El odio siempre es corrupto, totalitario y violento y los que lo promueven desde el poder tienen alma de nazis y bolcheviques.
Nada mejor para comprender la apuesta socialista por la chusma progre y degradada que analizar el problema de la vivienda. Casi todos conocemos en España la receta para acabar con la falta de viviendas para alquilar y la subida desmesurada de los precios del alquiler. Bastaría con proteger a los propietarios en lugar de proteger a los delincuentes ladrones que no pagan las rentas y que roban viviendas para que le problema se esfume en pocos meses. Los alquileres bajarán cuando los propietarios se sientan seguros con la ley y decidan alquilar. El precio de la vivienda para compra también bajaría simultáneamente.
Otro ejemplo de la apuesta socialista por la progresía radicalizada: el gobierno llena el consejo de RTVE de fanáticos de izquierda, mediocres y de dudosa ética. Un ejemplo es Angélica Rubio, nueva consejera de RTVE, la que difundió el bulo de que el juez Peinado tenía dos DNI.
La izquierda prefiere alimentar el conflicto y el odio, también en el campo de las viviendas, después de haberlo alimentado entre hombres y mujeres, con el feminismo radical, entre pobres y ricos, entre españoles e inmigrantes, entre izquierdas y derechas, entre maridos y mujeres, entre independentistas y partidarios de la unidad y hasta entre padres e hijos.
A la izquierda progre inmoral no le importa que se produzca un boicot a la RTVE sometida al poder, ni que el país se divida y se enfrente porque a ellos lo único que les interesa es el disfrute del poder y de sus dineros y privilegios.
Ellos saben que los cultos, los que piensan, los ricos y las personas decentes no les votarán jamás y han decidido liquidar a la clase media y apoyar a la chusma más piojosa para recolectar votos, aunque esos votos lleguen a las urnas impregnados en odio y rencor.
La adhesión de la izquierda a la bajeza moral tiene repercusión en casi todos los ámbitos de la vida, desde la política de vivienda a la política exterior, sin olvidar las leyes y la convivencia.
Los socialistas saben que la envidia es el pecado nacional, un pecado ya señalado hace siglos por los pensadores de cada época, pero es probable que nunca haya alcanzado los actuales niveles, estimulados desde un poder corrupto.
El marxismo se basa en el odio, porque el odio es un poderoso sentimiento primario que mueve a las masas. Para odiar no es necesario pensar ni ser culto, sino todo al contrario, cuanto más inculto se es, más fácil es que el odio se instale en la persona. Por tanto, si queremos que el odio sea lo que nos mueva, lo primero es crear analfabetos, un lanar suficientemente numeroso que odie con todas sus fuerzas a todo y a todos los que el poder quiera odiar.
La izquierda española, bajuna y despiadada, ha promovido el odio a triunfadores como Amancio Ortega, creador del Imperio de Zara, del mismo modo que destrozó los patrimonios de Mario Conde, Ruiz Mateos y otros españoles que supieron triunfar. Con esa política rastrera, alimentaron el odio de sus votantes frustrados y se quitaron de en medio a adversarios poderosos.
Los únicos ricos que su sistema permite son ellos mismos, los que se sirven del Estado. Ocurre como en Cuba, Venezuela y la antigua URSS, donde las élites nadan en la abundancia mientras el pueblo sufre pobreza extrema.
Para desgracia de España, la derecha del PP suele compartir con la izquierda los errores y tragedias que han destrozado nuestra nación. Son parecidos (aunque no han llegado tan lejos) en corrupción, codicia, abuso de poder, injusticias, ansia de control y de poder, etc.,
Enfrentar a todos contra todos les trae réditos, aunque esos dividendos sean basura podrida. El odio da poder a la chusma y hace millonarios a sus líderes.
Todo el rebaño corrupto critica a los ricos, a los que tienen dinero por herencia o por su esfuerzo, pero no se fijan en sus dirigentes, que, por arte de magia, se hacen ricos en pocos meses, con el dinero de los demás.
Ante el éxito de las empresas privadas las izquierdas sienten terror por dos razones principales: porque el éxito de los privados demuestra que el Estado que ellos adoran no es necesario sino dañino, y en segundo lugar porque el éxito de esas empresas y de las personas que las dirigen les deja en evidencia, demostrando que la iniciativa privada y libre es más eficaz que el sector público que ellos conducen con torpeza y fracaso.
Francisco Rubiales
Nada mejor para comprender la apuesta socialista por la chusma progre y degradada que analizar el problema de la vivienda. Casi todos conocemos en España la receta para acabar con la falta de viviendas para alquilar y la subida desmesurada de los precios del alquiler. Bastaría con proteger a los propietarios en lugar de proteger a los delincuentes ladrones que no pagan las rentas y que roban viviendas para que le problema se esfume en pocos meses. Los alquileres bajarán cuando los propietarios se sientan seguros con la ley y decidan alquilar. El precio de la vivienda para compra también bajaría simultáneamente.
Otro ejemplo de la apuesta socialista por la progresía radicalizada: el gobierno llena el consejo de RTVE de fanáticos de izquierda, mediocres y de dudosa ética. Un ejemplo es Angélica Rubio, nueva consejera de RTVE, la que difundió el bulo de que el juez Peinado tenía dos DNI.
La izquierda prefiere alimentar el conflicto y el odio, también en el campo de las viviendas, después de haberlo alimentado entre hombres y mujeres, con el feminismo radical, entre pobres y ricos, entre españoles e inmigrantes, entre izquierdas y derechas, entre maridos y mujeres, entre independentistas y partidarios de la unidad y hasta entre padres e hijos.
A la izquierda progre inmoral no le importa que se produzca un boicot a la RTVE sometida al poder, ni que el país se divida y se enfrente porque a ellos lo único que les interesa es el disfrute del poder y de sus dineros y privilegios.
Ellos saben que los cultos, los que piensan, los ricos y las personas decentes no les votarán jamás y han decidido liquidar a la clase media y apoyar a la chusma más piojosa para recolectar votos, aunque esos votos lleguen a las urnas impregnados en odio y rencor.
La adhesión de la izquierda a la bajeza moral tiene repercusión en casi todos los ámbitos de la vida, desde la política de vivienda a la política exterior, sin olvidar las leyes y la convivencia.
Los socialistas saben que la envidia es el pecado nacional, un pecado ya señalado hace siglos por los pensadores de cada época, pero es probable que nunca haya alcanzado los actuales niveles, estimulados desde un poder corrupto.
El marxismo se basa en el odio, porque el odio es un poderoso sentimiento primario que mueve a las masas. Para odiar no es necesario pensar ni ser culto, sino todo al contrario, cuanto más inculto se es, más fácil es que el odio se instale en la persona. Por tanto, si queremos que el odio sea lo que nos mueva, lo primero es crear analfabetos, un lanar suficientemente numeroso que odie con todas sus fuerzas a todo y a todos los que el poder quiera odiar.
La izquierda española, bajuna y despiadada, ha promovido el odio a triunfadores como Amancio Ortega, creador del Imperio de Zara, del mismo modo que destrozó los patrimonios de Mario Conde, Ruiz Mateos y otros españoles que supieron triunfar. Con esa política rastrera, alimentaron el odio de sus votantes frustrados y se quitaron de en medio a adversarios poderosos.
Los únicos ricos que su sistema permite son ellos mismos, los que se sirven del Estado. Ocurre como en Cuba, Venezuela y la antigua URSS, donde las élites nadan en la abundancia mientras el pueblo sufre pobreza extrema.
Para desgracia de España, la derecha del PP suele compartir con la izquierda los errores y tragedias que han destrozado nuestra nación. Son parecidos (aunque no han llegado tan lejos) en corrupción, codicia, abuso de poder, injusticias, ansia de control y de poder, etc.,
Enfrentar a todos contra todos les trae réditos, aunque esos dividendos sean basura podrida. El odio da poder a la chusma y hace millonarios a sus líderes.
Todo el rebaño corrupto critica a los ricos, a los que tienen dinero por herencia o por su esfuerzo, pero no se fijan en sus dirigentes, que, por arte de magia, se hacen ricos en pocos meses, con el dinero de los demás.
Ante el éxito de las empresas privadas las izquierdas sienten terror por dos razones principales: porque el éxito de los privados demuestra que el Estado que ellos adoran no es necesario sino dañino, y en segundo lugar porque el éxito de esas empresas y de las personas que las dirigen les deja en evidencia, demostrando que la iniciativa privada y libre es más eficaz que el sector público que ellos conducen con torpeza y fracaso.
Francisco Rubiales