Durante tres décadas, la Transición y la Constitución de 1978, los dos pilares que sostienen el actual Estado español, constituyeron un "tabú" que no podía cuestionarse. Ahora, después de tres décadas de sumisión absurda y de silencio, una parte de la sociedad española, precisamente la que se considera más demócrata y crítica con los abusos de la actual partitocracia, ha decidido por fin cuestionar el "tabú" y alcanzar dos conclusiones saludables y necesarias: que España no es una verdadera democracia y que el actual Estado, enfermo de obesidad mórbida e hipertrofiado hasta el ridículo, es insostenible y dañino para la nación y sus ciudadanos.
Esa importante tendencia a la crítica veraz de los dos pilares de la España del presente, hasta ahora intocables, blindados y protegidos en una absurda burbuja de respeto, tuvo una manifestación de especial relieve este fin de semana, cuando saltaron por los aires, por primera vez en la historia de la España postfranquista, en un debate abierto emitido por el canal de televisión Intereconomía donde los tertulianos, demostraron con sus palabras e ideas que sabían pensar y hablar en libertad, sin censuras y libres del paralizante respeto y el reverencial miedo que han protegido hasta ahora a la Constitución, a la Corona, a la Transición y a una presunta democracia española que fue un engaño histórico que jamás existió.
Las principales ideas que emergieron de ese valioso debate fueron que la Transición fue un error lamentable porque no cambio nada en profundidad, ni creó una democracia verdadera, limitándose a sustituir el franquismo por una partitocracia deleznable; que la Monarquía española no se ha mantenido, como era su deber, al margen del poder ejecitvo y ha intervenido frecuentemente en política y en los negocios, sin que sea cierto ese principio de que el Rey reina pero no gobierna; y que el Estado que surge de la Transición y de la Constitución no es democrático, entre otras razones porque carece de la necesaria separación de poderes, ni es sostenible, porque se ha convertido en un monstruo burocrático que sustituye el viejo estados franquista por 17 estados autonómicos transformados en satrapías, dirigidas por políticos reyezuelos y preñadas de funcionarios y de enchufados, en constante crecimiento, imposibles de costear por cualquier país moderno sin que sus ciudadanos terminen aplastados y esquilmados por los impuestos.
En el debate, el exministro de Franco Fernando Suarez, el pensador Antonio García Trevijano, y el periodista e historiador Jesús Palacios, compartieron el diagnóstico de la inexistencia de una democracia en España, entre otras razones porque no existe la posibilidad institucional de controlar la acción de gobierno, dado que los diputados de esta Monarquía partidista no representan a los electores ni a la sociedad civil, y además no hay separación de poderes en el Estado. Los cinco participantes estuvieron de acuerdo en afirmar que este Estado de Partidos no es una democracia, ni se parece a ella.
El único punto de fricción se produjo cuando García-Trevijano dijo que Sabino Fernández Campos, jefe de la Casa Real cuando se produjo el golpe de 23-F, le felicitó por haber sido el único que tuvo el valor de denunciar, en un artículo publicado entonces en EL MUNDO, la directa intervención del Rey en el golpe de Estado. El Sr. Suárez manifestó que no daba crédito a esa información. García-Trevijano lo remitió al télex de Juan Carlos a Milán del Bosch (“después de nuestra última conversación ya no puedo dar marcha atrás”) y a la información que le dio el propio Sabino sobre la cancelación de la audiencia a Don Alfonso de Borbón, para que en su lugar recibiera al general Armada, que se presentó de improviso en la Zarzuela, abandonando su puesto de mando en Jaca sin autorización, por la inminencia del golpe militar concertado con el Rey.
Desde Voto en Blanco, donde nuestra única obsesión es la defensa de la democracia auténtica, saludamos como un movimiento saludable y esperanzador la crítica veraz a aquella Transición y Constitución que nos han llevado hasta el estado de decadencia y degradación en el que España se encuentra hoy.
Siempre hemos dicho que la democracia no es votar cada cuatro años y sustituir a Franco por representantes de partidos políticos, sino que es la capacidad fectiva de que los ciudadanos elijan libremente y controlen a sus gobiernos, unida a una cultura de convivencia y discrepancia ordenada y armónica, toda ella dominada por el imperio de una ley asumida por los ciudadanos e igual para todos. Una democracia de este tipo nunca ha existido en la España que nació el 20 de noviembre de 1975. También hemos repetido que la premisa imprescindible para curarse y construir una auténtica democracia de ciudadanos es descubrir y asumir los errores de la Transición y la enfermedad que entonces contrajo España.
Hasta que España no reconozca que el Estado de las autonomías es un abuso insostenible y que la Constitución de 1978 no soporta una democracia sino una sucia oligocracia de partidos, España no podrá sanar.
Esa importante tendencia a la crítica veraz de los dos pilares de la España del presente, hasta ahora intocables, blindados y protegidos en una absurda burbuja de respeto, tuvo una manifestación de especial relieve este fin de semana, cuando saltaron por los aires, por primera vez en la historia de la España postfranquista, en un debate abierto emitido por el canal de televisión Intereconomía donde los tertulianos, demostraron con sus palabras e ideas que sabían pensar y hablar en libertad, sin censuras y libres del paralizante respeto y el reverencial miedo que han protegido hasta ahora a la Constitución, a la Corona, a la Transición y a una presunta democracia española que fue un engaño histórico que jamás existió.
Las principales ideas que emergieron de ese valioso debate fueron que la Transición fue un error lamentable porque no cambio nada en profundidad, ni creó una democracia verdadera, limitándose a sustituir el franquismo por una partitocracia deleznable; que la Monarquía española no se ha mantenido, como era su deber, al margen del poder ejecitvo y ha intervenido frecuentemente en política y en los negocios, sin que sea cierto ese principio de que el Rey reina pero no gobierna; y que el Estado que surge de la Transición y de la Constitución no es democrático, entre otras razones porque carece de la necesaria separación de poderes, ni es sostenible, porque se ha convertido en un monstruo burocrático que sustituye el viejo estados franquista por 17 estados autonómicos transformados en satrapías, dirigidas por políticos reyezuelos y preñadas de funcionarios y de enchufados, en constante crecimiento, imposibles de costear por cualquier país moderno sin que sus ciudadanos terminen aplastados y esquilmados por los impuestos.
En el debate, el exministro de Franco Fernando Suarez, el pensador Antonio García Trevijano, y el periodista e historiador Jesús Palacios, compartieron el diagnóstico de la inexistencia de una democracia en España, entre otras razones porque no existe la posibilidad institucional de controlar la acción de gobierno, dado que los diputados de esta Monarquía partidista no representan a los electores ni a la sociedad civil, y además no hay separación de poderes en el Estado. Los cinco participantes estuvieron de acuerdo en afirmar que este Estado de Partidos no es una democracia, ni se parece a ella.
El único punto de fricción se produjo cuando García-Trevijano dijo que Sabino Fernández Campos, jefe de la Casa Real cuando se produjo el golpe de 23-F, le felicitó por haber sido el único que tuvo el valor de denunciar, en un artículo publicado entonces en EL MUNDO, la directa intervención del Rey en el golpe de Estado. El Sr. Suárez manifestó que no daba crédito a esa información. García-Trevijano lo remitió al télex de Juan Carlos a Milán del Bosch (“después de nuestra última conversación ya no puedo dar marcha atrás”) y a la información que le dio el propio Sabino sobre la cancelación de la audiencia a Don Alfonso de Borbón, para que en su lugar recibiera al general Armada, que se presentó de improviso en la Zarzuela, abandonando su puesto de mando en Jaca sin autorización, por la inminencia del golpe militar concertado con el Rey.
Desde Voto en Blanco, donde nuestra única obsesión es la defensa de la democracia auténtica, saludamos como un movimiento saludable y esperanzador la crítica veraz a aquella Transición y Constitución que nos han llevado hasta el estado de decadencia y degradación en el que España se encuentra hoy.
Siempre hemos dicho que la democracia no es votar cada cuatro años y sustituir a Franco por representantes de partidos políticos, sino que es la capacidad fectiva de que los ciudadanos elijan libremente y controlen a sus gobiernos, unida a una cultura de convivencia y discrepancia ordenada y armónica, toda ella dominada por el imperio de una ley asumida por los ciudadanos e igual para todos. Una democracia de este tipo nunca ha existido en la España que nació el 20 de noviembre de 1975. También hemos repetido que la premisa imprescindible para curarse y construir una auténtica democracia de ciudadanos es descubrir y asumir los errores de la Transición y la enfermedad que entonces contrajo España.
Hasta que España no reconozca que el Estado de las autonomías es un abuso insostenible y que la Constitución de 1978 no soporta una democracia sino una sucia oligocracia de partidos, España no podrá sanar.
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