Putin, Cameron y Obama
Los rusos están empeñados en ser la otra cara de la moneda, la otra opción de poder en el planeta, la competencia de los Estados Unidos, y han encontrado en los antiguos comunistas a sus mejores clientes. En la órbita de Moscú o a sus flancos, como aliados, están China, Cuba, Bielorusia, Venezuela y un rosario de viejos partidos marxistas, además de importantes aliados con gran futuro que se resisten a someterse al imperio americano, como la India y Brasil.
Muchos analistas y expertos sonríen incrédulos ante el gran sueño ruso de convertirse en competidor de Estados Unidos, cuyo poder militar, basado en los avances científicos y en la alianza compacta de la OTAN, es realmente imponente, pero los rusos creen que tienen opciones para volver a ser el gran rival del poder occidental.
Putin sabe que muchos ciudadanos de todo el mundo añoran aquel mundo dual en el que Moscú y Washington competían y representaban los dos polos y las dos opciones del mapa mundial. Y también sabe que los sistemas políticos occidentales, corroídos por la corrupción y el abuso de poder, están cada día mas abandonados por sus ciudadanos, cuyas élites, escandalizadas ante el creciente dominio de las grandes corporaciones y el poder financiero mundial, buscan otros sistemas mas decentes y justos.
El mayor sueño colectivo de los rusos de hoy es volver a ser una gran potencia y convertirse en el "contrapunto" del mundo occidental corrupto y decadente, pero esta vez aprendiendo las lecciones del pasado para imponerse y vencer. La invasión de Ucrania, acogida con poco disimulado entusiasmo por la mayoría del pueblo ruso, a pesar del peligro de guerra que conlleva, no ha sido sino un paso mas para recuperar la condición de gran potencia mundial.
Creen muchos pensadores rusos que si Rusia lograra encarnar un mundo decente y con valores, defensor de las abandonadas raíces culturales europeas y de los grandes valores y principios pisoteados en Occidente, entonces tendría grandes posibilidades de ganar su confrontación con los occidentales e imponerse como la vía hegemónica del futuro.
Los pensadores rusos, cada día mas influyentes en la población mas culta y en el Kremlin porque reflejan con maestría los sentimientos e ideas de la renaciente sociedad rusa, creen que en la mayoría de los países de Occidente se ha agotado la energía y sólo queda espacio para la decadencia y la corrupción. Están convencidos de que los ciudadanos de muchos países occidentales son engañados por sus políticos y la mentira se ha instalado en las entrañas del poder, donde reinan también la corrupción y la desvergüenza.
Desde los think tanks intelectuales y políticos rusos se empuja a Putin para que enarbole la bandera de la regeneración, lo que implica no sólo invertir en defensa y recuperar poder militar, sino, sobre todo, dotar a la nación rusa de leyes y medidas que garanticen la "decencia" frente al mundo corrompido de Occidente, en especial las que protegen la justicia para los humildes, el valor de la familia, el empleo de los jóvenes, la fuerza de la verdad y la confianza en las instituciones, capítulos que, según ellos, en Occidente hacen agua y están en completa descomposición.
Nadie sabe como será el mundo futuro, pero la tendencia a que no sea un monopolio de los anglosajones es muy fuerte y representa para muchos una verdadera meta.
Muchos analistas y expertos sonríen incrédulos ante el gran sueño ruso de convertirse en competidor de Estados Unidos, cuyo poder militar, basado en los avances científicos y en la alianza compacta de la OTAN, es realmente imponente, pero los rusos creen que tienen opciones para volver a ser el gran rival del poder occidental.
Putin sabe que muchos ciudadanos de todo el mundo añoran aquel mundo dual en el que Moscú y Washington competían y representaban los dos polos y las dos opciones del mapa mundial. Y también sabe que los sistemas políticos occidentales, corroídos por la corrupción y el abuso de poder, están cada día mas abandonados por sus ciudadanos, cuyas élites, escandalizadas ante el creciente dominio de las grandes corporaciones y el poder financiero mundial, buscan otros sistemas mas decentes y justos.
El mayor sueño colectivo de los rusos de hoy es volver a ser una gran potencia y convertirse en el "contrapunto" del mundo occidental corrupto y decadente, pero esta vez aprendiendo las lecciones del pasado para imponerse y vencer. La invasión de Ucrania, acogida con poco disimulado entusiasmo por la mayoría del pueblo ruso, a pesar del peligro de guerra que conlleva, no ha sido sino un paso mas para recuperar la condición de gran potencia mundial.
Creen muchos pensadores rusos que si Rusia lograra encarnar un mundo decente y con valores, defensor de las abandonadas raíces culturales europeas y de los grandes valores y principios pisoteados en Occidente, entonces tendría grandes posibilidades de ganar su confrontación con los occidentales e imponerse como la vía hegemónica del futuro.
Los pensadores rusos, cada día mas influyentes en la población mas culta y en el Kremlin porque reflejan con maestría los sentimientos e ideas de la renaciente sociedad rusa, creen que en la mayoría de los países de Occidente se ha agotado la energía y sólo queda espacio para la decadencia y la corrupción. Están convencidos de que los ciudadanos de muchos países occidentales son engañados por sus políticos y la mentira se ha instalado en las entrañas del poder, donde reinan también la corrupción y la desvergüenza.
Desde los think tanks intelectuales y políticos rusos se empuja a Putin para que enarbole la bandera de la regeneración, lo que implica no sólo invertir en defensa y recuperar poder militar, sino, sobre todo, dotar a la nación rusa de leyes y medidas que garanticen la "decencia" frente al mundo corrompido de Occidente, en especial las que protegen la justicia para los humildes, el valor de la familia, el empleo de los jóvenes, la fuerza de la verdad y la confianza en las instituciones, capítulos que, según ellos, en Occidente hacen agua y están en completa descomposición.
Nadie sabe como será el mundo futuro, pero la tendencia a que no sea un monopolio de los anglosajones es muy fuerte y representa para muchos una verdadera meta.