Información y Opinión

La Opinión Pública, falseada y prostituida



Estamos en la víspera de la mayor ceremonia de la democracia mundial: la elección del presidente de los Estados Unidos, la primera potencia mundial, el país del mundo donde la opinión pública tiene más poder, mucho más que la Casa Blanca, el Capitolio y el Pentágono juntos. Pero, por primera vez en su historia, los norteamericanos tienen la sensación de que el sistema les falla y que la opinión pública ya no es fiable porque está siendo manipulada y prostituida por los grandes poderes.

La democracia es un sistema en el que la Opinión Pública ocupa un lugar elevado, casi a la misma altura que la ciudadanía, pero la mayoría de las democracias corrompen, falsean y prostituyen esa opinión pública, lo que les resta legitimidad y decencia.
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El derecho a la información, en democracia, se refiere más al derecho del ciudadano a ser informado con veracidad de lo que ocurre que al derecho que tienen los comunicadores y medios a informar a los ciudadanos. El derecho a ser informado con veracidad es indiscutible y es muy difícil encontrarle restricciones, mientras que el derecho a informar dependerá siempre de qué es lo que se informa. Si lo que se transmite es verdadero, entonces el derecho a informar es sagrado, pero si es falso o si existen intereses ocultos o si el objetivo es más el de manipular, desinformar o confundir, entonces ese derecho no existe.

Eso convierte a muchos medios de comunicación vendidos al poder y difusores de parcialidad e informaciones falsas o manipuladas en verdaderos enemigos de la democracia, más que en piezas importantes del sistema. De hecho, en España, buena parte de los medios de comunicación y de los periodistas están fuera de la democracia y merecen ser señalados como bastardos y enmigos de la verdad.

Para que existiera una verdadera opinión pública se necesitaría que fuera la opinión del público, no la difundida por opiniones privadas en el público. Es difícil que pueda existir auténtica opinión pública en un sistema corrompido y dominado por partidos políticos habituados a cometer el terrible pecado de anteponer una y otra vez el interés propio al bien común. La que pasa por opinión pública es la opinión hegemónica de la información dominante, repetida como un eco sin fin por la desinformación dominada.

El concepto de opinión pública nació durante la Ilustración como difusión en el público de opiniones de los grandes escritores, para la reforma del sistema político. Desde entonces, el poder creciente de los gobernantes, de los medios informativos y de las encuestas sociológicas han sustituido la opinión del público por la difusión, en el público, de creencias ideológicas de intereses particulares que puedan ser convertidos en mercadería política para el consumo de masas pasivas.

Lo que la gente cree que es su opinión, sulen ser falsedades inteligentes y con lógica aparente que han sido fabricadas en centros lejanos de creación de ideas para la propaganda de los poderes establecidos. Generalmente, en fundaciones culturales, institutos de sociología, departamentos universitarios y, cada día más, dentro de los propios partidos, donde existen áreas dedicadas a la creación de ideas, la desinformación y la manipulación, casi siempre orientadas a potenciar el poder y el dominio sobre la sociedad.

Los medios de comunicación las lanzan, los lectores las hacen suyas, creyendo que son las que pensaban. Las encuestas preguntan en el sentido esperado de las respuestas. Los partidos hacen sus programas con los sondeos. Al final, los ciudadanos, convertidos en víctimas manipuladas, son tratados como borregos y despreciados por las élites, a pesar de que la democracia los considera como los "soberanos" del sistema.

La democracia, cuando es falsa y está degradada, es un sistema hostil a la verdad, al ciudadano y a la decencia, sin legitimidad alguna, sin la mínima dignidad para que sea respetado por el ciudadano, que tiene el derecho inalienable en toda democracia, a rebelarse y luchar contra los gobernantes y sistemas inicuos.

Las elecciones jerarquizan las opiniones y convierten en hegemónicas las del partido vencedor, que entra en euforia porque ha conquistado el poder y se cree con derecho a dictar lo que es políticamente correcto. Toda una mendaz y rastrera manipulación de la verdad, que en democracia es sagrada.

La mayor corrupción de un medio es ser aliado del poder políico, olvidando que ha nacido para vigilarlo y fiscalizarlo. La mayor traición de un periodista es formar parte del cuerpo burocrático del Estado o, lo que viene a ser similar, convertirse en pieza manipuladora y mentirosa al servicio de un partido.

Todas estas reflexiones, escrupulosamente democráticas, y otras muchas que se refieren al tenebroso y sucio entramado de la propaganda y la manipulación que se ejerce sobre la ciudadanía desde los grandes poderes dominantes, son cuidadosamente ocultadas y perseguidas por el poder y por sus escuderos mediáticos, interesados en ocultar la terrible verdad de que se han convertido en enemigos de la democracia, no en piezas de ese noble sistema.

En España, el Estado de partidos ha convertido a muchos periodistas en funcionarios del Estado, pagados por el gobierno o por los partidos políticos, directa o indirectamente. Los poderosos intervienen en los medios para colocar en las tertulias y tribunas a sus periodistas amigos y por controlar el mayor número de programas informativos y locutores. El control de los medios es vital para el ejercicio del poder en una democracia corrompida como la española, al servicio de la falsedad y ajena a la sustancia de la democracia real, que es transparencia y respeto absoluto a la verdad y a la independencia informativa.

La actual sociedad española es una víctima triste de los que propagan la mentira, esconden las verdades que no le convienen y actuan siempre para beneficiar a las élites. Es una sociedad que ha perdido el norte y la ética, que premia la picaresca, la vagancia y el chismorreo impactante. Es una sociedad que ha olvidado los valores y que ha olvidado el reconocimiento del esfuerzo, de la constancia, del trabajo, de la creatividad, de lo honorable, de lo justo y de lo decente. El emprendedor que crea puestos de trabajo y riqueza es considerado malo, mientras que el ladrón que acumula dinero público ilícito sale en los telediarios sonriendo y brillando como estrella.

Muchas de estas verdades sobre la manipulación y la traición mediática están analizadas y explicadas con detalle en mi libro "Periodistas sometidos, los perros del poder", editado por Almuzara en 2009, del que reproduzco un párrafo aleccionador:

"Miles de periodistas empotrados e incrustados en la cultura dominante ignoran voluntariamente que todas las grandes gestas del periodismo en la historia comparten el mismo rasgo: se apartan del poder dominante y se impregnan de insurrección. La rebeldía frente al poder es una condición indispensable para ser periodista. Bob Woodward y Carl Bernstein fueron insurrectos cuando denunciaron el Watergate, al igual que Edward R. Murrow y Seymur Hers cuando denunciaron los abusos del macartysmo y la matanza de My Lai, en Vietnam, respectivamente... No hay un solo caso de periodista esclavo que sea recordado por la H, del mismo modo que tampoco merecen el recuerdo los militares cobardes o los médicos al servicio de la muerte. Que quede claro que los periodistas sometidos al poder solo pueden esperar poder y dinero, pero nunca reconocimiento, honor o respeto".

Francisco Rubiales


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Lunes, 7 de Noviembre 2016
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