones autonómicas, municipales y generales de 2015”, ha anunciado.
El ascenso de Podemos, de Vox y de Ciudadanos es reflejo evidente no solo de la decepción ciudadana frente al PP, el PSOE, IU y sus cómplices nacionalistas, los partidos que han tenido mayor responsabilidad en el gobierno de España durante las últimas décadas, sino también de un poderoso deseo de cambio y de sustituir a los que han fracasado por otros con mas capacidad para gestionar el Estado con justicia y decencia.
La indignación de los ciudadanos, transformada en rechazo y hasta odio a los políticos, en algunos casos, va a tener un claro reflejo en las urnas, donde algunos partidos nuevos, justo aquellos que representan una forma de hacer política radicalmente diferente a la tradicional, fracasada y rechazada por gran parte de la ciudadanía, serán calurosamente apoyados, mientras que los tradicionales serán castigados con furia y rabia cívica.
Es como si los ciudadanos hubieran decidido ya "enterrar" a los viejos partidos, tras convencerse de que son incapaces de regenerarse y de refundarse, como el momento histórico les exige, si es que quieren sobrevivir.
En lugar de cambiar y de responder con cambios profundos regeneradores a las demandas ciudadanas, los viejos partidos se limitan a lavarse la cara con cambios cosméticos y a poner toda su potencia de fuego al servicio de la destrucción del partido que dirige Pablo Iglesias.
La campaña "anti-Podemos" es brutal, quizás la mas poderosa lanzada contra un partido político desde la muerte de Franco, superior incluso a la que despedazó a UCD y expulsó al partido de Adolfo Suárez del poder político español.
Pero el intenso fuego graneado, que incluye una búsqueda de trapos sucios en la vida de los dirigentes de Podemos, desprestigio de sus ideas y, sobre todo, utilización masiva del miedo para ahuyentar a los posibles votantes, está produciendo efectos contrarios a los deseados y el crecimiento de Podemos no solo no se ha ralentizado sino que continúa, mientras crecen también las opciones electorales de otros partidos nuevos como Vox y Ciudadanos.
La baza principal de VOX es su propuesta de eliminar las autonomías, una demanda acogida con entusiasmo por la inmensa mayoría de los españoles, a la que los grandes partidos, acostumbrados a imponer sus criterios e intereses a la ciudadanía, no presta oídos, provocando decepción y rabia entre los votantes españoles, que saben que el Estado de las Autonomías es una ruina incosteable que solo beneficia a la casta política.
La fuerza de Ciudadanos reside en el atractivo de su líder, Albert Rivera, y en su lucha heroica contra la corrupción y el nacionalismo independentista catalán, frente al cual proclama con valor y entereza el valor de la unidad de España. Ciudadanos no ha parado de crecer en los últimos años y, aunque lo hace a un ritmo relativamente lento, ya tiene entidad suficiente para presentar candidaturas en todo el territorio de España, donde es bien acogido por gente de clase media, profesionales y trabajadores que se sienten víctimas de los grandes partidos y de sus injusticias y constante mal gobierno.
En un acto recientemente celebrado en el Teatro Goya de Madrid, el Movimiento Ciudadano ha sorprendido por su gran audiencia y anuncia ante más de 1.200 personas que en 2015 su proyecto de reformas podrá votarse en toda España
“Hoy es el primer paso para decirle a los españoles que hay proyecto, esperanza y alternativa para reformar España”. Así lo ha dicho el presidente de Ciudadanos (C's), Albert Rivera, en el acto de Madrid, bajo el título “Ha llegado Nuestro Tiempo”. Rivera, acompañado por el eurodiputado de UPyD, Fernando Maura, la impulsora de Movimiento Ciudadanos y pre candidata de C´s a la Generalitat Valenciana, Carolina Punset, y el economista, Manuel Conthe, ha asegurado que “España necesita reformas, no destrucción ni putrefacción”. “Hoy hemos venido a darles una buena noticia: les dije que lo conseguiríamos por las buenas o por las urnas y va a ser por las urnas porque los españoles podrán votar nuestro proyecto de reformas en las elecciones autonómicas, municipales y generales de 2015”, ha anunciado.
El ascenso de Podemos, de Vox y de Ciudadanos es reflejo evidente no solo de la decepción ciudadana frente al PP, el PSOE, IU y sus cómplices nacionalistas, los partidos que han tenido mayor responsabilidad en el gobierno de España durante las últimas décadas, sino también de un poderoso deseo de cambio y de sustituir a los que han fracasado por otros con mas capacidad para gestionar el Estado con justicia y decencia.
La indignación de los ciudadanos, transformada en rechazo y hasta odio a los políticos, en algunos casos, va a tener un claro reflejo en las urnas, donde algunos partidos nuevos, justo aquellos que representan una forma de hacer política radicalmente diferente a la tradicional, fracasada y rechazada por gran parte de la ciudadanía, serán calurosamente apoyados, mientras que los tradicionales serán castigados con furia y rabia cívica.