Una parte importante de la Iglesia Católica española, encabezada por la mayoría de la jerarquía, aunque no en su totalidad, está convencida de que su principal misión en el presente es hacer frente a la ofensiva laicista del poder político, a la que identifica como el germen de una tiranía que quiere "deificar" el Estado, erradicar al verdadero Dios y eliminar la influencia cristiana en la sociedad, por la única razón de que es el mayor obstáculo para el dominio absoluto del Estado.
La instauración de un Estado poderoso como la única gran institución influyente en la sociedad española es, en realidad, un intento de tiranía que persigue los mismos fines que otros dos intentos desplegados en los últimos siglos: el de la Masonería, que quiso instaurar en el siglo XIX, sobre las cenizas de la vieja religión, un Estado poderoso, inalcanzable y tirano; y el del comunismo, que logró imponer durante algunas décadas un estado tiránico, aplastando la religión, en pleno siglo XX.
El laicismo estatal que desarrolla el gobierno de España, entre otros, es el nuevo intento, adaptado a las condiciones del siglo XXI, para volver a imponer la tiranía del Estado sobre la sociedad y el individuo, aplastando las libertades y derechos individuales y a la sociedad civil desde un Estado poderoso, influyente, manipulador y engañador, muy reforzado gracias a los grandes recursos económicos y culturales que maneja y a sus alianzas de intereses con el gran capital y los medios de comunicación.
La tesis de que la Iglesia, conectando con las tradiciones culturales y religiosas de la civilización occidental, debe defender las libertades individuales y de la sociedad frente a la actual ofensiva laicista del Estado, que lleva directamente a la tiranía, es la que inclinó al grueso de la Iglesia a elegir al cardenal Rouco Varela como presidente de la Conferencia Episcopal y a mantener a la cadena COPE como foco de resistencia ante la peligrosa y estremecedora ofensiva laicista del gobierno.
Estas tesis del grueso de la Conferencia Episcopal Española eran ya compartidas por el fallecido papa Juan Pablo II, que llegó a "reñir" a Zapatero por su hostilidad con el pensamiento cristiano, y son hoy el centro de una terrible lucha de influencias en el Vaticano, donde el gobierno de Zapatero realiza grandes esfuerzos para desarbolar la resistencia de la Iglesia Católica española, mientras que la jerarquía católica española lucha por convencer al papa Benedicto XVI y a la poderosa Curia de la validez y certeza de sus preocupantes análisis.
Numerosos informes que maneja la Iglesia, elaborados por pensadores independientes, religiosos y laicos, definen el laicismo más como una herramienta de poder que como una ideología y sostienen con abundancia de datos y ejemplos que la primera fase de la ofensiva laicista de Zapatero, consistente en sustituir la democracia por una oligocracia de partidos y de élites políticas profesionales, ya se ha consumado con éxito en España.
Pero la segunda fase, que consiste en la eliminación de todo poder influyente en la sociedad, dejando al Estado como único prescriptor y dueño del poder, con capacidad no sólo para dictar la ley, ejercer la violencia e imponer sus criterios, sino también de manipular y controlar las mentes, todavía no se ha consumado, entre otras razones porque la resistencia de la sociedad española está siendo superior a la esperada por los activistas del laicismo.
En la práctica, todos los controles al Estado, que son imprescindibles en una democracia, han sido dinamitados en España, hasta el punto de que el gobierno ya tiene el horizonte despejado para dominar y subyugar. El poder político afincado en el Estado español ha conquistado y controla ya, a traves de la ocupación, el dinero, las alianzas, la intimidación o el soborno, a la mayoría de los intelectuales, periodistas y las grandes instituciones de la sociedad con capacidad de ejercer influencia, como son los sindicatos, la patronal, las universidades, la mayoría de los medios de comunicación y una gran cantidad de empresas, instituciones financieras, asociaciones y fundaciones, sin excluir a los poderes Legislativo y Judicial, cuyo funcionamiento independiente era vital para que exista una verdadera democracia.
La instauración de un Estado poderoso como la única gran institución influyente en la sociedad española es, en realidad, un intento de tiranía que persigue los mismos fines que otros dos intentos desplegados en los últimos siglos: el de la Masonería, que quiso instaurar en el siglo XIX, sobre las cenizas de la vieja religión, un Estado poderoso, inalcanzable y tirano; y el del comunismo, que logró imponer durante algunas décadas un estado tiránico, aplastando la religión, en pleno siglo XX.
El laicismo estatal que desarrolla el gobierno de España, entre otros, es el nuevo intento, adaptado a las condiciones del siglo XXI, para volver a imponer la tiranía del Estado sobre la sociedad y el individuo, aplastando las libertades y derechos individuales y a la sociedad civil desde un Estado poderoso, influyente, manipulador y engañador, muy reforzado gracias a los grandes recursos económicos y culturales que maneja y a sus alianzas de intereses con el gran capital y los medios de comunicación.
La tesis de que la Iglesia, conectando con las tradiciones culturales y religiosas de la civilización occidental, debe defender las libertades individuales y de la sociedad frente a la actual ofensiva laicista del Estado, que lleva directamente a la tiranía, es la que inclinó al grueso de la Iglesia a elegir al cardenal Rouco Varela como presidente de la Conferencia Episcopal y a mantener a la cadena COPE como foco de resistencia ante la peligrosa y estremecedora ofensiva laicista del gobierno.
Estas tesis del grueso de la Conferencia Episcopal Española eran ya compartidas por el fallecido papa Juan Pablo II, que llegó a "reñir" a Zapatero por su hostilidad con el pensamiento cristiano, y son hoy el centro de una terrible lucha de influencias en el Vaticano, donde el gobierno de Zapatero realiza grandes esfuerzos para desarbolar la resistencia de la Iglesia Católica española, mientras que la jerarquía católica española lucha por convencer al papa Benedicto XVI y a la poderosa Curia de la validez y certeza de sus preocupantes análisis.
Numerosos informes que maneja la Iglesia, elaborados por pensadores independientes, religiosos y laicos, definen el laicismo más como una herramienta de poder que como una ideología y sostienen con abundancia de datos y ejemplos que la primera fase de la ofensiva laicista de Zapatero, consistente en sustituir la democracia por una oligocracia de partidos y de élites políticas profesionales, ya se ha consumado con éxito en España.
Pero la segunda fase, que consiste en la eliminación de todo poder influyente en la sociedad, dejando al Estado como único prescriptor y dueño del poder, con capacidad no sólo para dictar la ley, ejercer la violencia e imponer sus criterios, sino también de manipular y controlar las mentes, todavía no se ha consumado, entre otras razones porque la resistencia de la sociedad española está siendo superior a la esperada por los activistas del laicismo.
En la práctica, todos los controles al Estado, que son imprescindibles en una democracia, han sido dinamitados en España, hasta el punto de que el gobierno ya tiene el horizonte despejado para dominar y subyugar. El poder político afincado en el Estado español ha conquistado y controla ya, a traves de la ocupación, el dinero, las alianzas, la intimidación o el soborno, a la mayoría de los intelectuales, periodistas y las grandes instituciones de la sociedad con capacidad de ejercer influencia, como son los sindicatos, la patronal, las universidades, la mayoría de los medios de comunicación y una gran cantidad de empresas, instituciones financieras, asociaciones y fundaciones, sin excluir a los poderes Legislativo y Judicial, cuyo funcionamiento independiente era vital para que exista una verdadera democracia.
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