Información y Opinión

La 'alianza de los perdedores', una democracia de ratas





La ley electoral española es tan beneficiosa para las minorías que parece haber sido redactada por tipos como Jordi Pujol o Juan José Ibarretxe. Si hubiera sido redactada por verdaderos demócratas y primase la voluntad de la mayoría, que es el criterio decisivo en democracia, los partidos políticos tendrían menos poder, la victoria del PP en las recientes elecciones del 27 de mayo habría sido abrumadora y la derrota del PSOE habría sido histórica.

El PSOE ha sabido crear una dinámica perversa en la democracia: cuando gana, gobierna y cuando pierde, también gobierna, gracias a sus "alianzas de perdedores". De ese modo dificulta la alternancia y pervierte el sistema. Los que pierden se unen, tuercen la voluntad de la mayoría y toman el poder. Es la victoria de los que pierden frente a los que vencen, toda una barbaridad democrática.

Nuestra democracia es un bodrio porque sus defectos estructurales son tan numerosos como intensos: listas cerradas y bloqueadas, poder absoluto de los partidos políticos, profesionalización de la política, corrupción, mandatos sin limitación alguna de tiempo, impunidad práctica de los políticos, sobrevaloración de las minorías, poder decisivo para energúmenos sin apenas votos, exilio del ciudadano, monopolio políticos de los partidos, y un larguísimo y vergonzoso etcétera.

Pero la más escandalosa de las carencias de la democracia española quizás sea el hecho ostentoso e hiriente de que los perdedores se imponen a los ganadores, toda una violación de la esencia del sistema.

El PP, hoy defensor de la ortodoxia al pedir que gobiernen las listas más votadas, no puede rasgarse las vestiduras porque ha comulgado en el pasado con las tácticas que hoy son típicas del PSOE y, en no pocas ocasiones, ha fraguado alianzas democráticamente bastardas para arrebatar el poder a las mayorías que salen de las urnas. Recuérdese, por ejemplo, la famosa "pinza" anti-natura, integrada por el PP e Izquierda Unida para expulsar del poder al PSOE en Andalucía.

No conozco un sólo experto o filósofo político que admita lo que la ley electoral española consagra: que el sindicato de los perdedores imponga su voluntad a los vencedores, quebrando así la voluntad popular. Algunos de esos estudiosos y expertos sí admiten que los perdedores puedan aliarse para imponerse a las mayorías victoriosas, pero con una condición que en España no se cumple: deben anunciar a los electores sus pactos y coaliciones antes de que se abran las urnas, para que el ciudadano vote en consecuencia y no pueda ser sorprendido después del voto con pactos irracionales o inesperados, como ocurre en España.

En España, las alianzas se fraguan al margen de las ideas, de los programas y de la voluntad popular, incluso entre partidos a los que le separa la ideología y sólo les une la ambición, únicamente para alcanzar el poder y administrar los casi inacabables recursos y privilegios del gobierno. Los partidos, sin ruborizarse, se permiten la desvergüenza de rechazar en público el noble y democrático criterio de que gobierne la lista más votada.

Yo creía que España era una democracia secuestrada, pero, tras las elecciones, ante el espectáculo maloliente y de mal gusto que está entrando por los cinco sentidos, creo que en realidad es algo mucho peor: una democracia de ratas y de rateros.


   
Sábado, 23 de Junio 2007
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