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La ambición de Lula - 'Con otro acento' (Observatorio Latinoamericano)





El presidente de Brasil, Luiz Inácio “Lula” da Silva, tiene una ambición que ya expone sin rubor ni tapujos: convertir a su país, durante el siglo XXI, en la mayor, o en una de las mayores, potencia energética del mundo. Sin temor a equivocarnos, y teniendo en cuenta los antecedentes históricos, podemos decir que es también la ambición de los brasileños.

Los datos parecen darle la razón al pragmático Lula: autosuficientes en petróleo a través de Petrobrás (la petrolera nacional), con una producción actual de gas que en dos años prácticamente lo harán también autosuficientes en este combustible, “extremadamente” competitivos en la producción de etanol y de combustible bio-diesel (tienen proyectos avanzados para refinar el aceite vegetal y mezclarlo al petróleo), Brasil “vive actualmente una revolución energética con sólidos fundamentos”, según el propio mandatario.

Pero, claro, esta circunstancia no es el resultado “del trabajo de un día”. Veamos. A partir de 1973, después de la primera gran crisis mundial del petróleo, el Gobierno brasileño de entonces (una dura dictadura militar) decidió apostar por un combustible alternativo, el etanol, para sustituir a la gasolina y acabase con la dependencia del país de los derivados del petróleo, que entonces era casi total. Según se apunta en el portal “Universia Knowledge-Wharton”, una guía on-line experta en el mundo de los mercados mundiales, en 1975 nació el Proálcool, un programa con fondos del gobierno para la investigación y desarrollo del nuevo combustible, así como para subsidios a la venta de vehículos y combustible, y para la reducción de impuestos.

A mediados de los 80, recuperada la democracia y con José Sarney en la presidencia, el 96 por ciento de los automóviles nuevos vendidos en el país utilizaban el etanol como combustible. A principios de los 90, los brasileños, cuando los precios internacionales del petróleo disminuyeron, volvieron a comprar coches de gasolina. En 2003, con Lula en la presidencia, apenas el 10 por ciento de los coches nuevos vendidos por la industria brasileña utilizaban etanol. Pero, en 2004 se comienzan a comercializar los coches con motores flexibles, conocidos como Flex, que funcionan tanto con alcohol como con gasolina o con la mezcla de ambos en cualquier proporción. En 2005 casi el 73 por ciento de los automóviles vendidos en Brasil ya eran de este tipo.

Para Lula da Silva las cosas están tan claras que no dudó en expresar, hace un poco más de dos meses, en una entrevista en “Le Monde”: “Brasil ha lanzado una revolución energética ante la que pocos países podran hacernos la competencia a la hora de extraer de la tierra el carburante del futuro, debido a nuestra extensión territorial”.

Además de que Petrobrás haya alcanzado la autosuficiencia en la producción de petróleo, Brasil es el país que detenta mayor tecnología para producir etanol (combustible para automóviles obtenidos a partir de la caña de azúcar) y cuenta, además, con el Plan de Disminución de Dependencia Energética, garante de esta “revolución” brasileña.

Para expertos como Luis Augusto Barbosa Cortez, profesor de la Facultad de Ingeniería Agrícola de la UNICAMP (Universidad Estadual de Campinas), “la utilización del etanol como combustible para los vehículos es una realidad”. Y subraya: “No obstante, para que esta realidad continúe el Gobierno debe participar en la reglamentación y regulación del mercado,
Ante el riesgo de que se produzcan problemas de desabastecimiento”.

Tampoco es un secreto que fuera de las fronteras brasileñas otros países están interesados en la utilización del etanol como fuente importante de combustible, entre ellos los Estados Unidos. No obstante, una de las diferencias entre ambos es que en el “gran país del Norte” solo 600 estaciones de servicio, de las casi 180.000 existentes en el país, suministran etanol.

Otro expertos también “denuncian” algunas desventajas en referencia a la explotación del etanol, entre las que destaca la necesidad de un gran consumo de energía eléctrica para su producción. Pero parece que, mayoritariamente, los especialistas no ven inconvenientes insalvables a la hora de apostar por este combustible alternativo.

En España, por el contrario y como en muchas otras circunstancias, se incumple el objetivo europeo de consumir al menos un 2 por ciento de biocombustibles (bioetanol y biodiésel) en la gasolina y el gasóleo, ya que las grandes petroleras todavía no han hecho una apuesta decidida, según apuntaba recientemente Antonio Cerrillo en el periódico “La Vanguardia”.

De momento lo que sabemos es que Lula da Silva, siguiendo un histórico recorrido, apuesta decididamente por las energías alternativas con el objetivo de convertir a su país en potencia energética mundial. Y lo hace, a diferencia de otros mandatarios latinoamericanos, basándose en estrategias definidas, sólidas y en marcha, superando presiones de todo tipo y, sobre todo, mirando por el bien global de los brasileños. Nada más, ni nada menos.


eduardo caldarola de bello

Franky  
Sábado, 5 de Agosto 2006
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